Debacle of the Obama Era

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El descalabro de la era Obama

En el 2009 escribí sobre la elección de Barack Obama y si bien me simpatizaba el triunfo, pues era una bofetada al racismo, tenía la certeza que no era la mejor decisión de los votantes: poner a un neófito en la Casa Blanca.

De la misma forma que fue un tremendo error poner en Miraflores a un liderzuelo gritón y confrontativo, un tipo que ni de presidente de la junta directiva de la colonia lo quisiera ver, de la misma forma poner a un inexperto a dirigir los destinos de la principal potencia mundial, me parecía un error.

Barack Obama llegó a la presidencia no tanto por su capacidad sino porque la gente se enamoró enloquecidamente de una idea, sin darle importancia a su escuálida hoja de vida en materia de liderazgo, de manejo de organizaciones grandes, de experiencia en política. Nada que ver con G. W. Bush o W. Clinton que fueron gobernadores.

No solo Europa -la educada cuna de la civilización moderna-, cayó rendida a sus pies, sino que además hasta la Real Academia de las Ciencias de Suecia, en un absurdo casi histórico, le dio el Nobel de la Paz sin ningún atestado real para merecerlo.

Se enamoraron de la idea de una revolución cultural en los Estados Unidos, que desterraba la matonería y egocentrismo de la era Bush.

Yo simpatizaba desde estas lejanas e intrascendentes tierras con Hillary Rodham Clinton, porque había tenido, a la par de su esposo, una larga experiencia en política. Detrás de “Bill”, había visto, estudiado y aconsejado en no pocos temas de nación

Bush le dejó el campo fértil para un candidato moderado y respetuoso como Barack Obama. Fue el momento oportuno, así como no lo fue para la exprimera dama. A esta pobre la vida la puso a competir contra un invencible Obama, que por su porte natural y manejo mediático insuperable, su voz de tenor y presencia imponente, supo ganarse al mundo entero, pero sobre todo, a los votantes estadounidenses.

Las consecuencias son iguales a lo que pasó en El Salvador con la nefasta era de Funes.

Que ganara el partido de izquierda era una necesidad histórica en el país. Era necesario para detener la soberbia y vanidad -materializada en un manejo incluso irresponsable de la cosa pública-, por una ARENA que se sentía endiosada, y como lo dijo un dirigente del partido, se había olvidado de los más necesitados y había caído en una práctica de decisiones unilaterales (al igual que el gobierno de George W. Bush).

Era evidente que la gente no le había dado el voto de confianza al FMLN por su pasado guerrillero, y por sus constantes exabruptos, así que la imagen fresca (en política) de lo que hasta entonces fue un buen entrevistador y conductor, le dio la oportunidad al FMLN de llegar al poder montado en la ilimitada capacidad de Mauricio Funes, si, capacidad para hablar ante las cámaras, su agilidad mental, la vocalización, el orden de sus ideas bien expuestas, con ecuanimidad, cualidades todas ellas resaltadas aún más ante el triste contendiente que tartamudeaba cada tres palabras. Funes, al igual que Obama, candidatos inflados con helio por los medios, generaron grandes expectativas.

Para mí Funes fue la gran estafa en la historia de la política salvadoreña. Quedamos esperando esa revolución política en democracia que nunca se dio y que incluso empeoró algunas cosas, como la delincuencia pandilleril por el terrible engaño de la tregua.

Hablando del presidente estadounidense, quizá éste no fue una gran estafa, pero sí una muy grande decepción. Los latinos que fueron a votar lo hicieron con la decepción en el corazón por la reforma migratoria que prometió y no cumplió.

Hoy con la derrota en las elecciones de medio período en los EE.UU. que le dan el control a los republicanos en ambas cámaras, quiero decir dos cosas: La política exterior del señor presidente ha sido contraria a su Premio Nobel, pues ha sido tan guerrerista o más pues de forma solapada ayudó al caos en Túnez, Libia, Egipto y ahora, con más encono, en Siria. Dicha política ha sido errática y, lo peor, pusilánime lo cual se evidencia cuando se confronta con el matón de Vladimir Putin. Nunca me había parecido la política exterior del imperio con tan poco rumbo.

En segundo lugar, por la bofetada que significan estos resultados electorales a su gobierno, puedo concluir sin temor a equivocarme, que también ha decepcionado en la política interna a su pueblo.

En Honduras también se sufre esa política exterior amanerada e ingenua que le dio preponderancia a las locuras de Hugo Chávez. Cero geopolítica en su cabecita y por ello, en parte, es también mi resentimiento contra el señor presidente.

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