Obama and Calderón: Hands Tied

Published in El Universal
(Mexico) on 11 October 2011
by Antonio Navalón (link to originallink to original)
Translated from by Alyssa Hartel. Edited by Janie Boschma .
The United States and Mexico share a border of 3,200 kilometers, a common history, mutual interests, and an exchange of merchandise and people. Nevertheless, there have been occasions in which mutual distrust has been unavoidable.

The war against organized crime, in which Mexico is involved from border to border, has as its final objective, prohibiting a business which is produced in part by Americans’ unbridled and increasing consumption of drugs.

Why is Mexico seen as the place where licentiousness is given free rein, while the United States has always been seen as land of freedom? What is prohibited there is a party here.

Because of this, it’s time to move from words to facts. The truth is that the presidents of both countries have little margin for action; they suffer from impossibility, from powerlessness.

Calderón says with reason to his American counterpart: this death is also yours. It is necessary in Mexico's war that you do your part and not permit the easy transport of weapons into our country. Mexico cannot be a laboratory to test the quality of drugs that your citizens consume illegally.

Meanwhile, horrific figures appear of operations to test medicine on Mexicans as if we were rats. Now there are secondary detective operations sent by the United States, in which, to follow the arms trail, they have provoked a legally armed bloodbath, as if we didn’t already have enough with our own barbarity.

It is saddening the practical difficulties to really change the situation. Neither Calderón nor Obama can do more than look at the sky and express frustration. Calderón complains and says that it is necessary to move from words to action. Obama does not have that possibility, with the internal political situation in which he lives, to make his words a reality.

Of the many clandestine histories shared between the two countries, “fast and furious” is one that erupted in the public opinion and became proof of the general chaos when the United States decided to commit atrocities with weapons, and answering violence with violence was part of the game, attaching itself to the normal operative autonomy of the American agencies and army, accentuated after Sept. 11, 2011.

Now, when Republicans yell because the legally constituted authorities didn’t know about this operation, I ask how many operations the legally constituted governments didn’t know about in this era of bullets and fire.

Can Obama interrupt the golden dream of drug consumption in his socially frustrated country? Surely not. If he wanted to, I don’t even think the political conditions would permit him. The truth is that 9 percent unemployment, combined with the loss of confidence in his leadership, and the radicalization of a presidential candidate who threatens to send troops to help us in our crusade where only we die, Obama can’t even dream of cutting a single cent of the benefits produced in the legal sale of arms to our strongmen.

It’s a shame that good intentions in politics almost never come with the ability to do something beneficial. Despite this, we must take on high levels of efficient policing to interrupt, co-opt and disarm the parallel army that keeps us in check, under a bilateral relationship damaged in its origin, the incessant penetration of drug traffic and American apathy.

If this happens to Obama, with his earnings in the death of the sale of weapons, something comparable would be the case for Calderón, which he would complain or whine about in speeches to the media. What will Calderón do? Interrupt the diplomatic relations with the United States?

When we ask that they do something, what does this mean? More than declare, it might be more advisable to sit and reflect a little and act accordingly.


Estados Unidos y México comparten 3 mil 200 kilómetros de frontera, una historia común, intereses mutuos, intercambio de mercancías y personajes. Sin embargo, ha habido ocasiones que la desconfianza ha sido lo único posible.

La guerra contra el crimen organizado, en la que México está metido de frontera a frontera, tiene como objetivo final evitar el negocio que es producido en parte por el consumo desaforado de drogas por parte de los estadounidenses, que aumenta en la medida de su frustración.

¿Por qué mientras Estados Unidos siempre se ha visto como tierra de libertades, México se concibe como el lugar para su libertinaje? Lo que allá está prohibido, en nuestra frontera es una fiesta.

Por ello, ya es necesario pasar de las palabras a los hechos. Y la verdad es que los presidentes de ambas naciones tienen poco margen para las acciones, sufren de imposibilidad, de impotencia.

Calderón le dice con razón a su homólogo estadounidense: este muerto es también de usted. Es necesario que en la guerra de México usted haga su parte y no permita que sea tan fácil pasar armas a nuestro país. No puede hacer de México un laboratorio para probar la calidad de las drogas que consumen de manera ilegal sus ciudadanos.

En medio de eso aparecen esas figuras dantescas de operaciones como en las que se decidió probar medicinas en mexicanos como si fuéramos ratas. Ahora son operaciones detectivescas de segunda en las que por seguirle el rastro a las armas han provocado esta sangría de “armamento legal” mandado de Estados Unidos, como si no tuviéramos bastante ya con nuestra propia barbarie.

Apenan y dan tristeza las dificultades prácticas que conozco para cambiar de manera real la situación. Ni Calderón ni Obama pueden hacer más que mirar al cielo y expresar su frustración.

Calderón se queja y dice que hay que pasar de las palabras a los hechos. Obama no tiene posibilidad, bajo la situación política interna que vive, de hacer realidad sus palabras.

De las muchas historias clandestinas entre los dos países, Rápido y furioso es una que afloró a la opinión pública y se convirtió en prueba del desmadre generalizado de un tiempo en que Estados Unidos decidió que hacer barbaridades con las armas y contestar violencia con violencia era parte del juego, apegándose a la autonomía operativa normal de las agencias y el ejército estadounidense, acentuada tras el 11 de septiembre de 2001.

Ahora, cuando los republicanos ponen el grito en el cielo porque las autoridades legalmente constituidas no sabían de esta operación, pregunto cuántas operaciones desconocen de los gobiernos legalmente constituidos en esta época de plomo y fuego.

¿Puede Obama interrumpir el sueño dorado de la frustración social de su país en el consumo de drogas? Seguramente no. Si quisiera, tampoco sé si las condiciones políticas se lo permitirían. Lo cierto es que con 9% de desempleo, más la pérdida de confianza en su liderazgo, más la radicalización de un candidato a presidente que amenaza con mandar tropas para ayudarnos en nuestra cruzada donde sólo morimos nosotros, no puede siquiera soñar con cortar un solo centavo de beneficio producido de las ventas legales de armas a nuestros malosos.

Qué pena que la buena intención en política casi nunca venga acompañada con la capacidad de hacer algo benéfico. Mientras tanto, urge que asumamos nuestros niveles de eficiencia policiales para interrumpir, cooptar y desarmar el ejército paralelo que nos trae en jaque, bajo una relación bilateral dañada de origen, la incesante penetración del narcotráfico y la desidia estadounidense.

Si a Obama le pasa eso con sus dólares del salario de la muerte de la venta de armas, a Calderón le pasa otro tanto con quejarse o lloriquear en discursos ante medios. ¿Qué va a hacer Calderón? ¿Interrumpir la relación diplomática con Estados Unidos?

Cuando pedimos que haga algo, ¿qué significa eso? Más que declarar le convendría quizá sentarse a reflexionar un poco y actuar en consecuencia.
Twitter: @antonio_navalon
Periodista
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