La incómoda posición política en que se encuentra el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en el intento de explicar con argumentos creíbles a sus aliados occidentales la razón del espionaje masivo que involucró escuchas ilegales hasta de las comunicaciones personales de los jefes de Estado, plantea un grave desequilibrio estratégico.
En Europa el escándalo alcanza dimensiones que lesionan la tradicional confianza enmarcados en los pactos de la alianza atlántica, según lo han manifestado con indisimulable molestia los líderes amigos espiados, pero también se prevé una serie de réplicas a la práctica desleal de Washington. Esta situación replantea la conectividad rutinaria de diferentes sectores de la economía en el ámbito privado.
Es el caso planteado por el Europarlamento, al pedir que se anule el acuerdo de transferencia de datos bancarios con EEUU, algo muy sensible para la Casa Blanca porque le permite acceder a información sobre ciertas transferencias financieras en su lucha contra el terrorismo. Por otro lado, Bruselas estudia suspender otro gran acuerdo vigente, el llamado “‘safe harbour”, por el que unas 3000 empresas estadounidenses acceden a datos europeos de diferente carácter para planificar inversiones y la evolución de sus negocios, en tanto se apresura la puesta en marcha de una norma europea de protección de datos para evitar intromisiones ilegales.
El contraataque ya empezó por parte de las agencias de espionaje de Europa Occidental que están trabajando juntas en la vigilancia masiva de Internet y el tráfico telefónico. Citando documentos filtrados por el exanalista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) Edward Snowden, el diario británico The Guardian dijo que los métodos incluían la intervención de cables de fibra óptica y el trabajo encubierto con compañías privadas de telecomunicaciones.
El diario señala a Alemania, Francia, España, Suecia y Holanda como países donde las agencias de inteligencia habían desarrollado este tipo de métodos en cooperación con contrapartes como la agencia de vigilancia británica GCHQ, una información que puede ser embarazosa para los gobiernos que más han protestado por el espionaje masivo de EEUU y revelado Snowden. Como se observa, no hay víctimas sino victimarios que se vienen mirando de reojo.
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