El vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, llegó a Tel Aviv la pasada semana con la voluntad de impulsar un nuevo acercamiento entre israelíes y palestinos, pero fue recibido por el Gobierno de Netanyahu con el anuncio de nuevos proyectos de asentamientos: 112 en Cisjordania y 1.600 en Jerusalén Este. El viaje venía a reforzar el inicio de una nueva ronda de conversaciones de paz que abriera las puertas a la solución de los dos Estados, un paso que Washington considera necesario para consolidar su desafío más relevante en la zona, el de detener el programa nuclear de Irán, evitando las tentaciones de Israel de impedirlo recurriendo a un ataque militar. Aunque Netanyahu pidió disculpas por la falta de oportunidad del anuncio, tras la condena de la iniciativa por parte de Estados Unidos, no se desdijo del proyecto y obligó a Biden, en su último discurso, pronunciado en la universidad, a subrayar que con estos nuevos asentamientos Israel pone en peligro a los soldados norteamericanos en Irak y podría desencadenar un conflicto sangriento en una región explosiva.
La promesa del presidente Obama, que hizo explícita en El Cairo, de colaborar para que los palestinos tuvieran un Estado propio, algo que Netanyahu aceptó posteriormente, en este momento con complicaciones acaso insalvables. Del lado israelí, el Ejecutivo del actual primer ministro incluye a formaciones extremistas muy poco dispuestas a aceptar cualquier mínima concesión a los palestinos, como puedan serlo el partido ultranacionalista que lidera el ministro de Exteriores de origen ruso Avigdor Lieberman, y Shas, la agrupación ultraordoxa que preside Eli Yishai, el ministro de Interior que fue quien desató la caja de truenos al hablar de los asentamientos en Jerusalén Este. Los palestinos, por su parte, siguen divididos entre los terroristas de Hamás, que mandan en Gaza, y la debilitada Fatah, que carece de legitimidad electoral y que gobierna en Cisjordania.
“La realidad demográfica hace difícil que Israel pueda ser el hogar judío y un Estado democrático”, dijo Biden en su discurso y apuntó así a la urgencia de la creación de los dos Estados. Pero cualquier negociación sólo puede empezar con el cese de los asentamientos, así que hay que interpretar la política de Netanyahu como una abierta provocación a los planes de Obama en la región, que podrían naufragar y abrir así las puertas a un horizonte sombrío.
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