Fractura hidráulica: ¿espejismo o burbuja financiera?
Alejandro Nadal
La extracción de gas y petróleo de esquistos ha sido presentada desde hace años como una historia de éxito para el sector energético de Estados Unidos. Las compañías de petróleo y gas, así como el Departamento de Energía, han divulgado estimaciones sobre las reservas existentes que llevarían a pensar en la independencia energética de Estados Unidos para las próximas décadas. Muchos de estos datos están basados en conjeturas más que en datos duros.
El ruido se extiende a México: con la mal llamada reforma energética se abre la puerta a este tipo de explotación y su cauda de implicaciones negativas. Desde ahora se puede anunciar que la traición en el sector energético, la introducción de la explotación por fractura hidráulica se acompañará de graves daños ambientales y económicos. Lo cierto es que el futuro de los hidrocarburos de esquistos en Estados Unidos y de su nociva tecnología de extracción será determinante para ese tipo de explotación en México.
La retórica sobre una supuesta independencia energética en Estados Unidos se acompaña de una publicidad sobre sus efectos positivos en el desarrollo económico. Pero la extracción por fractura hidráulica de petróleo y gas no tiene nada que ver con el desarrollo a largo plazo de la economía regional o local, ni con la creación de empleos duraderos. Ahora parece que ni siquiera puede asegurar su viabilidad financiera en el corto y mediano plazo.
La razón es que el tiempo de maduración típico de un pozo es muy corto: entre el arranque de actividades y el pico del nivel de extracción pasan unos cuantos años y la declinación comienza muy rápidamente. Dada la corta vida de cada pozo los beneficios son de corta duración. Para mantener niveles de producción estable, se necesita multiplicar el número de pozos, lo que conduce a un círculo vicioso.
Todo esto ha dado pie a un nuevomodelo de negocios en Estados Unidos. El lobby de compañías petroleras y gaseras lanzó desde hace ocho años una descomunal campaña de relaciones públicas para promover el fracking como una excelente aventura de negocios. El objetivo central era consolidar el apoyo de las calificadoras y los bancos de inversión en Wall Street. La exuberancia provocada en los mercados financieros por las perspectivas que anunciaba la explotación de estos hidrocarburos no convencionales no es muy diferente de la que condujo a la crisis financiera global en 2008.
Muchas de las prácticas financieras que condujeron a la crisis de 2008 se han estado utilizando en el desarrollo del mercado de explotación de fractura hidráulica. En algunos casos las inversiones están rodeadas de operaciones que no se ven reflejadas en los estados contables de las empresas. Algunos instrumentos estructurados y esquemas para atraer un número mayor de inversionistas (por ejemplo, a través de esquemas volumétricos de pagos) hacen recordar los ‘ingeniosos’ vehículos de inversión estructurada con los que los bancos de inversión y sus operadores en mercados secundarios impulsaron la concesión y ventas de hipotecas chatarra antes de la crisis. Sobra decir que la opacidad de estas operaciones es terreno fértil para animar el frenesí de los inversionistas incautos y conduce necesariamente a la sobre-inversión.
La industria ya tuvo un primer llamado de atención. El exceso de capacidad instalada provocó un desplome de precios de gas en 2012. Para muchas de las empresas productoras los precios se situaron por debajo de los costos de operación. Algunas diversificaron su producción hacia yacimientos ricos en los llamados líquidos de gas natural, pero esta medida sólo indujo el desplome en los precios de estos productos. Otras empresas buscaron desesperadamente amortiguar los impactos de la caída en precios a través de consolidaciones, fusiones y nuevas adquisiciones. Los bancos e intermediarios en Wall Street obtuvieron pingües ganancias al cobrar comisiones sobre estas transacciones.
La caída en los precios de gas natural y de sus asociados para la industria petroquímica condujo necesariamente a la depreciación de activos de muchas de las grandes operadoras, entre ellas Chesapeake Energy. Este proceso se había iniciado en 2011 al publicar el USGS sus estimaciones a la baja sobre las reservas en los campos de esquistos, incluyendo los más importantes (Marcellus e Eagle Ford). Pero lo fundamental es que los agentes financieros promovieron el crecimiento desmedido de la perforación y se han beneficiado con esta revolución energética que se parece más a una nueva pirámide Ponzi.
El resultado de todo esto no será la independencia energética de Estados Unidos. Además de retrasar la transición a un perfil energético de menor intensidad en combustibles fósiles, la explotación de hidrocarburos de esquistos conducirá a una reedición de la crisis de las empresas de alta tecnología de los años noventa, sólo que con mayores repercusiones ambientales y económicas.
La burbuja fracturada llegará a México con la entrega perversa de los recursos naturales a las empresas transnacionales.
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