Terrorism Returns to Yemen

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Los técnicos de la administración Barack Obama, en Washington, han sumido algunas realidades internacionales en la catarata de la propaganda presidencial. Un ejemplo de este proceso ha sido la victoria de Obama al eliminar a Osama bin-Laden, responsable de los trágicos sucesos del 11 de setiembre del 2001 en Nueva York y Washington.

Desde luego, la liquidación de bin-Laden, cabecilla de la vasta red terrorista de al-Qaeda (QA), ejecutada por comandos estadounidenses en Pakistán, fue una acción que ofreció algún respiro a la atribulada comunidad democrática.

Sin embargo, pretender que dicho triunfo hizo desaparecer a al-Qaeda y sus tentáculos, constituyó una de esas aseveraciones inexactas del léxico de la Casa Blanca. Con todo, el discurso presidencial fue paulatinamente corregido en meses recientes.

Con ese trasfondo, la prensa mundial anunció, la semana pasada, el cierre temporal de las embajadas estadounidenses en la península arábiga, debido a un informe de que al-Qaeda preparaba una cadena de golpes antiestadounidenses en el área. No obstante, no hubo detalles. Eso cambió hace pocos días, cuando la inteligencia estadounidense interceptó una conversación del jefe actual de al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, antiguo segundo de bin-Laden, con Nasser al-Wuhayshi, ahora segundo de al-Qaeda y gerente de la nueva división en la península arábiga (AQPA), titular de la rama de Yemen. Algunas versiones incluyeron en la plática a una serie de afiliados, tanto de la península arábiga (PA) como de otros sitios fuera del área.

En esa plática se habló de una serie de golpes cruentos, así como de la necesidad de tomar una provincia del Yemen como base de operaciones en la región. Se resolvió, asimismo, dar un golpe en el puerto israelí de Eilat y otras ciudades de ese país. No olvidemos que hay grupos terroristas operando en el Sinaí.

En reacción al torrente informativo generado por las revelaciones sobre al-Qaeda, voces del Capitolio han exteriorizado preocupación por el liderazgo de este grupo, el cual maneja y dirige acciones terroristas desde Pakistán. “Esta nueva información abre huecos en la versión (de la Administración) de que al-Qaeda está huyendo”, dijo el senador John McCain en alusión a las afirmaciones de la Casa Blanca.

Por otra parte, Yemen ha afirmado que pudo desmantelar el intento de al-Qaeda de dañar y destruir las instalaciones portuarias y las del transporte petrolero. Otro ángulo de las revelaciones es que frustra los planes de la Casa Blanca de enviar detenidos de Guantánamo a Yemen. Además, señala un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el conflicto en Siria “ha visto emerger una fuerte presencia de al-Qaeda proveniente de la rama iraquí del movimiento que atrae a centenares de reclutas extranjeros”.

Al respecto, hay diversos informes sobre la presencia de militantes de al-Qaeda en distintos puntos de Latinoamérica. Por lo general, se trata de elementos dedicados al adiestramiento y adoctrinamiento de nuevos reclutas, así como de algunos veteranos de Siria y Líbano que ahora regresan a sus países de origen. En ese sentido, surge la interrogante en cuanto a qué harán en sus antiguos hogares, sobre todo en sus contactos con jóvenes que podrían caer en una corriente de nuevas experiencias, incluidas aquellas en conflictos bélicos.

¿Qué podrían hacer nuestros Gobiernos de cara a este desafío, particularmente en lo que concierne a la juventud, por pequeños que sean los números de potenciales candidatos para aventuras bélicas? No hay, por supuesto, fórmulas mágicas para fortalecer la vocación democrática entre las juventudes, excepto una mayor educación cívica. Esa es una tarea que no debe relegarse ante otras posibles metas.

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