Champion of Human Rights

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PALADÍN DE LOS DERECHOS HUMANOS

El recientemente desclasificado informe relativo a torturas practicadas por agentes de la CIA estadounidense en contra de sospechosos de pertenecer a la organización Al Qaeda pone de manifiesto la doble moral con la que Estados Unidos suele tratar ciertos asuntos. Es verdad que el tema es atribuible a la administración de un presidente, quien como George W. Bush, accedió a La Casa Blanca en medio de sospechas de que, cuando menos, no se respetó la voluntad mayoritaria de los estadounidenses.

Da la impresión de que para algunos políticos, la Constitución y las leyes deben aplicarse cuando son funcionales a sus intereses y de manera alguna, cuando se contraponen a ellos.

Después del 11 de septiembre, cuando un audaz golpe determinó no solamente la caída de las Torres Gemelas, sino que puso de manifiesto que el considerado mejor sistema de seguridad del mundo es vulnerable.

La censura de prensa, algo estrictamente prohibido por la normatividad interna de ese país, fue aplicada inmediatamente después de producirse los ataques. Que la moral de la nación hubiera estado en juego no es un argumento que vaya a justificar las prohibiciones aplicadas a los medios y que éstos hubieran aceptado las limitaciones claramente ilegales.

Sin embargo, ése puede calificarse como un tema interno, que para el mundo resulta irrelevante. Allá ellos si impiden a sus ciudadanos conocer la verdad de determinado hecho, pero ¡guarda! si algo así ocurre en otra latitud. Las acusaciones y las sanciones sobrevendrán inexorablemente. Cuba y Venezuela pueden dar fe de lo afirmado en este párrafo.

Se ha escuchado a los medios encargados de difundir la propaganda de Washington que en los años de José Stalin al frente de la Unión Soviética, los campos de concentración y las acciones represivas a los adversarios políticos eran una acción común.

Las críticas y las condenas eran el pan de cada día. Seriales televisivas como Misión Imposible abanderaban esas campañas.

¿Qué autoridad moral pueden tener esos mismos redactores de mensajes si en su propias sentinas, sospechosos son sometidos a brutales torturas, algunas de las cuales han sido documentadas y en el presente, no existe un país adversario, como pudo haber sido la URSS en su momento, para sancionar esos hechos?

Estos hechos, además, dejan sin discurso creíble y consistente a los exiliados cubanos o venezolanos, quienes presentan al modelo de Estados Unidos como el paradigma de la libertad.

El país del norte no ha podido esconder por más tiempo el fango que inunda sus propias cárceles.

¿Pueden, en ese sentido, las autoridades de esa enorme nación presentarse a sí mismas como paladines de la defensa y cumplimiento de los derechos humanos?

Seguramente, lo seguirán haciendo, pero cada vez más, su credibilidad y sus intervenciones solamente podrán apoyarse en la fuerza de sus misiles y de sus cañones, además de sus propios instrumentos de tortura.

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