The most famous photo of recent times (while we wait for the truly famous photo to appear, the one which hasn’t yet been seen) is the one in which President Obama and his team are seen watching images coming out of Pakistan, in which they could apparently see the attack on the house where bin Laden, the most wanted terrorist in the world, was hiding as it was happening. All those present, except Secretary of State Hillary Clinton, were watching the screen with interest, doubtless conscious of the gravity of the event they were witnessing. The exception among these serious expressions, committed but unassuming, like those of observers of a master class that they will later have to summarize, was that of Hillary Clinton, who was holding her chin and mouth at the same time as her eyes were displaying true astonishment. She was watching as anyone would watch an event like the one that would soon hit the headlines, for even though in that team felt they were doing the right thing (“Justice is done,” said Obama when explaining the terrorist’s end), the truth is also that the deployment must have been dramatic, with all the sound and fury of an attack which is being carried out with the intention of arrest or death. The truth is that the photograph affected the whole world, and Hillary Clinton’s expression gave it enormous sentimental significance; in such a moment, she was the only one expressing what the mere mortal would express, whether or not they were in agreement with the proceedings of that unusual terrorist hunt. Now, it turns out, according to what Clinton said in Rome, that she was suffering from the effects of the allergies that always grip her around this time, and that she probably put her hand like that, on her chin and almost to her nose, definitely covering her mouth, because she feared a sneeze. I’ve had allergies since I was two; spring is a curse for me and for all the allergy sufferers I know, and I don’t doubt that the same evil of every spring is attacking her. However, I must disagree with her; we allergy sufferers don’t place our hands like that. From what I’ve observed in so many fellow sufferers of this spring misfortune, what we do is put our finger (generally the index finger of our right hand) under our nose; in that way we try to ward off a stentorian sneeze, particularly if we are in a meeting or a public place where those present could feel disturbed by the sound escaping from our noses. In any case, that is what Hillary Clinton has said and, at least for me, it made me forget the fiercely human quality of her face. It wasn’t astonishment, it was a sneeze. That’s too bad; why did she have to explain it?
No era estupor, era estornudo
La foto más famosa de la reciente historia, a la espera de que aparezca la foto verdaderamente famosa, la que aún no se ha visto, es esa en la que aparecen el presidente Obama y su equipo contemplando imágenes que venían de Pakistán y en las que supuestamente se veía en directo el proceso de asalto a la casa en la que vivía escondido Bin Laden, el terrorista más buscado del mundo. Todos los presentes, menos Hillary Clinton, la secretaria de Estado, miraban a la pantalla con interés, conscientes sin duda del momento grave del que estaban siendo testigos. La excepción en esos gestos graves, comprometidos pero sencillos, como de espectadores de una clase magistral que luego han de resumir, era la mirada de Hillary Clinton, que se sostenía la barbilla e incluso la boca al tiempo que sus ojos mostraban un verdadero estupor. Miraba como miraría cualquiera un hecho como el que luego saltaría a las noticias, pues aunque en la conciencia de ese equipo se estaba haciendo lo correcto ("Justice is done", dijo Obama al explicar el final del terrorista) lo cierto era también que el despliegue debía ser impresionante, como el ruido y la furia de un ataque que se hace con la intención de detención o muerte, con todo lo que esto conlleva. La verdad es que esa fotografía impresionó a todo el mundo, y el gesto de Hillary Clinton le dio una enorme trascendencia sentimental: en un momento así, ella era la única que estaba expresando lo que el común de los mortales expresaría, estuviera o no de acuerdo con los procedimientos que se habían puesto de manifiesto en esa insólita cacería del terrorista. Ahora resulta, por lo que ella ha dicho en Roma, que en realidad estaba bajo los efectos de la alergia que siempre la agarra por estas fechas, y que probablemente se puso la mano así, en la barbilla y casi hasta la nariz, tapándose la boca sin duda, porque temía un estornudo. Soy alérgico, desde los dos años; la primavera es una maldición para mi, y para todos los alérgicos que conozco, y no dudo de que a Hillary Clinton le ataque el mismo mal de todas las primaveras. Pero permito discrepar de ella: así no ponemos la mano los alérgicos. Por lo que he observado en tantos colegas de infortunio primaveral, lo que hacemos es colocarnos el dedo (generalmente el dedo índice de la mano derecha) debajo de la nariz; de esa manera tratamos de ahuyentar un estornudo estentóreo, sobre todo si estamos en una reunión o en un lugar público cuyos concurrentes pueden sentirse perturbados por el sonido que salga de nuestras narices. En todo caso, eso es lo que ha dicho Hillary Clinton, y a mi al menos me quitó de la cabeza el detalle fieramente humano de su rostro. No era estupor, era estornudo. Vaya por Dios. Pero, ¿por qué tendría que explicarlo?
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The elderly president, vengeful and bearing a grudge, is conducting an all-out war against individuals, private and public institutions, cities and against U.S. states.
