-Salvador Ramos, un joven de 18 años recién cumplidos, dispara en contra de su abuela, después ingresa armado a la Robb Elementary School para atrincherarse en un salón de clases y asesina a dos profesoras y a 19 niños-. Niños y niñas que fueron a su escuela como cotidianamente lo hacen millones de infantes. Niños y niñas que murieron sin razón a manos de un joven, que también tendría que haber estado dentro de un recinto educativo recibiendo clases y socializando con sus amigos. Un joven que decidió comprar un rifle y un chaleco antibalas a solo unos días de haber cumplido años para perpetrar una masacre atroz y posteriormente ser abatido.
Hace apenas unos días escribí acerca de otro joven de también 18 años el que, aludiendo a la supremacía blanca, disparó en contra de una comunidad afroamericana en un poblado de Buffalo. En esta ocasión la fatalidad ocurrió en Uvalde, un poblado que se encuentra aproximadamente a 3 horas de Dallas, Texas. Empero, a diferencia de lo ocurrido en Nueva York, este asesinato múltiple no parece tener motivaciones raciales o étnicas (aunque algunas de las versiones que corrieron de manera inmediata en la web así lo afirmaran); sin embargo, también fue un acto premeditado y, claramente, lleno de odio.
Entonces, quitándole el velo racista y xenófobo en los que se suelen enmarcar estos actos (a los que por ningún motivo intento minimizar las problemáticas de salud mental en niños y adolescentes, tampoco los señalamientos a las motivaciones discriminatorias), tenemos que hablar seriamente de la regulación de armas en Estados Unidos. Para ponerlo en perspectiva, EE.UU. es el país con más civiles propietarios de armas de fuego.
Se estima que en 2018 había 120.5 armas por cada 100 habitantes, en comparación al año 2011, donde solo había 88 por cada 100 ciudadanos. Conforme a los datos publicados en el mes de abril por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), los “accidentes” relacionados con armas de fuego ya superaron a los siniestros automovilísticos para convertirse en la principal causa de muerte de niños y adolescentes estadounidenses en 2020; de igual manera, a principios de este año se realizó un estudio por parte de Annals of Internal Medicine donde afirma que 7.5 millones de estadounidenses compraron por primera vez un arma en el lapso de enero 2019 y abril 2021.
Es decir, se calcula que en nuestro país vecino hay 390 millones de armas en circulación (2018) según Small Arms Survey y, aunque no necesariamente se correlacional, a partir de este año han ido en aumento los tiroteos masivos en Estados Unidos, 417 en 2019; 611 en 2022; 692 en 2021 y en lo que va del año 213 según los datos de Gun Violence Archive (GVA, por sus siglas en inglés). No podemos seguir pensando como el republicano, Ken Paxton, quien recomendó que la solución a estas tragedias es “armar a las plantillas docentes”. Hoy más que nunca se debe profundizar en una regulación mucho más estricta. Pongamos ya un -alto al fuego-, un alto a las armas.
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