Economic interests, protectionism, a fear of espionage and recession are all mixed into the confrontation with China.
Recently, the vice-president of the Chinese technology company Huawei, Meng Wanzhou, was arrested at the request of the United States government. Subsequent comments from the vice-president of the European Commission, Andrus Ansip, have warned about the danger of espionage by Chinese companies with investments in Europe. These actions have catapulted the trade war with China into dangerous territory of confrontation and blocs, in which Europe doesn’t have much to gain. Even less at such a delicate time for global economy, as evidenced by the sharp fall in stock markets when the company director’s arrest became known. It is already evident that a portion of the markets anticipates the risk of a recession, and the political bitterness of the trade war is adding fuel to that fire.
Behind the scenes of the conflict with China, numerous political and economic tensions are mixed up which absolutely need to be straightened out. In the case of the Donald Trump administration, motivations for a confrontation are a mixture of the president’s hopeless protectionism, his startling diplomatic ineptitude, the fear of espionage − which is logical to a certain extent − and a dense network of economic interests pointing toward certain Chinese technologies, such as in Huawei’s case, as market competitors for U.S. companies.
Europe should not be following the Trump administration and its train wreck policy. The Chinese technological threat, the security risks for European citizens and concerns surrounding espionage should be resolved through stricter laws, more thorough business regulations and cooperation between countries. In fact, Brussels has prepared new regulations in order to control investments from third countries that may compromise security. Publicizing a conflict with such complex motivations and panicking citizens, as Ansip has done, resolves nothing. If anything, it just highlights the weakness of institutional bodies.
En el enfrentamiento con China se mezclan intereses económicos, proteccionismo, miedo al espionaje y temor a una recesión
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Andrus Ansip, vicepresidente de la Comisión Europea DELMI ALVAREZ
La detención en Vancouver de Meng Wanzhou, vicepresidenta de la empresa tecnológica china Huawei, a petición del Gobierno de Estados Unidos y las declaraciones posteriores del vicepresidente de la Comisión Europea Andrus Ansip advirtiendo sobre el peligro de espionaje a través de las empresas chinas con inversiones en Europa han derivado la guerra comercial con China hacia el terreno peligroso del enfrentamiento entre bloques en el que Europa no tiene mucho que ganar. Y menos en un momento tan delicado para la economía global, como lo prueba el hecho de la fuerte caída de las Bolsas cuando se conoció la detención de la directiva de la empresa. Ya es evidente que una parte de los mercados adelantan el riesgo de una recesión y el enconamiento político de la guerra comercial está echando leña a esa hoguera.
En la trastienda del conflicto con China se mezclan diversas tensiones políticas y económicas que deberían aclararse con rotundidad. En el caso de la Administración de Trump, las motivaciones para el enfrentamiento mezclan el incurable proteccionismo del presidente, su alarmante torpeza diplomática, la preocupación, hasta cierto punto lógica, por el espionaje y una tupida red de intereses económicos que señalan a algunas tecnológicas chinas, caso de Huawei, como competidoras en los mercados de las empresas estadounidenses.
Europa no debería seguir a la Administración de Trump en su política de choque de trenes. La amenaza tecnológica china, los riesgos para la seguridad informática de los ciudadanos europeos o la preocupación por el espionaje tienen que resolverse mediante leyes más estrictas, regulaciones empresariales minuciosas y una cooperación entre Estados. De hecho, Bruselas tiene preparadas nuevas normas para controlar las inversiones procedentes de terceros países que puedan comprometer la seguridad. Ventilar un conflicto de motivaciones tan complejas con una llamada al miedo en los ciudadanos, como ha hecho Andrus Ansip, no resuelve nada; si acaso demuestra la debilidad de los organismos institucionales.
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U.S. companies, importers and retailers will bear the initial costs which most economists expect to filter through the supply chain as a cost-push inflation.