Edited By Adair Fincher
La sanidad ata a Obama
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Domingo, 13-09-09
APENAS siete meses después de haber comenzado su mandato, Barack Obama parece ya un presidente desgastado al que le superan las dificultades. Gran parte de esta impresión se debe a la enormidad de los problemas a los que tiene que hacer frente: una grave crisis financiera mundial y una guerra lejana compleja en Afganistán. Sin embargo, su más preciado objetivo político, la reforma de la sanidad pública, está contribuyendo como ningún otro asunto a esa imagen de un presidente impotente a pesar de tener bajo su mando al país más poderoso del mundo. Para intentar hacer avanzar la reforma ya ha recurrido incluso a un discurso extraordinario ante las dos Cámaras, un medio excepcional que a lo largo de la historia sus predecesores han utilizado solamente en casos de grave emergencia nacional. Y ni siquiera así ha logrado cambiar la impresión de que a la hora de la verdad sus planes se puedan atascar como otros proyectos de presidentes -es el caso de Bill Clinton- que también se propusieron profundos cambios en política sanitaria.
En Estados Unidos, la mayoría suele pensar poco en la necesidad de un seguro de enfermedad mientras rebosa salud, lo cual explica por qué es tan difícil convencer a la sociedad de aquel país de los beneficios de un sistema sanitario general que proteja a todos los ciudadanos. Los norteamericanos tienden a desconfiar sistemáticamente de todo lo que represente un excesivo intervencionismo del Estado, incluso cuando de lo que se trata es de ver las ventajas de una seguridad social que evitaría muchas consecuencias dramáticas en familias arruinadas por una enfermedad de tratamiento costoso. Para los europeos resulta difícil de creer que, a pesar de gastar más dinero, los norteamericanos tengan un peor sistema de salud. Sin embargo, también es difícil convencer a los norteamericanos de que convienen reformas por el bien de toda la sociedad. El hecho es que, pese a gran polémica suscitada en Estados Unidos por el «proyecto estrella» de Obama, las encuestas de opinión continúan reflejando que este no es el problema que más preocupa a sus ciudadanos. Obama está invirtiendo en este asunto una parte muy relevante de su capital político sin tener en cuenta que tiene ante sí un largo mandato -tal vez un segundo periodo de cuatro años-, y un impresionante repertorio de problemas para los que va a necesitar buena parte de la energía y del crédito que ahora está agotando en una reforma delicada y de resultado incierto.
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