Obama y la UE dan visibilidad a viejos contenciosos y diferencias que recuerdan la fragilidad de Europa.Con una altivez muy costa Este, Obama dio un inesperado portazo a la cumbre UE-EE.UU. -que España esperaba presidir en Madrid- para subrayar hasta qué punto Washington soporta mal los bizantinos soliloquios europeos en todos los terrenos capitales para su propia seguridad y futuro. Por su parte, el Parlamento Europeo ha dinamitado un pilar esencial de la cooperación antiterrorista con Washington, rechazando los principios de los acuerdos Swift, que habían creado un flujo de información antiterrorista entre las dos orillas del Atlántico.
Cuando su nueva y siempre semejante política militar recuerda que Moscú sigue considerando a Europa y la OTAN como sus primeros adversarios, los europeos confirman estar en desacuerdo, entre ellos mismos y con la administración Obama, que ha retomado su propia versión del antiguo escudo antimisiles de Bush con nuevos misiles (SM-3) que Rumanía, miembro de la OTAN y la UE, ha aceptado instalar en su territorio.
En Afganistán, Obama pide a Europa aproximadamente lo mismo que Bush: más hombres. Pero han aparecido nuevas sensibilidades en terrenos estratégicos. España es muy sensible al desarme nuclear propuesto por Obama. Algo que París considera sencillamente absurdo.
Hay muchos otros y viejos contenciosos, como el puesto de Turquía en Europa. ¿Tienen los grandes miembros de la UE una política común ante tal rosario de divergencias? Tampoco. ¿Algún Estado europeo está en situación de aumentar sus inversiones en materia de seguridad, para mejor asegurar la defensa común contra el terrorismo? La crisis recuerda la fragilidad presupuestaria continental: el envejecimiento demográfico y los batallones de parados no iluminan tal perspectiva con ninguna luz rosa bombón.
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