A number of Republican candidates for next year’s presidential election are delivering increasingly extreme messages as they vie for the vote of the more reactionary, xenophobic and racist sectors of our neighbor the United States. Prominent among them is Florida Gov. Ron DeSantis, to date the most serious rival for former President Donald Trump in the race for Republican presidential nomination. Trump is currently engaged in a number of legal cases and has been indicted on numerous criminal charges.
Yesterday, DeSantis presented a detailed plan to protect the U.S. southern border, a plan that resembles Trump's fantasy of building a border wall from San Diego, California, to Laredo, Texas, but even more radical. Trump’s project proved completely impossible for a variety of reasons during the New York real estate magnate’s administration.
In addition to the immigration plan, DeSantis has proposed giving states and counties the power to prosecute migrants, in contradiction to the federal government’s exclusive jurisdiction with respect to enforcing immigration laws, jurisdiction the Supreme Court affirmed in a ruling last week.
Morever, the Republican governor is proposing law that would deny birthright citizenship to children of migrants born in the United States; deny any asylum petition filed by a foreign citizen; and tax remittances sent by foreign workers to their home countries, among other measures.
Thus, a central focus of this presidential contest among Republican hopefuls is seeing who can come up with the most atrocious cruelty to foreigners facing tenuous circumstances. The infuriating fact is that the protagonists of this disgraceful competition are providing momentum for politicians as a whole to shift toward even more unfathomable positions. They are fueling racist phobias among vulnerable social groups who are willing to believe that most of the U.S. superpower’s problems derive from the entry of foreign workers without documentation.
One example of this distorted reality is the widespread and grossly false presumption spread by a most reactionary media that migrants bear responsibility for introducing fentanyl into the U.S. This outlook clouds the issue in fighting the vast commerce in fentanyl and other highly addictive substances, while the government overlooks the presence of criminal organizations throughout the U.S.— organizations that U.S. citizens run, for the most part.
Given this scenario, it is imperative that certain responsible Republican politicians — and there are some — distance themselves from racism and xenophobia. Progressive and democratic sectors of our neighboring nation must mobilize to offer the truth and oppose hatred as a campaign strategy, to oppose the dangerous political and ideological tendencies that demonize non-Americans and that are joined, in this and in other aspects, with the extreme right-wing demagoguery that characterizes fascism.
Varios de los aspirantes republicanos a la candidatura presidencial de su partido para las elecciones en Estados Unidos del año entrante han venido radicalizando su discurso en una competencia por el voto de los sectores más reaccionarios, xenófobos y racistas del país vecino. El más destacado en ellos es el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien parece ser, hoy por hoy, el más serio rival del ex presidente Donald Trump –quien está envuelto en diversos procesos judiciales por una numerosas de imputaciones– en la carrera por la nominación.
Ayer, DeSantis presentó un minucioso plan para blindar la frontera sur del país, semejante a las fantasías de Trump sobre la construcción de un muro limítrofe desde San Diego hasta Laredo, pero más radical. Además de semejante obra –cuya inviabilidad por diversas causas quedó fehacientemente demostrada durante los cuatro años de la administración del magnate neoyorquino–, DeSantis ha propuesto dotar a los estados y condados de facultades para perseguir a los migrantes, en abierta oposición a la atribución exclusivamente federal de la aplicación de las leyes migratorias, facultad que se vio reforzada la semana pasada por un fallo de la Corte Suprema de Justicia. Adicionalmente, el gobernador republicano plantea negar la nacionalidad por nacimiento a hijos de migrantes nacidos en Estados Unidos, denegar toda petición de asilo presentada por un ciudadano extranjero y aplicar impuestos a las remesas que los trabajadores procedentes del exterior envían a sus países de origen, entre otras medidas.
Así, la pugna entre los aspirantes republicanos por ver cuál de ellos propone las acciones más atroces y crueles en contra de los extranjeros en situación irregular se ha convertido en uno de los ejes principales de la disputa por la candidatura.
Lo exasperante del caso es que con ello, los protagonistas de esta competencia vergonzosa impulsan el corrimiento a posiciones cada vez más cavernarias del conjunto de la clase política y que atizan las fobias racistas de los entornos sociales dispuestos a creer el embuste de que casi todos los males de la superpotencia proceden de la llegada al país de trabajadores extranjeros sin documentos.
Un ejemplo de esta distorsión de la realidad es la extendida creencia –difundida por los medios informativos más reaccionarios– de que los migrantes son los principales responsables de la introducción de fentanilo a territorio estadunidense, una creencia groseramente falaz que dificulta el combate a la comercialización masiva de esa y otras sustancias altamente adictivas, en la medida en que soslaya la existencia de estructuras criminales que operan por todo Estados Unidos y que están integradas, en su gran mayoría, por ciudadanos de ese país.
En tal circunstancia, resulta impostergable que los políticos republicanos responsables, que los hay, se deslinden del racismo y la xenofobia y que los sectores progresistas y democráticos de la nación vecina se movilicen para ofrecer información verídica, combatir el odio como instrumento de afanes electoreros y contrarresten las peligrosas tendencias políticas e ideológicas que satanizan a los no estadunidenses y que se hermanan, en éste y otros aspectos, con esa demagogia de extrema derecha característica del fascismo.
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These costly U.S. attacks failed to achieve their goals, but were conducted in order to inflict a blow against Yemen, for daring to challenge the Israelis.
These costly U.S. attacks failed to achieve their goals, but were conducted in order to inflict a blow against Yemen, for daring to challenge the Israelis.