“Un tal Obama”
En un viaje que hice a Estados Unidos a mediados de 2008, fui invitado a cenar por dos amigos colombianos de quienes yo conocía sus tendencias políticas de derecha, y les pregunté cuál sería el candidato del Partido Demócrata para las elecciones presidenciales que tendrían lugar a finales de ese año, y me respondieron despectivamente: “Un tal Obama”. Desde luego, este par de compatriotas, ya ciudadanos norteamericanos, votarían por el candidato republicano, John McCain, y consideraban imposible que un liberal negro y con nombre y apellido tan ajenos a la gran nación pudiese llegar a la Casa Blanca.
Empecé a averiguar quién era el “tal Obama” y descubrí que había nacido en Hawai, de madre gringa blanca y padre negro africano, y que del senado estatal de Illinois saltó al senado federal en Washington. Que mientras fue congresista en Chicago, adelantó con su esposa Michelle destacada labor social en las zonas marginales de esa inmensa ciudad, y en el Capitolio destacó como parlamentario eficaz y de una facilidad de palabra asombrosa.
En agosto del año mencionado, la Convención de su partido reunida en Denver lo escogió como candidato, derrotando a la otra aspirante, la senadora Hillary Clinton, que sería luego su secretaria de Estado, y quien ahora se perfila como su sucesora en las elecciones del próximo año.
No le he perdido pisada a Obama desde enero de 2009 cuando tomó posesión del cargo,
hasta su participación en la VII Cumbre de las Américas reunida hace poco en Panamá, evento en el que Obama retomó para su país el primer puesto entre las naciones del mundo porque asumió de nuevo el liderazgo que siempre tuvo.
Barack Obama recibió el mando en medio de la más tremenda crisis económica sufrida por Estados Unidos desde la Gran Depresión de los años 30. Grandes empresas financieras colapsaron con las hipotecas basura y mucha gente quedó sin casa y en la ruina. El Presidente se dio la pela y dispuso, con la aprobación del Congreso, que 800 mil millones de dólares se destinaran a fondear los grandes bancos para que no desaparecieran, llevándose a sus clientes a la catástrofe, e implementó, además, una serie de medidas que aún mantienen la tasa de intermediación prácticamente en cero.
Hoy, la recuperación evidente de Estados Unidos recibe los aplausos del mundo entero pues su Producto Interno Bruto está creciendo, y los índices de desempleo bajan sensiblemente.
Así que el “tal Obama”, con su ritmo al andar y al descender de la escalerilla de los aviones, idéntico a los bailes de Fred Astaire en las películas musicales de la Metro, se erige como el más grande líder de la humanidad en el momento actual. No hay chino, ni ruso, ni inglés, ni francés, ni alemán que pueda comparársele.
El buen gobierno de Obama le abre el camino a la señora Clinton para que esta llegue sin afugias electorales a la Oficina Oval de la mansión presidencial, en donde olvidando lo que allí hizo el inquieto de su marido con la becaria Monica Lewinsky, coja las riendas para ejercer el mando.
Quisiera ver por el ojo de la cerradura a los dos colombianos agringados que me dieron noticia del “tal Obama”, quien les dio doble dosis de la medicina, pues fue reelegido en 2012. Para no hablar del reinicio de las relaciones diplomáticas y económicas con Cuba, que es la jugada política de más alto riesgo que ha tomado un presidente norteamericano, luego de 50 años de hostilidades absurdas.
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