George W. Obama

Edited by Natalie Clager

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Barack Obama mintió cuando prometió defender el derecho a la privacidad y los valores de transparencia que su antecesor pisoteó.

Las últimas dos semanas han sido quizás las más desgastantes para la imagen del presidente de los Estados Unidos desde que asumió el cargo, pues ha quedado al desnudo su hipocresía. Barack Obama, que durante las elecciones del 2008 se vendió como un candidato que corregiría los desmanes totalitarios de George W. Bush, una vez en el poder optó por ampliar las políticas más controversiales de su antecesor.

El golpe más duro lo dieron las revelaciones de Edward Snowden, un técnico de sistemas que trabajaba para una contratista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés). Snowden reveló que mediante dos programas secretos la NSA recoge los datos de las comunicaciones de cientos (o miles) de millones de personas en el mundo.

Durante su campaña del 2008, el presidente Obama dijo que George W. Bush “presenta una falsa dicotomía entre las libertades que apreciamos y la seguridad que proveemos”. Cuando hizo su único comentario público con respecto a estos programas de espionaje, durante el fin de semana, dijo “es importante que la gente entienda que hay que escoger” entre tener una mayor seguridad y su derecho a la privacidad.

Lo que las revelaciones de Snowden demuestran es que una vez en el poder, el gobierno de Barack Obama adoptó los programas de espionaje de la administración Bush, y los robusteció a escala interna y externa. También han expuesto las reiteradas mentiras que el gobierno Obama ha dicho al Congreso y al público, con respecto al alcance de estos programas.

La crisis que ha desatado la obsesión de la administración Obama por la información privada es internacional. El comisionado para la protección de la privacidad de Alemania, Peter Schaar, ha dicho que es inaceptable que el gobierno de los Estados Unidos viole el derecho a la privacidad de los ciudadanos alemanes.

La interpretación más amable de la inconsistencia de Barack Obama sería que, una vez en la presidencia, reconociera la necesidad de ampliar los programas de espionaje para proteger al país de atentados terroristas. Sin embargo, la administración Obama tampoco respetó la supervisión que sobre el programa debía tener el Congreso, pues la NSA mintió cuando le dijo que no estaban almacenando la información de millones de estadounidenses.

Hasta ahora la respuesta del gobierno ha sido solapada. Mientras que desestima la importancia de las revelaciones y hace invitaciones para realizar un debate público, monta una persecución desmedida a los informantes que filtran información reservada.

Pocos días antes de que se publicaran las primeras noticias sobre los programas secretos de espionaje del gobierno de los Estados Unidos, comenzó el juicio contra Bradley Manning, el joven soldado que filtró los documentos sobre las guerras de Irak y Afganistán, los informes de Guantánamo y los cables del Departamento de Estado de Estados Unidos a Wikileaks.

Bradley Manning estuvo más de 1.000 días preso antes de que comenzara su juicio. De estos, duró casi un año y medio en celdas de máxima seguridad, bajo “vigilancia para prevenir suicidio”. Las duras condiciones de reclusión durante este lapso implicaban que no podía estar fuera de su celda durante más de una hora al día, que no podía estar acostado en la cama sino sólo cuando dormía y de resto debía estar recto en un asiento, y debía responder cada cinco minutos a la pregunta de un guardia sobre si se encontraba bien.

El fiscal acusa a Manning de haber entregado información reservada que ayudó al enemigo y la pena podría ser de cadena perpetua. Si Edward Snowden es capturado por el gobierno de los Estados Unidos, padecería un futuro similar.

No habla bien de un presidente que sus enemigos públicos más perseguidos sean dos jóvenes idealistas, que arriesgaron sus comodidades y quizás su vida, para fortalecer los valores democráticos. Esto no fue lo que Barack Obama dijo representar durante las campañas presidenciales del 2008 y del 2012. Como dijo Ron Fournier, comentarista del National Journal, “la era Bush-Obama será recordada por haber abusado de la Constitución”.

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