Perez, Central America and Washington

Published in El Universo
(Ecuador ) on 28 February 2012
by Julio Ligorría Carballido (link to originallink to original)
Translated from by Arie Braizblot . Edited by Tom Proctor.
The Guatemalan President Otto Perez Molina, in power since Jan. 14, declared before the press that he would propose a discussion and analysis about the decriminalization of drugs in his country. In the second week of February, without giving many details, the Guatemalan president warned that this proposal could be successful and that it could become part of a comprehensive strategy that would incorporate other actions, provided that it is well-defined.

Shortly after Perez Molina’s statement, the American ambassador to Guatemala, Arnold Chacon, and a State Department spokesperson indicated that their government is against decriminalization but that this initiative would not impact relations between the two countries. This was also expressed by Salvadoran President Mauricio Funes, who initially supported Pérez’s idea during a visit to the Guatemalan capital but changed his mind after returning to his country where he declared his opposition to the proposal. When asked, Costa Rican President Laura Chinchilla agreed with the possibility of initiating a discussion on the topic. Joining her are the director of the Pan American Health Organization, the secretary general of UNASUR and former Colombian Foreign Secretary María Emma Mejía and journalists Carlos Alberto Montaner and Andrés Oppenheimer.

Pérez Molina has emphasized the need to search for a new way of combating drug activity. A great deal of this initiative is derived from the poor results of government initiatives and strong advances by drug traffickers. As the power of drug cartels increases and gains ground, the Guatemalan newspaper El Periodico reported on Feb. 19 that the U.S. State Department webpage announced a significant reduction in assistance for counter-narcotics operations in Central America: for 2013, Guatemala will receive $2 million, Haiti will receive $5 million, Bolivia $17.5 million and Mexico $199 million.

The reduction in American assistance for the war on drugs seems questionable given the reports by Guatemalan security forces, who reported seizures in drug trafficking and production material in 2011 worth $3 billion. This analysis is particularly important because the majority of the investment in the war against this criminal activity comes from the budgets of each nation, where education, health and other aspects of development have been ignored when it comes to deciding between investing in the welfare of citizens or in the fight against the cartels. This phenomenon is well understood in Washington.

The drug traffickers seem conscious of this and have easily converted the zone into a feud that will be difficult to end if anti-drug policy does not change. They have easily gotten close to the communities where they operate by supporting public works projects and have succeeded in permeating political institutions and society in general. Better armed and financed, drug activity has permeated institutional structures. It is rumored that their operations reach the financial and judicial systems, a serious allegation given their political participation. Drug traders are now also winning the battle that has been waged in accordance with Washington’s drug policy.

Paraphrasing Albert Einstein, it is obvious that on the issue of drug trafficking, insisting on the same strategy and expecting different results is a symptom of insanity. Perez Molina understands this and proposes initiating a debate that includes the possibility of decriminalization in search of a proposed alternative to control the problem that drugs present in the region.

It is risky to believe that drug trafficking would end as a result of decriminalization. The measure could have devastating consequences if it is not part of a comprehensive proposal that confronts the problem from a variety of angles, as President Perez has emphasized recently. It is clear that in discussing decriminalization, the discussion has grabbed the attention of governments who feel bound to the subject and has returned arguments from across the continent to the fore.

I conclude by indicating that the issue of drug activity is so sensitive that a statement like the one made by President Perez has obligated an exercise of reflection on multiple levels. Hence, the problem exists and easily calls for meditation and the planning of a response in the future. Meanwhile, the proposal for discussion by President Otto Perez has traveled the globe and has the thinktanks of the world thinking.


Pérez, Centroamérica y Washington

Opinión internacional |

EE.UU.

El presidente guatemalteco Otto Pérez Molina –en el poder desde el 14 de enero pasado– declaró ante la prensa que propondrá a la mesa de

presidentes centroamericanos la discusión y análisis de la despenalización de las drogas en su país. Sin dar muchos detalles, el presidente

guatemalteco advirtió en la segunda semana de febrero, que esa propuesta podría funcionar siempre y cuando esté bien delimitada y sea parte

de una estrategia integral que incorporarían otras acciones.

