La ciudadanía no entiende cómo los bancos que causaron la crisis ahora reciban grandes apoyos del gobierno.
Las encuestas de opinión en Estados Unidos revelan una gran molestia de la ciudadanía con los bancos. No se entiende que las instituciones que provocaron la crisis hayan obtenido grandes apoyos del gobierno y ahora exhiban grandes ganancias, alzas de los salarios de los ejecutivos y reduzcan el crédito.
Obama, en abierta decepción, anunció medidas para limitar el tamaño y el riesgo de las instituciones bancarias. Se establecen impuestos que varían con el tamaño de los bancos, se niega la utilización de los depósitos bancarios para realizar operaciones riesgosas y se prohíbe a los bancos comerciales poseer e invertir en fondos de cobertura.
De tiempo atrás las instituciones financieras han operado con ventajas enormes por las interrelaciones entre ellas y el manejo del riesgo. Las quiebras de las instituciones financieras se trasladan a otras y al sector en conjunto, lo que obliga a los gobiernos a otorgar grandes rescates y oportunidades especulativas para evitar un mal mayor. Por lo demás, los agentes financieros obtienen grandes ganancias asumiendo riesgos y trasladando las pérdidas a los demás. Contrario a los postulados de Adam Smith para justificar el libre mercado, el lucro individual se logra a cambio de lesionar a la sociedad.
No obstante las teorías existentes que atribuyen el progreso al capital o la tecnología, el crecimiento de Estados Unidos depende del sector financiero y la especulación. En el período 1982-2007 la economía experimentó una elevación continuada de las cotizaciones de la bolsa y un crecimiento estable, y su desplome le significó el peor desempeño desde los años treinta. Basta una mirada retrospectiva para observar una fuerte relación entre la cotización de las acciones y el crecimiento económico. Sin ir muy lejos, el freno de la recesión a principios de 2009 fue antecedido de un repunte de las bolsas. La explicación es simple. La elevación de los precios de las bolsas genera un efecto riqueza que amplia el consumo y la inversión y aumenta el producto.
La bolsa aparece como el principal vínculo entre el sector monetario y el real. Por eso, las autoridades económicas se han convertido en los principales promotores de la bolsa. No sólo les conceden grandes rescates a las instituciones, sino que les dan toda clase de estímulos para subir los precios de las acciones, como crédito para comprar activos y tasas de interés negativas.
Los anuncios de Obama no dejaron de causar fisuras en su equipo económico. Sin duda, están en abierto conflicto con Bernanke y Geithner, quienes durante la administración Bush fueron grandes promotores de los estímulos que generaron el alza y la caída del mercado, y con Summer, artífice en 1999 de la ley de la desregulación de Clinton y, en particular, de la fusión de la banca comercial inversión, que ahora se pretende modificar. Por lo demás, los efectos en los mercados no demoraron en manifestase. En la última semana el índice Dow Jones descendió 5%.
La intuición de Obama es correcta. Si la salida de la crisis continúa montada en la elevación de los precios de la bolsa, la economía se recuperaría con una estructura frágil de burbujas que ampliaría las desigualdades de la sociedad estadounidense y podría volver a caer.
Infortunadamente, las medidas son parciales y no contemplan los aspectos estructurales. No se actúa sobre la FED, el responsable de la relación entre la actividad productiva y el sector financiero, ni sobre la política monetaria de tasas de interés, la propulsora de los movimientos de precios bursátiles como medio de control de los ciclos. En su lugar, se abre camino la política fiscal y monetaria combinada, dejando en entredicho la autonomía del banco central. Lo más grave es que no se ha avanzado en una organización que sustituya el motor de la especulación, como serían las exportaciones y la producción industrial destinada al mercado interno. En este contexto, la disminución de las oportunidades especulativas deprime el precio de la bolsa y debilita la reactivación.
La encrucijada de Estados Unidos es que, en aras del libre mercado, montó el progreso en el motor de la especulación y la valorización de activos. La propuesta de Obama de limitar el tamaño y el riesgo de los bancos es necesaria, pero insuficiente.
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