La asombrosa declaración oficial norteamericana de que Venezuela se ha convertido en “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior”, aparece confirmando a la muy pobre política exterior de Obama para con esta parte del continente. Si se trataba de desacreditar al régimen chavista, había necesidad de afectar a Venezuela entera, como Estado, sin diferenciar entre ese respetable país y sus repudiables gobernantes?
Si siete o más funcionarios y ex funcionarios del régimen esconden dineros mal habidos en el sistema bancario norteamericano o son responsables de condenables tratativas con terroristas y narcotraficantes, ¿no era preferible denunciar pormenorizadamente a esos ladrones y a esos delitos para que quedaran en evidencia ante el mundo y, en especial, ante el resto de América Latina?
Hace rato que Obama está siendo vapuleado por su entera política exterior y, en lo que a nuestra región concierne, en estos momentos por acusaciones de blandura en el diálogo con el castrismo. No solo el Tea Party y la derecha republicana sino también algunos demócratas y moderados de ambos partidos han venido presionando para que se tomen medidas más duras que balanceen esa supuesta debilidad en el caso de Cuba. La invitación parlamentaria para que Netanyahu hablara en el Congreso sin invitación del Ejecutivo ni entrevista con el Presidente, solo pudo leerse como una fuerte censura del Legislativo a la manera en que se están conduciendo algunos asuntos exteriores. No importa si la razón la tuvo Obama o el Congreso, lo que importa es el desaire y la grave fisura que está delatando.
Es posible que, desde una visión norteamericana, sea a través de Venezuela que en América Latina están penetrando potencias extra continentales como Rusia, China y el temido Irán. Moscú instaló en Venezuela, dos fábricas de los famosos Kaláshnikov, arma favorita del terrorismo mundial; China se apresta a construir en Nicaragua un canal competidor del de Panamá y se ha revelado que Chávez habría intentado –no se sabe aún con qué éxito- que Argentina retomara la provisión de material nuclear a Teherán, iniciada años antes y cancelada por Argentina en 1992. Todo el mundo recuerda, además, que Chávez propuso formalmente el reconocimiento de las FARC como combatientes legalmente legítimos y el respeto internacional de la “soberanía” resultante sobre los vastos territorios que esos narcotraficantes criminales por ese entonces dominaban.
Se comprende que, para el ciudadano norteamericano promedio, esas acciones puedan considerarse atentatorias de la seguridad nacional de su país pero, de nuevo, no podía sancionarse solo al gobierno en lugar de castigar al país entero? Se trata del mismo error conceptual que llevó a Washington a mantener por cincuenta y cinco años el indefendible embargo sobre Cuba, afectando a sus pobladores, sin diferenciarlos del régimen castrista. El próximo once de abril dará comienzo en Panamá la séptima Cumbre de las Américas (¿hace falta recordar la de Mar del Plata?). Allí Obama tenía la oportunidad dorada de dirigirse a la entera América Latina para invitarnos a todos, quizá a través de la OEA, a participar o al menos monitorear las inminentes negociaciones, escalón por escalón, de su deshielo con Cuba, cosa que debió hacer desde el principio pero prefirieron, otra vez, ignorarnos. Se habría retirado de la reunión aplaudido y con un logro importante para la historia de su gobierno.
No lo hizo y, al castigar a Venezuela por culpas que son de su régimen, no del país como tal, refuerza los argumentos de sus enemigos populistas en la región y obliga a aquellos otros gobiernos que ya están hartos del chavismo, a acercarle un apoyo a Venezuela, aunque ello suponga renovarle el aire a Maduro. Cierre de lamentar para la política exterior de una presidencia que, en su momento, despertó tantas expectativas.
Andrés Cisneros
Ex vicecanciller
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