Camino a un nuevo orden mundial
Caminamos hacia un nuevo orden mundial. Esta afirmación fue una de las más repetidas de los últimos años. Iniciado el siglo XXI el proceso conocido como “posguerra fría” comenzó a extinguirse. Sería el fin del unipolarismo.
A partir de la disolución de la URSS en 1991, Estados Unidos gozó de una posición de poder internacional absoluto pero pronto empezó a verse cuestionado. Actores emergentes comenzaron a ganar protagonismo internacional. La tesis de los BRIC, difundida por Goldman Sachs en 2001, aportó estructura teórica al análisis de este nuevo equilibrio. Brasil, Rusia, India y China en teoría, los países liderarían el crecimiento mundial. Esta tendencia, sumada al estancamiento norteamericano, configurarían, un orden mundial multipolar.
Pero las tendencias cambian. Las naciones desarrolladas comienzan a dar signos de recuperación. Estados Unidos es ejemplo. En el último trimestre de 2013 el PBI norteamericano se expandió un 3.4% (en proyección anual), número nada despreciable. Las condiciones domésticas han llevado a la Reserva Federal a disminuir sus paquetes de estímulo y a restringir la liquidez internacional. Este nuevo escenario ha hecho tambalear las monedas de los hasta ahora sólidos países emergentes. Desde Brasil, hasta Sudáfrica y Turquía. Todos han sufrido los efectos del cambio en la ecuación monetaria. ¿Vamos hacia un nuevo orden mundial?
Posiblemente el único competidor real a la supremacía económica estadounidense sea el gigante asiático. Desde las reformas iniciadas por Deng Xiaoping en 1978 que China crece a (valga la redundancia) tasas chinas.
Las proyecciones de crecimiento para 2014 de Brasil (2%), Rusia (1.5%), India (5%) y Sudáfrica (2.7%) han disminuido a tasas equiparables a la de los Estados Unidos (2.8%). China, aún algo desacelerada, continúa expandiéndose muy por encima de la media mundial. Mientras el PBI global crecerá 3% en 2014, la economía china lo hará en un 7.5%.
Pekín continúa acercándose a Washington y de mantenerse las tendencias podría superarlo.
Con la llegada de este incipiente balance de poder multilateral, Estados Unidos no ha visto alterada mayormente su capacidad de acción. El único freno real a sus ambiciones ha sido el Kremlin. Los dos únicos actores con un músculo militar (y político) lo suficientemente sólido como para generar algún tipo de contrapeso el uno al otro, son justamente una derivación de los archienemigos de la extinta Guerra Fría. Así quedó demostrado en la guerra de Georgia de 2008 y en la sangrienta e interminable crisis siria. Moscú ha logrado marcar un límite a las ambiciones norteamericanas, consiguiendo mantener a los marines fuera de su área de influencia directa.
La “lejana” China vuelve aquí a ubicarse como una pieza relevante en el tablero geopolítico. Su presupuesto de defensa crece ubicándose ya en el segundo escaño del ranking mundial. Al mismo tiempo las tensiones del país asiático con Estados Unidos en torno a las disputas de soberanía sobre el Mar de la China Meridional representan, posiblemente, el mayor foco de tensión internacional de cara al futuro.
Ya sea por su capacidad económica, militar, demográfica, geográfica o por una suma de todas ellas, el único actor capaz de mover los cimientos del equilibrio de poder planetario pareciera ser China. Lo interesante es que esto no representa gran novedad.
Es importante recordar que, a pesar del paso del tiempo, la arquitectura política internacional se muestra anacrónica e inalterable. El statu quo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aún respeta la lógica derivada de los resultados de la Segunda Guerra. Situación que le permite (por ejemplo) a Francia, potencia en debatible decadencia, operar militarmente y a voluntad en sus antiguas colonias. Las recientes intervenciones en Mali y en la República Centroafricana así lo demuestran. Ni Alemania y Japón, superpotencias económicas, han logrado salirse del apretado cinturón militar impuesto por los aliados tras la caída del Eje hace ya casi siete décadas.
En virtud de todo lo aquí expuesto vale la pena preguntarse si caminamos efectivamente hacia un nuevo orden mundial. Es posible que el título mismo de este artículo esté equivocado. Pero justamente de eso se trata. De invitar a reflexionar sobre el incierto futuro de la compleja realidad global.
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