Un error de cálculo sobre cómo Washington define sus políticas
Un grave error de cálculo protagonizó la Casa Rosada si pensaba que el apoyo de Estados Unidos a la Argentina para que la Corte norteamericana defina el litigio de los fondos buitre se iba a traducir en un cheque en blanco de Barack Obama para avalar cualquier estrategia política encarada por Cristina Kirchner.
Nada resulta lineal y no será posible esperar un apoyo automático de Estados Unidos a la Argentina en todos los temas por una simple ecuación que rige a la diplomacia norteamericana: Washington no acomoda su política exterior a los humores cambiantes de un presidente. Más bien, fija políticas de Estado que se mantienen en el tiempo más allá de quien ocupe la Casa Blanca.
La lucha contra el narcotráfico, la persecución al terrorismo mundial, el combate al mercado ilegal de productos y las políticas comerciales proteccionistas son algunos de los pilares que la diplomacia norteamericana sostuvo desde siempre.
El informe 2013 sobre el terrorismo que emitió el Departamento de Estado no difiere mucho de lo que fueron otros documentos referidos a este espinoso tema, por lo menos en lo que se refiere a la Argentina.
La Triple Frontera sigue siendo una preocupación relevante para Washington. Hace muchos años que los informes de la inteligencia norteamericana advierten sobre el nexo regional de armas, narcotráfico y tráfico de personas, falsificación, contrabando y lavado de dinero en el nordeste argentino.
Quizás el condimento más novedoso de este asunto es que empieza a verse un nexo más estrecho entre actividades de terrorismo financiadas por el narcotráfico. Aunque esto tampoco debería ser novedad para la SIDE o el Ministerio de Defensa que desde hace varios años reciben alertas de la DEA o el FBI en la misma línea que el reciente informe.
Incluso el nuevo informe sobre la situación del terrorismo en la Argentina no debería resultar una novedad para los referentes de la oposición o del propio oficialismo que sufren en sus distritos el flagelo del narcotráfico. En marzo pasado, el director para el Cono Sur de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, William Ostick, se reunió en Buenos Aires con dirigentes de la UCR, Pro, el socialismo y el kirchnerismo. A ellos, les dejó en claro que Washington quiere establecer una “agenda positiva” con Buenos Aires. Pero también transmitió la preocupación de Estados Unidos por el avance del narcotráfico y el terrorismo en la Triple Frontera. Al igual que el informe de terrorismo, Ostick mencionó en un almuerzo reservado con referentes de la oposición y del oficialismo que no se advierte en la Argentina una amenaza de la célula terrorista islámica Hezbollah en la región. Aunque Washington alerta que el eje de Irán, Cuba, Venezuela y Bolivia se acentúa cada vez más en la región. Desde la mirada geopolítica de Estados Unidos preocupa que ese nexo se potencie por la presencia de la Rusia de Putin en la región.
Otra novedad del nuevo informe y quizá la que más impactó en la Casa Rosada es que el documento salió en paralelo con las duras palabras de la subsecretaría del Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, quien dijo: “En la Argentina, la cantidad de consumo doméstico [de drogas] se ha incrementado dramáticamente”.
Los dichos de Jacobson no desentonan con los lineamientos de Washington, sólo que la funcionaria de Obama los hace crudamente públicos. En tal caso, detrás de la velada crítica de Estados Unidos a la Argentina subyace lo que se podría hacer desde el Gobierno y no se hace, o lo que hizo y no convence. En la práctica esto es: el deseo de Washington de que la DEA, al igual que lo hace en otros países de América latina, tenga en la Argentina una participación más activa en el combate contra el narcotráfico o que, por ejemplo, el acuerdo del Gobierno con Irán por la causa AMIA nunca hubiera existido.
Todo esto ingresa en el plano de las proyecciones de Washington hacia el país que confrontan de lleno con los errores de cálculo de Cristina.
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