Resulta, afirman en las redes muchos buenos y preocupados ciudadanos de Estados Unidos, que los cientos de miles de personas que en los últimos días salieron a protestar en las calles de las principales ciudades del Imperio son vándalos, delincuentes, saqueadores… ¡comunistas!
Resulta que ahora están asustados por la reacción de aquellos a quienes un día —todos los días— les pasaron por el lado y, no solo les negaron la limosna, sino que cruzaron a la otra acera, o dieron un pequeño corte en el carro para eludirlos, como se evita matar a un perro. Por mucho tiempo… simplemente los ignoraron. Pero estaban allí.
Resulta que por años esos miles ¿millones? dormían en los pisos, en los edificios derruidos, en las cunetas y los parques de suburbios… Comían de las sobras, de las migajas, de las limosnas y del robo. Robaban para comer y alimentar a sus hijos. Traficaban con lo que podían. Las drogas, que otros traían de muy lejos, o fabricaban en casa, eran su negocio más próspero; las consumían, seguro, pero vendían mucho más, en las calles oscuras, en la salida de las escuelas, en esos mismos edificios abandonados. Allí donde estuvieron siempre, y nadie los veía.
Resulta que eran negros, muchos negros… pero también muchos blancos, asiáticos, árabes, «mexicanos»… ¡Y pobres, muy pobres! Eran los acogidos en el país del sueño americano, y abandonados por él a su suerte, sin un pasaje de vuelta en su bolsillo ni en sus almas, sin un pasaporte de cualquier bandera, los sinpatrias, los sintechos que nadie quería.
Resulta que muchos de ellos, jugándose la vida en una balsa, en un río más que bravo, en manos de asesinos de las mafias fronterizas… llegaron allí cuando todavía eran personas, cuando podían hacer y lo hacían, los trabajos más duros, los trabajos esclavos. Eran, y por millones siguen siendo, las tuercas invisibles del engranaje que mueve la maquinaria donde solo valen los números en los bancos. Son las piezas desechables. No hablan, no miran a los ojos, nacieron para servir, si en el ejército, aun mejor ¡Yes Sir!… pero siempre esperando su momento.
Resulta ahora que las minorías son la mayoría. Los marginados por la sociedad del sálvense quien pueda, los engañados por un sueño que nunca fue para ellos están en las calles, por años han estado ahí, con sus frustraciones, con sus vidas miserables, con sus enfermedades curables y sus adicciones, bajo los pisos, bajo las cloacas, bajo las botas de sus dueños y de la mirada cómplice de todos los otros, los verdaderos vándalos del sueño americano, que ahora, y solo ahora, parecen advertir el peligro en sus miradas.
Resulta que nuevamente la maquinaria propagandística del Gobierno made in Hollywood intentará poner «orden» en los cerebros adoctrinados por años de banalidad. Tres o cuatro policías no son símbolo del racismo, el Ku Klux Klan nunca existió, Martin Luther King no tuvo un sueño cuando fue asesinado, los Panteras Negras y los movimientos afroamericanos por la igualdad y los derechos civiles son fruto de la influencia soviética, y el Bronx, apenas, un barrio marginal…
Resulta que Obama fue un accidente que no debe repetirse, las torres gemelas las tumbaron los árabes, la COVID-19 la inventaron los chinos y se mata con cualquier cosa. Donald Trump es un gran presidente, vayamos todos a jugar golf y a votar por él… Usted puede volar al cosmos… George Floyd murió de un infarto… Tome Coca Cola y… pague lo que le debe… ¡Dios salve a América!
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