Por extraño que pueda parecer, los nacionales chinos ignoraron olímpicamente el debate televisado por CNN a escala mundial entre Donald Trump y Joe Biden que tuvo lugar en la última semana de junio. La crítica en los medios de las grandes ciudades se limitó a calificarlo como una mala pieza publicitaria para la democracia occidental.
Es que dentro del ideario de quienes conducen el país -filosofía que se transmite e impone a la colectividad- la batalla desatada por Estados Unidos en contra del ascenso chino en la esfera global no va a verse sensiblemente modificada con el advenimiento al poder de cualquiera de los dos partidos del “establishment” norteamericano.
Es cierto que fue Donald Trump quien inició los desencuentros entre la primera y la segunda potencia mundial. El hoy candidato republicano había arrancado su presidencia imponiendo aranceles sobre productos chinos por valor de unos 550.000 millones de dólares. De allí en adelante, dentro de los observadores de la geopolítica mundial se incrustó el sentimiento de que Washington veía a Pekín como una significativa amenaza para la economía estadounidense, y de allí que estuviera dispuesto a afectar a las empresas y a consumidores de lado y lado para mantener su hegemonía planetaria.
En Pekín tampoco olvidan que Biden y su entorno demócrata, además de mantener los aranceles de Trump, se dedicó a afianzar los controles a las exportaciones a China de los semiconductores y las tecnologías para fabricarlos, además de alentar continuamente a sus aliados de Europa a que adopten las mismas restricciones. China mantiene igualmente presente el desafío que le significó la incómoda visita en 2022 de la Presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi a Taiwán, una de sus áreas de interés territorial más connotadas.
Hoy con Pamela Harris al frente de la candidatura demócrata, la percepción de Pekín es que esta candidata convertida en presidenta continuará con el propósito de Joe Biden de impedir que China lesione la hegemonía global norteamericana. Si el lema de Trump sigue siendo el de “America First”, es claro que la contención de la influencia de China en el mundo será un alfil en cualquiera de los dos tableros políticos norteamericanos.
En la cancillería china estiman en este momento que en Washington prevalecerá un consenso entre ambos partidos en el sentido de considerar a China un importante adversario. Pero en la práctica las acciones y herramientas internacionales de cada uno de ellos, una vez alcanzado el poder, pudieran ser más o menos favorables. No es posible desentrañar hoy cual política de relacionamiento va a dominar, pero sin duda el coloso de Asia estará dentro de las prioridades de cualquiera de los dos partidos.
Otros elementos relacionados tanto con la seguridad como con la economía han entrado en el juego y son observados por los jerarcas chinos con gran atención. Nos referimos a las guerras regionales en curso y su impacto sobre el gigante de Asia, la solidaridad político- militar norteamericana con Taiwán y las sanciones de EEUU y de los europeos a Rusia.
Trump y Harris manejan muchos temas de política internacional con las mismas herramientas de juicio. Pero hay asuntos vitales específicos en la arena internacional que los irán diferenciando. Donde debemos estar claros es que, a los efectos electorales, la relación con China será utilizada por demócratas y por republicanos como un saco de boxeo.
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