Obama and Mexico Plead the Second Amendment

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Obama y México lloran la 2a. enmienda

Yuriria Sierra

06 de Enero de 2016

Ayer, Barack Obama rompía en llanto al recordar a las víctimas de los tiroteos que se han registrado en EU a últimas fechas. Por esos episodios de violencia que se registran en espacios públicos, escuelas o centros comerciales, en donde alguien, por las razones que sean, decide disparar a inocentes, arrebatarles la vida sin más. La esquizofrenia de unos que tiene consecuencias en la vida de otros y que tiene una vía de escape en disparos de arma de fuego de distintos calibres, gracias a una segunda enmienda constitucional que permite a todo ciudadano hacerse de un arma. Es una batalla de muchos años: los más conservadores frenan cualquier intención de endurecer la ley, ellos quieren que las armas sigan siendo un mercado al que cualquiera tenga acceso. Su escudo es justamente la Constitución.

Ahora que está la precampaña presidencial en marcha, se vuelve un muy recurrente tema de debate, aunque en esta ocasión se junta con promesas como las de Donald Trump, quien dice que impedirá la entrada de musulmanes a Estados Unidos, aprovechando la coyuntura de los atentados en París, pero que igualmente aumenta la paranoia que se acostumbra en aquel territorio. Justamente, un par de semanas después de los trágicos hechos en la capital francesa, durante el Black Friday, se registró un aumento en la compra de armas. Según el FBI, se contaron 185 mil 345 compradores, diez mil más de lo que se registró el año pasado. Y eso que en esos mismo días, en San Bernandino, California, lloraban aún a las 14 personas que murieron en un tiroteo perpetrado por dos personas que, se dijo, eran seguidores del Estado Islámico.

El control de armas es un tema delicado, porque así como se señala sus riesgos, la demanda pareciera ir hacia el lado contrario. La gente no deja de comprar armas, por la facilidad con la que esta se realiza: tan sencillo que es ir a un supermercado y adquirirlas como parte de la lista se compras mensuales. Sin embargo es un asunto tan complicado, que esas lágrimas de Obama nos hablan de esa atadura de manos que hoy tiene; a pesar de ser Presidente no puede modificar una enmienda para endurecer el control de venta de armas.

Y si allá sucede con el Presidente de Estados Unidos, acá estamos aún peor, porque ésa enmienda también nos perjudica. Según el Departamento de Justicia de Estados Unidos, entre 2006 y 2011, fueron decomisadas más de 94 mil armas a diversos cárteles mexicanos. Tantísimas armas, tantas como las muertes que provocaron en nuestro territorio. Y justo el detalle, justo como lo dijo alguna vez Felipe Calderón siendo Presidente: “ustedes —Estados Unidos— ponen las armas, nosotros ponemos a los muertos…”. Según el mismo Departamento, alrededor de 70% de esas armas recuperadas entraron a México por la frontera norte, desde Tijuana hasta Matamoros.

El resto llegaron de Guatemala y de lo que los narcotraficantes toman en sus enfrentamientos con militares. Pero ahí está el detalle: el mayor porcentaje del armamento de los cárteles mexicanos llega desde la Unión Americana.

Son varias las formas en que el narco adquiere esas armas. Una de ellas es la denominada “compra de paja”, cuando los traficantes coaccionan o pagan a ciudadanos estadunidenses sin antecedentes penales (único requisito) para adquirir armas y luego transferirlas a los representantes de los cárteles. Durante ese mismo periodo —2006 a 2011— se realizó la Operación Rápido y Furioso, que sin la aprobación ni el conocimiento del gobierno de nuestro país, permitió la venta de armas a grupos criminales con el fin de rastrearlos. El único resultado obtenido, fue una controversia cuando la operación se hizo pública.

En 2015, se contaron 353 tiroteos en territorio estadunidense; mil 314 personas resultaron heridas y 462 perdieron la vida. En esos mismos 12 meses, según datos publicados por Reforma, se registraron cuatro mil 771 asesinatos relacionados con el narcotráfico; 397 por mes, 13 al día. Así que el control de armas les urge a ellos, pero también a nosotros. Desafortunadamente, nada podemos hacer para derogar esa letal Segunda Enmienda. Ni siquiera Obama. Por eso sus lágrimas… y las nuestras.

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