La mejor defensa es el ataque
Paso a paso y en todos los frentes Estados Unidos, acompañado en este proceso por la Unión Europea, buscó conducir a Rusia a la irrelevancia. La extralimitación se produjo en 2013-2014 en relación a Ucrania
De acuerdo a la Agencia de Ciberseguridad de Estados Unidos, a lo largo de meses los servicios de inteligencia rusos han penetrado masivamente las redes de computación públicas y privadas, militares y civiles de ese país. Ello, mientras la atención estadounidense se centraba en tratar de proteger su sistema electoral de la interferencia electrónica rusa. De hecho, las elecciones presidenciales de 2016 evidenciaron un nivel sin precedentes de interferencia rusa por vía de la manipulación de sus redes sociales y a través de un hacking sistemático destinado a favorecer a Trump. Todo ello es expresión de un Kremlin cada vez más agresivo.
Para entender mejor el comportamiento ruso habría que remontarse a la Unificación Alemana y a la incorporación del país reunificado a la OTAN. Como contrapartida al duro golpe geoestratégico que ello representó para Moscú, para quien Alemania del Este había representado su mejor defensa, el Secretario de Estado estadounidense James Baker garantizó a Gorbachov que ese representaría el límite de la expansión de la OTAN hacia los antiguos espacios dominados por los soviéticos. Desaparecida la URSS y ante una Rusia débil, Estados Unidos se sintió libre de ataduras.
Ello pasaba por alto que desde comienzos del siglo XVIII Rusia había sido una gran potencia mundial, así como una superpotencia entre finales de la Segunda Guerra Mundial y 1992. El primero de los dos Bush comprendió bien que lidiar con un poderoso animal herido requería de cuidado especial. Según sus palabras: “Tratar con un rival herido es tan complejo como hacerlo con uno que se encuentra en el pináculo de su poder”. Esta constatación de elemental sentido común no fue aceptada por sus sucesores.
Por fases sucesivas se incorporó a la OTAN a Hungría, Polonia, República Checa, Latvia, Estonia, Lituania, Bulgaria, Rumania, Eslovenia y Eslovaquia. También se ofreció incluir a Georgia y a Ucrania. Contraviniendo las garantías dadas a Gorbachov, el vecindario de Rusia fue transformado en una esfera de influencia ajena que le era hostil.
El bombardeo a Belgrado y la ocupación de Serbia por parte de la OTAN así como el posterior reconocimiento a la independencia de Kosovo, desatendiendo las fuertes objeciones y sensibilidades rusas, cayeron dentro de este mismo capítulo. El apoyo a las revoluciones de los colores en Ucrania, Georgia y Kirguistán, dentro de la llamada “Agenda de la Libertad” impulsada por Washington, también entraba allí.
En igual sentido Estados Unidos promovió la construcción de oleoductos y gasoductos entre los estados ribereños del Mar Caspio que formaron parte de la Unión Soviética y Europa. En franco desafío de la geografía, ello representó un proceso de altos costos económicos cuyo objetivo fue el de separar a aquellos países de la influencia de Rusia y disminuir la importancia de los hidrocarburos de este último. A la vez, Washington denunció el Tratado Anti Balístico Misilístico con Moscú, propulsando un escudo anti misilístico en Polonia, Hungría y República Checa. Ello propició la minusvalía del armamento nuclear ruso.
Entre tanto se buscó socavar al Consejo de Seguridad de la ONU, único espacio donde Moscú mantiene estatus paritario con Washington. Desde Irak hasta Libia se circunvalaron o manipularon los mandatos del mismo, restándole significación a la voz rusa. Durante dieciocho años, y hasta su admisión en 2012, Rusia luchó por ser admitida a la Organización Mundial de Comercio, la más larga de las negociaciones emprendidas por dicha organización. La razón de esta demora fueron las objeciones interpuestas por Washington en virtud de la Enmienda Jackson-Vanik contra Rusia, una reliquia de la Guerra Fría apenas repelida en 2012.
Paso a paso y en todos los frentes Estados Unidos, acompañado en este proceso por la Unión Europea, buscó conducir a Rusia a la irrelevancia. La extralimitación se produjo en 2013-2014 en relación a Ucrania. El querer incorporar a este país a la esfera de influencia occidental produjo, finalmente, una fuerte reacción rusa. John Mearsheimer, máximo exponente de la escuela realista en relaciones internacionales, explicaba las razones de la misma: “Las acciones de Putin deberían ser fáciles de comprender. Ucrania, una inmensa extensión de tierra plana que fue atravesada por la Francia napoleónica, la Alemania imperial y la Alemania nazi para atacar a Rusia, sirve como un estado tapón de inmensa importancia estratégica para Rusia. Ningún líder ruso toleraría que una alianza militar que hasta fecha reciente fue la enemiga mortal de Moscú se posicionara dentro de Ucrania. Ninguno permanecería de brazos cruzados mientras Occidente ayuda a instalar a un gobierno que esté determinado a integrar a Ucrania a Occidente.” (“Why the Ucraine Crisis is the West’s Fault”, Foreign Affairs, Sept/Oct, 2014).
A partir de ese momento, Moscú asumió como base de su estrategia la premisa de que la mejor defensa es el ataque. Un ataque sutil, pero implacable.
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