Weaknesses of the American Recovery

Published in La Jornada
(Mexico) on 17 October 2010
by José Antonio Rojas Nieto (link to originallink to original)
Translated from by Jessica Moore. Edited by Sam Carter.
The worst that can happen to an economy is to break the harmony — so to speak — between its basic variables. I like three to exemplify it: industrial production, installed production capacity and level of capacity utilization. Their performance is an expression of reliable social demand levels, which, in turn, depends on employment and wage levels. Both are linked — like the installation of equipment — to capital advances, which Ricardo called pace of capital formation and Marx — with certain necessary adjustments — called the rate of accumulation.

Which indicator would give us signs of the “harmony” between those variables? The overall profitability of the economy. This can be followed in various ways. There is a very interesting relationship between the profits of U.S. non-financial corporations and installed production capacity. If this relationship grows, there is usually success in accumulation, backed by high levels of social demand for production. Just realize that, at times, the success of high demand levels, and consequently of production, might be based on credit, which is more or less normal. But when this support mechanism (not just for investment, but also for consumption) goes beyond certain limits, the success of production growth becomes more and more apparent, more artificial and, as it turns out, a prelude to a collapse of what — one believed — was a virtuous circle.

This happened in the United States from 1998 to 2002, essentially. And after an “apparent” recovery, it worsened from the beginning of 2006 through the middle of 2009. How, then, have these indicators behaved in the U.S. economy — let us say — from the early ‘90s until last month? Apparently very harmoniously from January 1990 until the end of 1997. All rose, including the profitability indicator. But I highlighted “apparently” because one of the basic supports of economic dynamism — real wages of all private companies — not only did not go up, but also accumulated a real decline of nearly 3 percent from January 1990 to June 1995 — four years in a row — in order to level out for a full year. Can you imagine all of the employees whose salaries did not improve for six years? This happened in the United States. After falling, it was not until June 1996 to February 1998 that the American real wage recovered to the level it had been, precisely, in January 1990.

It is certain that on the side of employment, with the exception of a stagnation during the first two years (January 1990 to January 1992) within the larger 20 year period, growth accumulated by 10 percent through the end of 1997, even including a slow but continual increase of real wages, which lasted until December 2003. Nonetheless, with wages on the rise, employment stayed the same for three years, from the beginning of 2001 until the beginning of 2004. Thanks to credit, exaggerated credit and its speculative management, there was an “apparent recovery” from the middle of 2002 through the end of 2007. But, as we all know, everything crashed from early 2008 until the middle of 2009. They lived through an 18-month slowdown of investments, wage stagnation and, most severely, employment. This has been one of the most severe recessions in our neighbor's memory, and, regrettably, that has meant one of the greatest deteriorations in the quality of life of the American working population (our migrants included).

Contradictorily, this deterioration and impoverishment have allowed the U.S. economy to stop falling in the second semester of 2009 and begin to show signs — in various contradictory moments — of a certain recovery during the first 10 months of 2010. But neither at the production level, nor at the capacity utilization level, nor at the employment level have the best moments of this nearly 12-year period, mixed with real and artificial success, been reached. No, no one can say that our neighbors have already recovered (and us with them) because the actual levels are still far below the previous highs.

And because conflicting signals that prevent the guarantee of a sustained recovery still exist. I mention only one: the actual level of U.S. debt. Yes, our neighbors owe more than twice than what they produce. They hold close to 40 percent of world debt. Nothing more than this calls everything into question. Only this, for the financial fragility it represents. No doubt.


rojasags@yahoo.com.mx


Lo peor que le puede pasar a una economía es romper la armonía –por decirlo así– entre sus variables básicas. Me gustan tres para ejemplificarlo: producción industrial, capacidad industrial instalada y nivel de utilización de esa capacidad. Su comportamiento es expresión del nivel de la demanda social solvente, la que a su vez depende de los niveles de empleo y de salario, también vinculados –como la instalación de equipos– a los adelantos de capital, a lo que Ricardo llamó ritmo de formación de capital y Marx –con ciertos ajustes necesarios– tasa de acumulación.

