Bear, Merrill, Lehman, Freddie Mac, Fannie Mae
El mapa de Wall Street ha saltado por los aires en sólo 13 meses de crisis
Los rascacielos de Manhattan, que siempre han provocado el vértigo y la admiración del mundo financiero, se han convertido en cementerios con cientos de pisos. En poco más de un año, los bancos de inversión que albergaban o están pasando a manos de otras corporaciones o sencillamente se están yendo a la quiebra.
En poco más de un año, tres de los cinco principales bancos de inversión han desaparecido (Lehman Brothers, Merrill Lynch y Bear Stearns), las dos mayores hipotecarias de Estados Unidos han tenido que nacionalizarse (Fannie Mae y Freddie Mac) y los ejecutivos de las mayores entidades financieras han sido despedidos. El mapa ha cambiado en Wall Street.
El sector, que empezó con la limpieza hace 13 meses, cuando parecía que el estallido de la burbuja subprime era flor de un día, se ha enfrentado a la caída y desaparición de sus principales exponentes. Ayer se anunció que Merril Lynch sería comprada por el Bank of America pocos meses después de que sus ejecutivos rechazaran la operación porque el precio que les ofrecían era demasiado bajo.
Ayer también, Lehman Brothers, otro icono para los brokers más sofisticados del mundo, se declaró finalmente en quiebra convirtiéndose en la mayor suspensión de pagos de los últimos treinta años. Los posibles compradores prefirieron no afrontar al día siguiente la misma situación que el Bank of America con Merrill, es decir caídas superiores al 20% en el valor de la acción.
Hace pocas semanas, Freddie Mac y Fannie Mae, que son las entidades que garantizan el 40% de las hipotecas en Estados Unidos y sobre todo las que podrían tener más riegos, porque uno de sus objetivos es facilitar financiación a personas que tienen pocos recursos, han sido intervenidas por el Estado, que podría tener que pagar hasta 180.000 millones de euros para reflotarlas.
El pasado mes de marzo, Bear Stearns, otro gran banco de inversión, fue primero intervenido durante unos días por la Reserva Federal y después vendido con condiciones favorables, respaldadas por el dinero público, a JP Morgan. Los accionistas se escandalizaron por el precio y, tras una subida sustancial, lo dejaron en manos de uno de los mayores bancos del mundo.
La respuesta institucional
La Reserva Federal ha intensificado su papel como mediador entre entidades financieras. Intervino en la venta de Bear Stearns, lo que impidió su quiebra, y parece haber participado en la de Merril Lynch con idéntico resultado. Por otro lado, ha logrado crear un fondo de 70.000 millones de dólares entre los mayores bancos del mundo para hacer frente de a la onda expansiva de la suspensión de pagos de Lehman e incluso para adquirir una parte de sus activos rentables, entre los que se encuentran los hedge funds y los bienes inmobiliarios.
Para la mayoría de los analistas y, entre ellos, Mauro Gillén, profesor de Wharton, hace falta más regulación en este tipo de mercados. Esta es la idea que hay detrás de la política de la Reserva Federal, que está traspasando los activos que menos regulación tenían a las manos de un sector estrictamente supervisado, que es el caso de los bancos de depósitos como JP Morgan y Bank of America.
Por otro lado, la Secretaría del Tesoro ha intervenido en las dos grandes hipotecarias haciendo una excepción, porque hasta ahora sólo han manifestado interés en que las entidades depositarias no fallen como en el crash del 29. La finalidad era garantizar el 40% de los créditos, sobre todo de la clase media y media baja, para que las entidades comerciales no se contagien.
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