En 2008 el presidente Barack Obama llegó al poder gracias a los latinos, prometiendo una reforma migratoria en su primer año como mandatario. Ya lleva cinco y ésta no se ha dado y tampoco se dará en lo que queda de 2013. Al Congreso en pleno sólo le queda una semana de trabajo en conjunto, mucho que legislar y esto no es para ellos prioridad.
Nadie duda que el asunto sigue estando en la lista de los temas importantes para Obama y de hecho, tratando de desviar la conversación del público sobre los problemas no previstos de su nueva ley de salud, en las últimas semanas la Casa Blanca, como nunca antes, ha puesto énfasis en la urgencia de que se aprueben nuevas normas que brinden estatus legal a los más de once millones de personas que viven en las sombras por falta de permisos para vivir y trabajar en este país.
Sólo que no va a suceder, al menos no este año, pese a que el presidente ha dicho que consideraría aceptar cambios separados a los reglamentos en lugar de una nueva ley integral y a pesar también de que una reciente encuesta ha revelado que 63 por ciento de los estadunidenses están de acuerdo en que se otorgue la ciudadanía a esos inmigrantes.
La Cámara de Representantes regresó el lunes de su último receso por el feriado del Día de Acción de Gracias, el Senado vuelve el 9, sin embargo, los congresistas empiezan sus vacaciones de Navidad y fin de año el día 13 y en los pocos días que les quedan de trabajo quieren aprobar nuevas sanciones para Irán, hacer cambios a los servicios de salud para personas mayores, revisar los beneficios de los desempleados y negociar nuevos programas de ayuda al campo y a los subsidios de alimentos. Simplemente la reforma migratoria no está en la lista.
Y no está pese a que el líder de la Cámara baja, el republicano John Boehner, había mencionado la posibilidad de incluirla, pero temió no contar con el respaldo del ala ultraconservadora de su partido y también porque ha dicho que no está de acuerdo con el proyecto de ley que fuera aprobado en junio pasado por el Senado de mayoría demócrata que tiene como base brindar eventualmente la ciudadanía a ciertos inmigrantes que ya están aquí y reforzar la seguridad fronteriza.
Ahora sólo queda esperar que el tema de la reforma reviva en Washington el año que entra y que la Cámara lo ponga a voto, pero eso requerirá mucho más que los buenos deseos del presidente, sus discursos y la campaña personal que el mandatario viene realizando sobre el asunto. En el 2014 hay elecciones para renovar en su totalidad a los representantes y mucho se teme que muchos de esos legisladores con miras a reelegirse no quedarán que sus electores los liguen a reforma alguna, sobre todo en aquellos distritos de derecha. Las elecciones primarias de los republicanos empiezan en la primavera, por lo que se estima que de analizarse una nueva ley, esto sería hasta después de los comicios de noviembre.
Mientras tanto si bien el presidente Obama está insistiendo en la necesidad de una reforma migratoria y hace solo unos días acudió, junto con la primera dama, a visitar a 20 activistas que están en huelga de hambre afuera del Capitolio en demanda de que se frenen las deportaciones, se deje de separar familias y se aprueben nuevas leyes migratorias, su administración ha deportado un número récord de personas y sigue haciéndolo.
Tan sólo este año fiscal que concluyó el 30 de septiembre se había sacado del país contra su voluntad a casi 410 mil personas sin documentos, en un total de 1.5 millones desde que Obama llegó al poder. De los deportados el último año, el 55 por ciento, alrededor de 225 mil personas estaban acusadas de delitos relacionados con drogas, violencia doméstica o de manejar en estado de ebriedad, porque según la Casa Blanca, las deportaciones están enfocadas principalmente en quienes traspasan la ley y no sólo la frontera. Sin embargo, grupos pro inmigrantes alegan que con frecuencia son personas decentes y trabajadoras, unas 90 mil de las cuales fueron enviadas de regreso en los últimos doce meses.
Sin embargo, el año pasado el presidente por decreto frenó la deportación temporal de más de medio millón de jóvenes que fueron traídos ilegalmente cuando niños, pero ha dicho que no hará lo mismo por sus padres ni actuará unilateralmente, “porque no soy rey”.
Así, sólo queda esperar que el próximo año la política se deje a un lado y los legisladores se den el tiempo (después de todo, en el que está por terminar sólo han estado en sesión 143 días) y aprueben así una reforma migratoria justa y necesaria que no se da desde 1986.
En el caso de nuestros connacionales, el aspecto positivo es que esperando reformas que no llegan o a veces forzados por las deportaciones, cada vez hay más mexicanos, sobre todo jóvenes de los llamados soñadores, que siguen soñando y haciendo planes, pero ahora confiando en oportunidades y un futuro en donde pertenecen, México.
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