El lunes entró en vigencia el primer grupo de sanciones impuestas por Estados Unidos contra Irán, luego de que Trump decidiese desconocer el acuerdo alcanzado, en julio de 2015, entre los países miembros del Consejo de Seguridad y Alemania con la nación persa para contener la expansión de las armas nucleares en Oriente Medio.
Las sanciones, que penalizan la comercialización de vehículos y la compraventa de divisas con Irán, abren un nuevo conflicto diplomático y comercial entre la Unión Europea y EEUU. En el ámbito diplomático, huelga recordar que tras la determinación estadounidense de desconocer el pacto nuclear, los líderes de la UE, principalmente el Mandatario francés y la Canciller alemana, salieron al frente para defender este convenio, recordando que Teherán se ha mantenido fiel a los términos acordados, lo que ha permitido contener la nuclearización iraní; y a la vez ha sido crucial para abordar otras cuestiones geopolíticas como la resolución de conflictos armados en Irak, el Líbano y Afganistán. Y por esta misma razón resaltaron la importancia de asegurarse de que el acuerdo se mantenga en pie.
Condición que sin embargo depende en gran medida de contener los efectos de las sanciones estadounidenses contra la economía iraní. Esto porque, como previsiblemente ha adelantado el presidente Hasan Rohani, su nación va a respetar el acuerdo solamente si los intereses de Irán están garantizados por el tratado, pero éste si termina convirtiéndose solamente en “un documento”, van a retomar el enriquecimiento de uranio a niveles industriales, echando por la borda años de esfuerzo en procura de ahuyentar la amenaza nuclear en una de las zonas más inestables y conflictivas del planeta. De allí que la nueva ronda de sanciones estadounidenses contra Irán constituya una prueba de fuego para la diplomacia europea.
Al respecto, los expertos coinciden en que las empresas transnacionales como Total y Renault, que reforzaron sus inversiones en Irán desde que entró en vigencia el acuerdo nuclear, necesariamente tendrán que reducir sus inversiones en el país persa, ya que también tienen intereses en Estados Unidos, mucho más grandes. De allí que no podrían sortear las sanciones norteamericanas. Y lo propio ocurriría con el resto de las compañías que también tienen negocios en EEUU.
En cualquier caso, además de dañar a la economía iraní y a ciertas compañías transnacionales, no queda duda de que a final de cuentas el que saldrá más perjudicado con tales determinaciones será el propio Gobierno de Estados Unidos, ya que le restan validez como Estado signatario de tratados internacionales; lo que a su vez menoscaba su influencia en el ámbito internacional, tal como antes ya ocurrió con su polémica ruptura del Acuerdo climático de París. Y es que, como bien reza un conocido refrán, uno vale lo que su palabra vale.
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