Poco después de la declaración de Pérez Molina, el embajador norteamericano en Guatemala, Arnold Chacón, y un vocero del Departamento

de Estado señalaron que su gobierno está en desacuerdo con la despenalización pero que esta iniciativa no alterará las relaciones entre ambos

países; otro tanto derivó del presidente salvadoreño Mauricio Funes, quien habría apoyado inicialmente la idea de Pérez durante una visita a la

capital guatemalteca, mas cambió radicalmente al regresar a su país y dijo estar en desacuerdo con la propuesta. Consultada, la presidenta

costarricense Laura Chinchilla estuvo de acuerdo con la posibilidad de iniciar una discusión al respecto. A ella se sumaron la directora de la

Organización Panamericana de la Salud Mirta Rose y la secretaria general de Unasur la excanciller colombiana María Emma Mejía, y los

periodistas Carlos Alberto Montaner y Andrés Oppenheimer.

Pérez Molina ha enfatizado la necesidad de buscar una nueva forma de combatir la narcoactividad. En buena parte, la iniciativa surge porque los

resultados son pírricos al revisar la ecuación inversión de los gobiernos versus éxitos sobre los narcotraficantes. Mientras el tráfico de drogas

aumenta y gana terreno, el diario guatemalteco el Periódico citó el domingo 19 de febrero al Departamento de Estado del gobierno

norteamericano, que en su página web anunció una reducción significativa en la ayuda a las operaciones antidrogas del área centroamericana:

para el 2013, Guatemala recibiría US$ 2 millones, mientras Haití recibirá US$ 5 millones, Bolivia US$ 17,5 y México US$ 199.

La reducción de ayuda norteamericana para la lucha antidrogas se torna cuestionable al revisar los informes de las fuerzas de seguridad

guatemaltecas, que reportan incautaciones en materia de producción y tráfico de drogas por el orden de US$ 3 mil millones en 2011. Adquiere

especial importancia ese análisis cuando se concluye que la mayor inversión en la lucha contra esta faceta criminal proviene de los

presupuestos de cada nación, donde educación, salud y otros aspectos del desarrollo han quedado a la deriva cuando hay que elegir entre

invertir más en el bienestar de los ciudadanos o en la lucha contra los carteles, bien vista desde Washington.


Los narcotraficantes parecen estar conscientes de ello y con facilidad han convertido la zona en un feudo del cual difícilmente saldrán si la

política antidrogas no cambia, pues ellos hábilmente han aproximado a las comunidades donde operan apoyando obras de beneficio popular, y

han conseguido permear la institucionalidad política y la sociedad en general. Mejor armada y financiada, la narcoactividad ha permeado las

estructuras institucionales –se dice que sus operaciones alcanzan los sistemas financiero y judicial y es un rumor a gritos de su participación

en política– y está ganando la batalla que se plantea en consonancia con la política antidrogas norteamericana.


Parafraseando a Albert Einstein, es obvio que en materia de combate al narcotráfico insistir en la misma estrategia y esperar resultados

diferentes es síntoma de locura; bajo esta óptica se entiende a Pérez Molina, quien propone iniciar la discusión incluyendo la posibilidad de

despenalizar en busca de una propuesta alterna para controlar el problema que las drogas suponen para la región.


Es aventurado pensar en que el narcotráfico cederá ante la despenalización; la medida podría tener consecuencias devastadoras si no forma

parte de una propuesta integral –como el presidente Pérez ha ampliado en nuevas declaraciones– que enfrente desde más escenarios el

problema. Lo cierto es que al hablar de despenalizar la actividad, la discusión ha llamado la atención de los gobiernos que se sienten aludidos

por el tema, y han regresado al primer plano los argumentos nacidos en todo el continente.


Concluyo señalando que el tema de la narcoactividad es tan sensible, que una declaración como la del presidente Pérez ha obligado un

ejercicio de reflexión en múltiples niveles. El problema, pues, existe y con facilidad llamará a la meditación y a la planificación de una respuesta

en el futuro, mientras tanto la propuesta de discusión del presidente Otto Pérez le dio la vuelta al mundo y tiene pensando a todos los tanques

de pensamiento.

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