En el debate público de las elecciones legislativas se está oyendo hablar mucho sobre fiscalidad, deuda pública, y reforma sanitaria, además de las últimas extravagancias de candidatos como Christine O’Donnell, y Carl Paladino. Sin embargo, otro asunto fundamental para el futuro del país está pasando casi desapercibido: la educación.
Con la finalidad atraer la atención de la sociedad sobre este asunto, Davis Guggenheim, el director de la oscarizada “An Inconvenient Truth”, acaba de estrenar un nuevo filme: “Waiting for Superman”. Guggenheim enfoca su mirada sobre los colegios públicos de los barrios marginales de las ciudadanos estadounidenses. En concerto, en sus niños, cuyos sueños son más bien utopías a causa de un sistema educativo en caída libre.
En EEUU, son los condados quienes financian las escuelas, y el gobierno federal y estatal tan sólo aportan algunas ayudas a las escuelas públicas de primaria y secundaria. Ello implica que las diferencias entre las escuelas públicas de los suburbios acaudalados, y los centros de las ciudades sean abismales.
A pesar de que durante la presidencia Bush se diseñó un ambicioso programa para elevar el nivel del sistema educativo, sobre todo en las escuelas más conflictivas, el llamado “No Child Left Behind”, la realidad es que ocho años después se ha avanzado poco.
En su documental, Guggenheim se alinea con algunos reformadores como Michelle Rhee, la responsable de las escuelas públicas de Washington, y apuesta por otorgar una mayor libertad a los centros educativos para despedir a aquellos profesores con un bajo rendimiento. La propia Rhee ha hecho lo propio en Washington, donde en los últimos años echó a varias docenas de docentes.
Además, también defiende un sistema salarial que introduzca incentivos en el sueldo de los profesores, vinculando su sueldo al rendimiento de los alumnos. Esta visión, defendida desde hace tiempo por el Partido Republicano, choca con la oposición de los sindicatos de maestros, que adoptan un rol de villanos en “Waiting for Superman”.
Algunos profesores han tachado el filme de maniqueo, y sostienen que los problemas de la escuela pública son mucho más profundos que los sindicatos de profesores, cuya influencia sobre el Partido Demócrata ha bloqueado a menudo la introducción de reformas ambiciosas.
Más allá de que Guggenheim esté en lo cierto, o su sesgo contra los sindicatos sea excesivo, la realidad es que su filme ha servido para reanimar un debate muy necesario. En un momento en el que la globalización ha hecho muy difícil competir en términos de coste con países como China, el futuro de las economías más desarrolladas pasa por poseer una mano de obra lo mejor preparada posible.
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