Muchos inmigrantes en Estados Unidos acaban de vivir el mejor día de su vida. La decisión ejecutiva del presidente Barack Obama -que protegerá de la deportación y dará permisos de trabajo a más de cuatro millones de inmigrantes- no era todo lo que esperábamos pero sí es motivo de celebración. Sí se pudo.
Esta es una clara victoria de la comunidad latina. Esto no es algo que nos dieron. Esto es algo que les arrancamos. Estamos pasando de grandes números -somos más de 55 millones- a una pequeña cuota de poder. Ya era hora. Esta es la medida migratoria más importante en casi 50 años -desde el cambio de la ley de inmigración en 1965. La medida del presidente Obama impacta, incluso, a más personas que la amnistía de 1986 (que legalizó a tres millones).
Nadie la quería. Pero se logró. No podemos olvidar que los republicanos y su líder, John Boehner, bloquearon este mismo año la reforma migratoria en la cámara de representantes. Se negaron a votar sobre el plan del Senado y a proponer algo nuevo. Esto llevó al presidente Obama al extremo.
Hay que reconocerlo. Obama tampoco creía tener la autoridad legal para proteger a millones de indocumentados. Me lo dijo a mí personalmente y lo repitió muchas veces más. “No soy un rey”, dijo una vez. “No soy el emperador de Estados Unidos”, dijo en otra ocasión. Pero su posición evolucionó, cambió de punto de vista y ahora sí cree tener la autoridad para hacer lo que hizo el pasado 20 de noviembre.
Tiene razón. Esto es precisamente lo que hacen los presidentes; toman decisiones ejecutivas sobre los grandes problemas del país. Los mandatarios Republicanos, Ronald Reagan y George Bush Sr., también tomaron decisiones ejecutivas -en 1987 y 1990, respectivamente- para beneficiar a millones de indocumentados. Es hipócrita criticar a Obama por hacer lo mismo.
¿Qué llevó a este cambio en la postura del presidente Obama? Primero, la intransigencia de los Republicanos en el congreso. Luego, la enorme presión que Dreamers (o estudiantes indocumentados), congresistas hispanos, organizaciones latinas y muchos periodistas pusimos en la Casa Blanca. Pero creo que, en el fondo, había algo mucho más personal. Era una deuda pendiente del presidente Obama. El presidente nos hizo una promesa en el 2008 -presentar una propuesta migratoria en el congreso durante su primer año de mandato- y no la cumplió (a pesar de que los Demócratas tenían el control de ambas cámaras del congreso). Ese error le ha pesado en toda su presidencia. La decisión ejecutiva que acaba de tomar es una manera de compensar por esa promesa incumplida y de hacer las paces con la comunidad latina. Esta es, desde luego, mi propia interpretación. Cierta o no, millones le agradecen lo que hizo. Esta acción ejecutiva es solo el primer paso. Muchos se quedaron fuera. Me duele particularmente que no incluyera a los padres de los Dreamers. Y no olvidemos que es temporal y que puede ser revocada por el próximo presidente. Por eso, el nuevo objetivo es comprometer a los candidatos presidenciales de ambos partidos a no revocar esta decisión y a promover una reforma migratoria, permanente, para el 2017. Mientras tanto, es importante decirle a mexicanos y centroamericanos que están pensando en venirse ahora mismo a Estados Unidos, que no califican para esta acción ejecutiva. Es solo para los que ya están aquí, para los que llegaron antes del primero de enero del 2010. Sería muy peligroso venir y, sobre todo, sería una pérdida de tiempo y dinero. Por último, tengo que reconocer que Estados Unidos ha sido sumamente generoso conmigo y que esta decisión presidencial reafirma mi convicción de que, al final de cuentas, este sí puede ser un gran país con los inmigrantes. Thanks. Really.
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