A Lose-Lose Situation for the US

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Una situación pierde-pierde para Estados Unidos

Uno de los pocos argumentos sofisticados que ha construido el Partido Republicano para cuestionar la política exterior de la administración Obama, es que su falta de contundencia en el uso de la fuerza a nivel internacional ha enviado un mensaje de debilidad a los enemigos tradicionales de Estados Unidos y ello ha contribuido a envalentonarlos.

En otras palabras, que las dudas a la hora de intervenir militarmente en las diversas crisis internacionales que ha tenido que enfrentar la potencia del Norte, son interpretadas por otros cómo una muestra más del tan trillado declive de la potencia. Ante un escenario como este, los costos de desafiar a Washington y a su orden internacional se reducen y los beneficios de asumir un comportamiento revisionista y pendenciero aumentan.

Por ejemplo, el esfuerzo de Obama por tratar de resolver las tensiones con Rusia a propósito de Crimea a través de los canales diplomáticos y haciendo uso de sanciones económicas, llevará inevitablemente a que Putin en el futuro opte por una política más agresiva y expansionista. Simplemente, rezaría este argumento, porque interpreta las ‘buenas maneras’ de Washington como una manifestación más de su debilidad. Sentida esa debilidad, optar por un comportamiento más desafiante necesariamente resulta en más dividendos para Rusia. Semejante oportunidad no puede perderse.

Así las cosas y de acuerdo con los Republicanos, el pulso militar inexacto y vacilante de Obama a la hora de detener los avances del terrorismo fundamentalista es lo que ha permitido que hoy en día se esté hablando del proceso de consolidación de un Estado Islámico, y que su ofensiva tenga a Irak al borde de una guerra civil y de una eventual desaparición como estado y a Siria, todos los días perdiendo terreno frente al auto-denominado califato.

Uno de los varios problemas con este argumento yace en que sobredimensiona los efectos negativos que tiene el uso de la diplomacia (en vez de la fuerza), y a su vez pasa por alto las consecuencias contraproducentes que han tenido las intervenciones militares. Asumir que el uso del recurso militar sólo fortalece (y nunca erosiona) la capacidad de control y de ejercicio del poder de un país poderoso es a lo menos ingenuo. Y para probar esto, solo basta retroceder algunos años y recordar la gran ola de antiamericanismo que desató la política exterior de la administración Bush después del 11 de Septiembre y, particularmente, su decisión de intervenir ilegalmente en Irak.

Pero el intervencionismo no solo produce un sentimiento anti-americano, también alimenta al fundamentalismo y le facilita su proceso de reclutamiento: entre más ejerza su poderío militar Estados Unidos, más motivos tendrán sus enemigos para denunciar sus abusos y arbitrariedad y por tanto, más razones y argumentos tendrán para intentar atacar y destruir a la potencia. La paradoja es evidente: usar el intervencionismo militar para incrementar la seguridad estadounidense frente a la amenaza fundamentalista, puede resultar en el efecto exactamente opuesto al deseado.

Tristemente, este último argumento no es incompatible con la tesis de los Republicanos. Para decirlo más claramente: es posible que Estados Unidos se encuentre en un escenario en el que pierde si hace uso más sistemática y frecuentemente de su poderío militar, y también pierde si opta por las vías diplomáticas, de sanción económica y/o si decide actuar por medio de la institucionalidad internacional. Ni siquiera es posible descifrar de qué forma se pierde menos, porque ambas estrategias -en el largo o en el corto plazo- tienen el potencial de resultar perjudiciales para la preservación de la seguridad estadounidense y para el mantenimiento de su estatus como potencia a nivel internacional.

No se ha descifrado (y probablemente no se hará) la combinación perfecta de herramientas diplomáticas, económicas y militares para contener el avance de un proyecto opuesto a muchos principios propios de la civilización occidental y que cada vez parece más fortalecido y unificado. Al contrario, el Estado Islámico se ha convertido en una Hidra de Lerna: por cada cabeza que Estados Unidos y Occidente corten, surgirán dos.

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