The EU backtracks: It will suspend tariff countermeasures against the U.S. for another six months
On July 27, an agreement on tariffs was reached between the two largest economic bodies in the world, the United States and the European Union. Together, they represent almost 44% of the global gross domestic product and, according to the European Commission president, conduct $1.7 billion of trade each year for a market of 800 million consumers.
For many European business sectors, it was long-awaited and crucial that a deal be struck before the Aug. 1 deadline set by President Donald Trump (which may explain why the meeting was held on a Sunday). The specter loomed that the U.S. would implement 30% tariffs across the board, while maintaining rates of 50% on European steel and aluminum. All this when, just months ago, the average import rate was 2.5%, and the U.S. acted as the most favorable customer for the majority of European goods.
It is important to remember that it was Trump who unleashed this global chaos, uncertainty and instability through his unilateral “trade war.” He has governed with a policy of “peace through strength,” a classic strategy in international politics holding that robust, credible military power is the easiest way to keep peace by dissuading potential adversaries from starting conflicts. The “peace through strength” doctrine has been applied by Trump to the commercial sector and this so-called trade war, with power, coercion and unilateralism featuring as political tools, not just in foreign and military policy (like recent attacks on Iran and threats to Greenland, Canada, Mexico and Ukraine) but commercially and in relation to U.S. allies, trade partners and competitors.
The announcement by the White House lauded a “historic” agreement between the U.S. and EU that “will provide Americans with unprecedented levels of market access to the European Union” — in essence, it is a historic victory for North Americans. On the other hand, the statement from European Commission President Ursula von der Leyen asserted that “today’s deal creates certainty in uncertain times. It delivers stability and predictability, for citizens and businesses on both sides of the Atlantic.” Basically, Europe has agreed to this deal (in peace, for peace) in order to create and maintain certainty and stability in the face of the uncertainty, unpredictability and chaos generated by the other side, the Trump administration.
The question is, can we describe this as an agreement when those signing it were forced to do so? Are we able to talk about the unity it has brought about if, among European countries, such unity does not exist? What kind of deal is this, if it leads to European media headlines labeling it the “abandonment,” “subversion,” “surrender” and “subordination” of Europe? How wonderful can this agreement be for the EU if we have to humiliate ourselves just to accept stability and fewer losses in export sectors in the short run, while faced with shameless arrogance and infantile geopolitics from President Trump in the long run?
Things are exactly as they seem. A random Sunday in July, at a Scottish golf course owned by a North American tycoon in charge of the U.S. presidency, is neither the time nor place for the European Commission president, who represents 450 million citizens, to be elegantly insulted by an agreement that only one side needed and wanted. All this without daring to offer even a single meaningful commercial alternative in return, from one power to another, for example in relation to the North American tech companies that dominate Europe. Dignity is a geopolitical superpower, one which President von der Leyen greatly lacked in Scotland this particular Sunday in July.
So, who wins? The answer is Trump, who is successfully subverting Europe without it even putting up a fight. Once again, the right course of action is as follows: less dependency, more Europe, no more United States.
El domingo 27 de julio se produjo el anuncio del acuerdo político entre Estados Unidos y la Unión Europea en materia de aranceles entre las dos mayores áreas económicas del mundo que representan casi el 44% del PIB mundial y que, en palabras de la propia Presidenta de la Comisión Europea, comercializan 1,7 billones de dólares al año, para un mercado de 800 millones de personas.
Era importante y esperado para amplios sectores de actividad europeos que se alcanzara un acuerdo antes del día 1 de agosto, fecha ultimátum lanzada por el presidente Trump (quizá de ahí que la reunión se celebrara en domingo). Pesaba el órdago que Estados Unidos implantara aranceles del 30% con carácter general, manteniendo el 50% para el acero y aluminio europeos. Todo ello, donde hace apenas unos meses se aplicaba una media de 2,5% de arancel de entrada cómo nación mas favorecida para la mayoría de productos europeos.
Hay que recordar que fue Trump quien desató la tormenta, la incertidumbre y la desestabilización global con su unilateral “guerra de aranceles”, imponiendo su estrategia de “paz a través de la fuerza”, un enfoque clásico en política internacional por el que un poder militar sólido y creíble es la mejor garantía para preservar la paz, disuadiendo a potenciales adversarios de iniciar conflictos. La estrategia de “paz por fuerza” ha sido transferida por la administración Trump al ámbito comercial y a la llamada guerra de aranceles, aplicando los principios de poder, coerción y unilateralidad, tanto en el terreno de la política exterior y militar (recientes bombardeos a Irán, amenaza a Groenlandia, Canadá, México y a Ucrania), como en la política comercial y en la relación de Estados Unidos con sus aliados, socios económicos y competidores.
El comunicado de la Casa Blanca habla de un acuerdo histórico entre Estados Unidos y la UE que “(…) proporcionará a los estadounidenses niveles sin precedentes de acceso al mercado de la Unión Europea”. Es decir, una ganancia histórica a favor de los norteamericanos. La declaración de la presidenta Von der Leyen, por su parte, afirma que “El acuerdo de hoy crea certeza en tiempos de incertidumbre. Ofrece estabilidad y previsibilidad para ciudadanos y empresas a ambos lados del Atlántico”. Es decir, Europa se aviene a un acuerdo (de paz por paz) para crear, mantener o alcanzar certeza y estabilidad frente a la incertidumbre, imprevisibilidad y caos generados por el otro firmante del acuerdo, el propio Trump.
La cuestión es si se puede hablar de un acuerdo, cuando el acuerdo es forzado. Si se puede hablar de una unión para el acuerdo, cuando no hay tal unión en Europa para este acuerdo. Porque, ¿qué clase de acuerdo es éste cuando la mayoría de titulares de los medios europeos lo califican de “claudicación”, “sumisión”, “rendición”, “subordinación” de Europa? ¿Qué clase de magnifico acuerdo para la UE puede ser éste que nos humilla para aceptar un corto plazo de estabilidad y menores perdidas para nuestros sectores exportadores, frente a un largo plazo de prepotencia irredenta y geopolítica de patio de colegio del presidente Trump?
Las cosas son lo que parecen. Un domingo de julio, un campo de golf de Escocia propiedad del magnate norteamericano que ostenta el cargo electo de presidente de Estados Unidos, no es el día ni el lugar para que una Presidenta de la Comisión Europea, que representa a 450 millones de ciudadanos, sea insultada elegantemente con la firma de algo que solo necesita y quiere la otra parte, sin atreverse a proponer alternativas comerciales de fondo a cambio, de poder a poder. Por ejemplo, en el ámbito de la posición de dominio que tienen la empresas tecnológicas norteamericanas en Europa. La dignidad es un superpoder geopolítico que la Presidenta de la Comisión Europea no hizo ni por estrenar este domingo de julio en el campo de golf escocés.
La respuesta, pues, a la pregunta de “¿quién gana?” de nuestro titular, es que gana Trump por sumisión europea, ni siquiera dimos la batalla. Y una vez mas, la decisión correcta es menos dependencia, más Europa, no más Estados Unidos.
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