Trump, un salto al vacio
La Presidencia de Donald Trump ha revalorizado el papel de las instituciones democráticas, respecto de la estabilidad y la prosperidad de las sociedades a las que gobierna. Sin duda, existen sociedades descontentas con el desempeño de sus instancias públicas, pero, en los retos contemporáneos, es imposible pensar que las soluciones de política pública traerán resultados positivos por la simple emisión de un decreto, la ocurrencia como principal determinante en la toma de decisiones o mediante la negación de los criterios técnicos obtenidos a partir de años de experiencia en la lucha por la seguridad, la fortaleza económica o la diversificación energética.
21 de Febrero de 2017
Donald Trump cumple un mes al frente de la potencia más importante del mundo y en tan sólo cuatro semanas ha demostrado que existen perfiles capaces de representar saltos al vacío por la incongruencia de sus planteamientos y la incertidumbre en sus resultados. Contados periodos en la vida institucional de Estados Unidos como los acontecidos en la era Trump. Resulta extraño constatar la alta capacidad para el conflicto y la especulación que tiene el equipo compacto de la Casa Blanca, sin que estos cambios en la forma de hacer política signifiquen beneficios reales en la vida de los estadunidenses. En la última semana, los alrededores de la Oficina Oval tuvieron su primera crisis con la salida de Michael Flynn, titular del área más sensible en la toma de decisiones del Presidente de Estados Unidos, que es el Consejo de Seguridad Nacional. El General retirado se vio obligado a dimitir por los contactos establecidos con servidores públicos rusos y que no fueron del todo bien explicados al vicepresidente Mike Pence. Lo llamativo es que la crisis no se detuvo con la renuncia del General Flynn, sino siguió cuando el favorito para reemplazarlo, el vicealmirante Robert Haward, declinara la invitación presidencial a liderar la oficina más codiciada para la reputación de los expertos de seguridad nacional en Estados Unidos, quizá por los estilos poco técnicos que se imponen a lo largo de toda la estructura que rodea al mandatario de ese país, según interpretaran algunos medios de comunicación. A esta polémica se suma las distintas filtraciones hechas a los medios, de las conversaciones sostenidas entre el presidente Trump y algunos mandatarios internacionales, donde el tono de la plática no fue en los mejores tonos diplomáticos correspondientes.
Si al interior de la Casa Blanca se vive conflicto, éste trasciende a la arena pública estadunidense. Donald Trump vivió una tensa conferencia de prensa donde además de proveer datos imprecisos del sistema electoral, no dejó de lado la descalificación sistemática a los medios al señalar que han perdido la credibilidad de la sociedad estadunidense. En varios momentos se mostró adverso a los planteamientos de los reporteros acreditados, e incluso responsabilizó a la prensa de obstaculizar con su cobertura, la posibilidad de acuerdos con Rusia. Asimismo, pidió a una reportera afroamericana organizar una reunión con congresistas de la misma raza. En un evento público posterior, Trump dio a entender el acontecimiento de un acto terrorista en Suecia, cuando apenas se trataba de una referencia a un reportaje sobre el supuesto incremento del delito del orden común, explicado como consecuencia de aceptar a un número creciente de migrantes.
En el marco de declaraciones desatinadas y laxos desempeños diplomáticos, el Parlamento de Reino Unido se debate sobre la conveniencia de recibir al presidente Trump en próxima visita de Estado. Mientras, por otro lado, el vicepresidente Mike Pence intenta regresar a su cauce las relaciones con la Unión Europea, enfatizando los valores y objetivos comunes que tiene la primera potencia mundial con esa región del mundo. En cualquier caso, en este primer mes la administración Trump ha finalmente enseñado al mundo los riesgos de elegir a perfiles políticos que capitalizan el descontento ciudadano, pero en los hechos no cuentan con las capacidades ni los criterios técnicos para transformar las realidades de millones de personas. Esperemos que México no deba sufrir un periodo constitucional similar, para caer en cuenta de ello.
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