The principles behind Trump’s political and economic program could once again dominate U.S. politics.
The legal case against against former President Donald Trump presents only two possibilities: either he goes to jail, or he emerges strengthened politically. Unfortunately, his administration is not on trial for their great social crimes, as a result of which inequality and poverty became more acute, thousands of U.S. residents died because of the way the COVID-19 pandemic was managed, and society became polarized through a narrative based on racism and fear of The Other.
His stated objective was to relentlessly attack the idea, institutions and legality of the public interest and the common good, such as that representing issues like free social security and anti-hunger programs and other global issues such as climate change. Trump categorically refused to recognize climate change to the extent that he pulled the U.S. out of international agreements to mitigate it. His approach was the opposite of collaboration: He reversed all restrictions on the use of fossil fuels in the U.S. in spite of the scientific studies that have demonstrated that is among the causes of global warming.
The principles behind Trump’s political and economic program could once again dominate U.S. politics. These ideas include the deconstruction of the regulator state, an all-out offensive against state social commitments and services. Trump justified his offensive with racist rhetoric and speech that stirred up fears about Mexican and Islamic immigrants, among others from other cultures not affirming white supremacy.
Steve Bannon, a senior adviser to Trump’s 2016 presidential campaign, revealed the administration’s hidden objectives when he stated that it aimed to deconstruct the administrative state as it pertained to the rule of law and institutions charged with protecting the people and their rights.
Instead of protecting social rights, the idea was to protect the huge transnational corporations, which were given unrestricted power without government interference and accorded complete freedom to act over the public interest. Big corporations blatantly seized power under Trump to promulgate laws and policies for their convenience.
It should come as no surprise that among developed countries, the U.S. economy is the most unequal, with the greatest number of poor people; its wealth distribution index is considerably worse than Europe’s and now even worse than Russia and Central Asia. According to the World Inequality Lab’s 2022 World Inequality Report, Trump reduced taxes on the richest 1% of U.S. residents, from 21.8% in 2017 to 20.08% in 2019, the most recent available year.
To advance his profoundly unjust policies, Trump made use of the well-known tactic of dividing and conquering. If the formula is politically valid, it becomes abhorrent when it advances racial or misogynist arguments, or the idea that “torture works.” This language sought to inflame irrational hatred among white workers who believed at the time that they were losing wages and social services.
The Trump administration acted outside prevailing law and norms, convinced that it would emerge unscathed. The charges against Trump are serious — he could go to jail for 20 years — but so is the economic and ideological-political polarization that Trump contributed to during the four years he governed his country. Neither the country’s political parties, its press or the public acknowledge the case against Trump. Trumpism can return to power.
Trumpismo a juicio
Los principios del proyecto político y económico de Trump podrían volver a dominar la política de EUA.
Del juicio judicial iniciado contra el expresidente Donald Trump sólo caben dos posibilidades: que entre a la cárcel o salga políticamente fortalecido. Lamentablemente no están bajo juicio los grandes crímenes sociales que cometió su administración, a causa de los cuales se acentuaron las desigualdades y la pobreza, murieron miles de estadounidenses por el manejo de la pandemia del COVID-19 y se polarizó a la sociedad con una narrativa basada en el racismo y el miedo al otro.
Su objetivo explícito fue atacar sin cuartel la noción, instituciones y legalidad de lo público y del interés común como el que representan asuntos relativos a la seguridad social gratuita, los programas contra el hambre y otros de alcance mundial, como el cambio climático, que se negó terminantemente a reconocer hasta retirar a Estados Unidos de los esfuerzos internacionales para mitigarlo. Hizo lo contrario a colaborar: desactivó cualquier restricción al uso de combustibles fósiles en EUA a pesar de los estudios científicos que han demostrado las causas del calentamiento global.
Los principios del proyecto político y económico de Trump podrían volver a dominar la política de EUA: fueron la deconstrucción del Estado regulador, una ofensiva sin cuartel contra los compromisos y los servicios sociales del Estado, la justificación de esa ofensiva con un discurso que instiga el miedo racial y a los inmigrantes mexicanos o islamistas, o de cualquier civilización diferente a la que afirma la supremacía blanca, anglosajona y protestante.
Steve Bannon, consejero principal de la campaña que llevó a Trump a la presidencia, reveló los objetivos ocultos de la administración cuando dijo que el objetivo era la deconstrucción administrativa del Estado en lo tocante a las leyes e instituciones encargadas de proteger a la población y sus derechos.
La idea era proteger, en vez de los derechos sociales, a las grandes corporaciones transnacionales a las que se les dieron poder sin restricciones ni interferencias de parte del Estado y total libertad de acción por encima del interés público. Con Trump, las grandes corporaciones tomaron el poder de manera descarada para diseñar leyes y políticas a su conveniencia.
No debe extrañar que hoy por hoy, Estados Unidos sea la economía más desigual y con más pobres entre las naciones desarrolladas; su índice de distribución de la riqueza es mucho peor que el europeo y aún peor ahora que el de Rusia y Asia Central. Según el Informe sobre la desigualdad global 2022, del World Inequality Lab, al 1 por ciento más rico de los estadounidenses, Trump le redujo los impuestos desde una participación del 21.8 por ciento en 2017 a 20.08 en 2019, último dato disponible.
Para sacar adelante sus políticas profundamente injustas, Trump se valió del conocido truco de divide para vencer y si la fórmula es políticamente válida, se vuelve repugnante cuando se esgrimen argumentos raciales o misóginos, o el que considera que “la tortura funciona” y con esas palabras se busca exacerbar odios irracionales entre los trabajadores blancos, anglosajones y protestantes que le creyeron al mismo tiempo que se iban empobreciendo en ingresos salariales y servicios sociales.
La administración de Trump actuó por encima de las leyes y normas vigentes, convencida de que saldría impune. Las acusaciones judiciales que tiene Trump en contra son graves, lo encarcelarían por 20 años, pero no lo es menos la polarización económica e ideológico política que contribuyó a decantar durante los cuatro años que gobernó su país. Ese juicio no está siquiera planteado por los partidos o la prensa, ni por la opinión pública; el trumpismo puede volver al poder.
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