La “credibility” de Estados Unidos frente a Siria
En cuestiones bélicas hay dos condiciones que son esenciales para toda política disuasiva: la redibilidad tanto ante enemigos como aliados. Una es contar con la capacidad para asestar golpes contundentes al adversario. La otra, contar con la voluntad de utilizarlo.
La crisis siria ha puesto de relieve un factor clave de las relaciones internacionales: la credibilidad. El Presidente Barack Obama enunció una línea roja que si era cruzada desencadenaría una represalia militar automática. Ese umbral, que marcaba el límite de la tolerancia de Estados Unidos, era el empleo de armas químicas por parte del régimen de Bashar al Assad. Así, luego del ataque con gases contra población civil, Damasco se convirtió en el primer sospechoso y Washington inició los aprestos bélicos para cumplir con lo prometido.
Pero no basta con tener un gran arsenal pues hay que contar con la voluntad de utilizarlo. Si hay dudas sobre esta segunda condición, todas las armas dejan de ejercer su poder de intimidación.
A partir de la nueva situación, que asumía a Assad como culpable, Obama desplazó buques para una descarga de misiles Tomahawk sobre blancos que debilitarían la capacidad militar de Damasco. En cuestiones bélicas hay dos condiciones que son esenciales para toda política disuasiva. O si se prefiere, para tener credibilidad tanto ante enemigos como aliados. Una es contar con la capacidad para asestar golpes contundentes al adversario. Ello, claro, requiere de una convincente capacidad de fuego. Algo que, como todo el mundo sabe, Estados Unidos cuenta incluso en demasía. Pero no basta con tener un gran arsenal pues hay que contar con la voluntad de utilizarlo. Si hay dudas sobre esta segunda condición, todas las armas dejan de ejercer su poder de intimidación.
El historial bélico norteamericano deja pocas dudas sobre la voluntad del Pentágono para el empleo de la fuerza. En realidad, el déficit de credibilidad apunta a la Casa Blanca, que en el pasado ha preferido emplear sus misiles crucero antes que las gestiones diplomáticas. La resolución de la crisis siria dirá en qué dirección se inclina la balanza.
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