¿Qué indicador nos daría señales de la armonía entre esas variables? La rentabilidad global de la economía. Ésta se puede seguir de varias formas. Hay una muy interesante, el de la relación de las ganancias de las corporaciones no financieras de Estados Unidos y con la capacidad industrial instalada. Si esta relación crece, normalmente hay éxito en la acumulación, respaldada por altos niveles de demanda social de la producción. Sólo hay que advertir que en ocasiones el éxito de los altos niveles de demanda y, consecuentemente, de producción, puede estar fundados en el crédito, lo que es más o menos normal. Pero cuando ese mecanismo de apoyo ya no sólo a la inversión, sino también al consumo, va más allá de ciertos límites, el éxito del crecimiento de la producción es cada vez más aparente, más artificial y resulta ser preludio de un derrumbe de lo que –se creía– era un círculo virtuoso.

Eso pasó en Estados Unidos de 1998 a 2002, primordialmente. Y luego de una aparente recuperación, se profundizó de principios de 2006 a mediados de 2009. ¿Cómo, entonces, se han comportado estos indicadores en la economía de Estados Unidos de –digamos– principios de los años noventa hasta el mes pasado? Aparentemente muy armoniosos de enero de 1990 a fines de 1997. Todos en ascenso, incluido el indicador de rentabilidad. Pero señalé aparentemente porque uno de los respaldos básicos al dinamismo económico –el salario real, en este ejercicio el de todas las empresas privadas– no sólo no subió sino que acumuló un descenso real de casi 3 por ciento de enero de 1990 a junio de 1995 –cuatro años y medio continuos –para luego estancarse un año completo. ¿Se imagina usted a todos los asalariados sin mejoría en su salario durante seis años? Eso pasó en Estados Unidos. Luego de caer, apenas de junio de 1996 a febrero de 1998 el salario real estadunidense recuperó el nivel que tenía –justamente– en enero de 1990.

Es cierto que por el lado del empleo, salvo un estancamiento durante los dos primeros años de este largo periodo de 20 años (enero 1990 a enero de 1992) se acumuló un crecimiento de 10 por ciento hasta fines de 1997, incluso ya con una elevación –lenta pero continuada– de los salarios reales que se prolongó hasta diciembre de 2003. Y sin embargo con salario en ascenso el empleo se estancó, incluso durante tres años, de principios de 2001 a principios de 2004. Gracias al crédito –exagerado crédito– y su manejo especulativo hubo una aparente recuperación de mediados de 2002 a fines de 2007. Pero –como sabemos– todo tronó de principios de 2008 hasta mediados de 2009. Se vivieron 18 meses de freno violento de la inversión, de estancamiento salarial y de caída más violenta del empleo. Una de las regresiones más severas de que tengan memoria nuestros vecinos, que –lamentablemente– ha implicado uno de los mayores deterioros del nivel de vida de la población trabajadora estadunidense (nuestros migrantes ahí incluidos).

Contradictoriamente, este deterioro y esta pauperización han permitido que en el segundo semestre de 2009 la economía vecina deje de caer, y que en los primeros 10 meses de 2010 empiece a mostrar signos –en varios momentos contradictorios– de cierta recuperación. Pero ni a nivel de la producción, ni a nivel de la capacidad utilizada, ni a nivel del empleo, se han alcanzado los mejores momentos de ese periodo de casi 12 años de mezcla de éxito real con éxito artificial. Sí, nadie puede decir que nuestros vecinos ya se recuperaron (y nosotros con ellos), porque los niveles actuales están todavía muy por debajo de los máximos anteriores.

Y porque siguen existiendo señales contradictorias que impiden garantizar una recuperación sostenida. Menciono sólo una: el nivel actual de endeudamiento de Estados Unidos. Sí nuestros vecinos deben más del doble de lo que producen. Concentran cerca de 40 por ciento de la deuda mundial. Ya nada más eso pone en cuestionamiento todo. Sólo eso. Por la fragilidad financiera que representa. Sin duda.

rojasags@yahoo.com.mx
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