Obama ha presentado ya su último informe de gobierno, State of the Union, tradicionalmente se asume que este es el fin de su mandato. El año electoral está a unas semanas de empezar formalmente con las elecciones primarias y, por lo tanto, el presidente saliente no tiene ya más que hacer. Camina como un pato cojo (lame duck), es decir, ya no camina, no se espera que haga nada relevante.
Lejos de ofrecer ante el Congreso un discurso de despedida, con un autocomplaciente recuento de sus logros, decidió hablar de los grandes retos de Estados Unidos. Con visión de Estado se pone por encima de los desacuerdos y plantea los principales desafíos que su país deberá enfrentar la próxima década.
Cuatro temas principales ocuparon su discurso. Primero habló de la economía; considera indispensable asegurar igualdad de oportunidades para todos, incluyó el tema de la educación y la salud, reconociendo los desacuerdos. En segundo lugar, habló de los desafíos implícitos por el cambio tecnológico. En tercer lugar, hace un esbozo de cómo se debería replantear la política internacional y, por último, plantea la necesidad de transformar el cómo se hace política internamente, considera que la relación bipartidista está siendo innecesariamente disfuncional.
La economía ha cambiado radicalmente y seguirá cambiando, la realidad del siglo XXI supone transformar la política de empleo, debe dar seguridad económica a empleados y empleadores partiendo de la inestabilidad. Difícilmente alguien conservará el mismo trabajo por 30 años.
Gobierno, sociedad y empresarios necesitan asumir responsabilidad sobre el cambio climático, es indispensable buscar fuentes de energía limpia. En el país del automóvil, reconoció la necesidad de repensar al transporte público como un imperativo sustentable.
La seguridad nacional y, por tanto, la relación de Estados Unidos con el resto de los países, necesitan una nueva visión. Reconociendo que son la primera economía y la primera fuerza militar, la seguridad nacional provendrá de una manera radicalmente distinta de enfrentar amenazas terroristas.
Sin hablar de manera directa de Donald Trump, hizo una elegante alusión a la necesidad de asumir al país como parte de un mundo abierto, cuya seguridad no puede provenir de políticas maniqueas basadas en discriminaciones raciales o religiosas.
Me parece especialmente significativa la autocrítica que hizo de la política interior, así como de la relación bipartidista. Aceptó humildemente como uno de sus fracasos no haber sido capaz de tender puentes entre demócratas y republicanos.
A punto de iniciar el proceso electoral, critica la forma en la que los partidos se relacionan con los ciudadanos y los alejan de la política. Conminó a los dos partidos a abandonar tácticas del gerrymandering y dejar de diseñar distritos a modo de obtener triunfos que manipulan la voluntad ciudadana.
Arremetió en contra de las Súper PACs, sin mencionarlas. Reconoció que la forma en que se han encarecido las campañas y el financiamiento de las mismas a través de donaciones anónimas de unas cuantas familias ha dañado la política norteamericana. Reducir las campañas a una carrera de financiamiento aleja al ciudadano de las urnas e inhibe la participación, es decir, empobrece la política.
A partir del reconocimiento de que la pluralidad y la diversidad política son indispensables en la democracia, reprochó a ambos partidos los estragos causados por la polarización de sus posturas. Las voces extremistas, siempre minoritarias, hacen que la mayoría se margine de la discusión política, se ha impedido la cooperación entre partidos y la calidad del debate político es paupérrima. El extremismo político ha alimentado el rencor entre políticos y la desafección ciudadana para participar en la política. La democracia se fortalece a partir de la confianza entre los partidos, pero sobre todo de la confianza de los ciudadanos en la política. Es urgente arreglar este sistema político.
Están por terminar ocho años de Obama, a juzgar por su discurso, su último año gozará de la libertad que le da saber que ya se va. Barack Obama es un gran orador.
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