Cuando el zorro guarda el gallinero
El Comité de Seguridad Interior del Congreso de Estados Unidos tiene desde enero un nuevo presidente. Se trata de Peter King, un congresista republicano y de ascendencia irlandesa, que ha decidido investigar a la comunidad musulmana estadounidense, a la que considera propensa a la radicalización e incluso al terrorismo. King es un personaje de teleserie: un duro de Queens, parlamentario chaquetero, hijo de policía y sólidamente enraizado en el electorado católico irlandés de Nueva York.
Después de los atentados del 11-S propugnó el uso de armas nucleares en Afganistán. Apoyó ardorosamente la guerra global contra el terror de Bush, incluyendo la utilización de la tortura. No se corta un pelo, desde entonces, en denunciar a los musulmanes, a los que acusa colectivamente de connivencia con los terroristas.
Todos estos títulos bastarían para descalificarle para investigar la penetración del terrorismo entre los musulmanes de EE UU. En su caso es lo contrario. Sus perjuicios son su principal credencial, a la que se añade otra más seria y que esa sí le permite saber de qué habla cuando se trata de terrorismo: el propio Peter King ha sido durante mucho tiempo un terrorista según los estándares aplicados por Bush desde 2001, cuando marcó una línea roja entre los que estaban en contra y lo combatían y quienes estaban a favor, colaboraban con él o lo justificaban.
Sus declaraciones de apoyo al IRA en sus años más sangrientos no ofrecen lugar a dudas. Tampoco su militancia en la asociación Ireland Northern Aid, considerada como el principal canal estadounidense de aprovisionamiento de armas y dinero para los terroristas irlandeses. Los servicios secretos y el FBI siguieron sus pasos, y cuando fue cuestión de hacer la paz, la Administración de Bill Clinton, que tan relevante papel jugó como intermediario entre las partes, contó también con el amigo que los terroristas tenían en Nueva York.
King ha hecho su carrera política como uno de los más destacados agentes del lobby republicano irlandés en EE UU. Los Acuerdos del Viernes Santo (1998) primero y los atentados del 11-S más tarde convirtieron al King que colaboraba con el terrorismo en el King que combate el terrorismo. Con dos diferencias notables: el suyo era católico, mientras el de sus enemigos es musulmán; el primero no combatía a EE UU, el segundo lo considera su principal enemigo.
King ha convocado al comité de investigación para corroborar como conclusiones sus propios prejuicios sobre los musulmanes americanos. Quizá dentro de unos pocos años, cuando nuestros propios acuerdos del Viernes Santo sean también cosa del pasado, podremos ver a alguien del calibre de Arnaldo Otegui presidiendo una comisión parlamentaria que investigue la nueva amenaza terrorista de la época.
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