Nuestro mundo es un incesante conflicto que se adapta a todos los climas y paisajes con más facilidad que las opciones de la estabilidad y la concordia. Es la naturaleza de la vida, algo que el angelismo ha pretendido disimular sin entender que casi en todo momento el caos puede superar al orden con creces. Ahora es Egipto, mañana quién sabe. Los cambios en el orden mundial con la aparición de los países emergentes y sobre todo China han coincidido simbólicamente con la llegada de Obama a la Casa Blanca, demodo que sus dudas y ambigüedades sobre situaciones como la egipcia se confunden con su personalidad pero de hecho corresponden a los tiempos. Unos tiempos en que EE.UU. sigue siendo una gran potencia pero sin plena hegemonía. Nadie la tiene, y menos una Europa que se está desmilitarizando, ensimismada por sus propios problemas económicos, sin suficiente voluntad para actuar como potencia. Lo que llamábamos Occidente está débil en un mundo que cambia.
En su día, Obama dedicó un discurso idealista al mundo árabe, pero ahora tiene que ser realista con Egipto. De hecho, Obama es más realista de lo que parece y ha sido siempre explícito en su consideración por el pensamiento de Reinhold Niebuhr, el teólogo protestante que acuñó un realismo para la guerra fría. Es un pensamiento fundamentado en que la capacidad del hombre para la justicia hace la democracia posible, pero la inclinación del hombre a la injusticia hace la democracia necesaria. El conocimiento del sentido trágico de la historia no nos absuelve del intento aproximativo de justicia, en un mundo siempre ambiguo en el que la claridad es algo generalmente remoto. Es un mundo sin soluciones finales y definitivas.
Los seres humanos son altamente falibles. La incapacidad de pronosticar incluso lo más inmediato es una lección que se nos ofrece profusamente. Egipto es otra prueba de estrés hasta que pasado mañana llegue otra, con sus cúmulos de violencia. Bazas para Al Qaeda. Lo más probable es que Occidente ya no tenga una capacidad real para influenciar activamente en el curso de los nuevos acontecimientos, o que sus posibilidades sean notablemente limitadas. Así fue como al final llegamos a constatar que las ideologías eran algo inútil: es más, contraproducente. Carentes de aquellas referencias sistemáticas que pretendían sobrevivir al muro de Berlín, sólo contamos con la experiencia histórica, con las enseñanzas pragmáticas, en un horizonte sin seguridades ni certezas.
De repente, lo que fue la toma de la Bastilla ahora se convoca por teléfono móvil y se transmite en directo por los canales de televisión global. Ya ha ocurrido otras veces y ahora en Túnez y Egipto. El régimen deMubarak intentó infructuosamente incluso un black out de internet y la telefonía móvil. Hay en Egipto veinte millones de internautas. Ocho de cada diez tunecinos tienen móvil. Mientras Oriente Medio es un hervor, el bloque occidental formula recomendaciones tibias, apoyos imprecisos, en la duda entre la estabilidad, el vacío o un aperturismo egipcio. Hay un miedo a más caos en lugar de más democracia. Hay un riesgo de proliferación nuclear en la zona. Además de la viejísima tesis del mal menor, existe el precedente de que todo puede empeorar.Mubarak todavía es vicepresidente de la Unión para el Mediterráneo, que, según la estrategia europea, lo iba a solucionar todo.
Estamos presenciando como el viejo orden del mundo árabe se tambalea. Algo va a cambiar en Oriente Medio, pero por ahora solamente sabemos que Occidente ha perdido peso en el mundo, sin que sea posible cuantificarlo ni reinstaurarlo. Mientras, la OTAN, la gran vencedora de la guerra fría sin disparar un solo tiro, se está desflecando en Afganistán. Poco pueden hacer EE.UU. y la UE en Egipto, salvo esperar, difundir comunicados vagos, disimular una debilidad creciente. ¿Está la herencia de la Ilustración y de la tradición judeocristiana en el teléfono móvil? Si acaso, Estados Unidos preserva todavía su supremacía tecnológica.
Quién sabe hasta qué punto va a arraigar un nuevo ciclo árabe. En qué medida las turbulencias se aquieten en un cauce imprevisto es algo que todavía ignoramos. Del mismo modo, el aprendizaje de la democracia requiere a la par de una sociedad civil que se proponga esforzarse por la madurez, articular una opinión pública consistente, empeñarse arduamente en la prosperidad económica. Tras la caída del muro de Berlín vino la implosión de los Balcanes. Más lejos en el tiempo, tras la Primera Guerra Mundial vino la Segunda. Precario saber el de los filósofos de la historia. Es un inicio de siglo incomparable con los años ochenta y la libertad recuperada en media Europa, la otra Europa.
Se pide que Occidente recalibre su política en Oriente Medio, pero esas cosas generalmente se reclaman tarde y sin aportar método ni soluciones. Hoy por hoy el único método a mano es evitar que las contradicciones logren la voladura de la diplomacia occidental en el mundo árabe. Parece poca cosa y, sin embargo, no es lo más hacedero. El pedal del acelerador o el freno de mano están en otras manos.
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