Obama’s Messages and Calculations on Libya

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Tanto el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, como articulistas y analistas de diverso pelaje ideológico se han preguntado durante los últimos tres días cuál es realmente el objetivo que persigue Barack Obama con su intervención militar en Libia. ¿Se trata sólo de proteger a la población civil, o más bien de deshacerse de Gadafi?

La confusión que reina entre la opinión publicada norteamericana es fruto de la naturaleza completamente contradictoria de las explicaciones que ha dado Obama para justificar el ataque. Por un lado, el presidente asegura que EEUU se ceñirá estrictamente al mandato de la ONU, y su actuación será “limitada”, persiguiendo sólo la protección de los civiles libios.

Sin embargo, acto seguido, el inquilino de la Casa Blanca afirma que el objetivo final es la salida del coronel Gadafi del poder, un objetivo que requeriría una intervención militar más contundente, con el envío de tropas de infantería al país árabe.

Bajo mi punto de vista, la explicación de esta aparente esquizofrenia política reside en que los mensajes de Obama, si bien articulados en un mismo discurso, están destinados a públicos muy diferentes.

Cuando el inquilino de la Casa Blanca insiste en que la acción será limitada, la audiencia a la que se dirige es el público estadounidense, y muy especialmente los sectores más progresistas y pacifistas. Necesita transmitir a sus bases que no se deslizará por la misma pendiente que llevó a la guerra de Irak en 2003.

En cambio, cuando da a entender que Washington no aceptará otra resolución de la crisis que no pase por la desaparición de Gadafi, se está dirigiendo a la sociedad libia, y muy específicamente a aquellos dentro del gobierno y el ejército que se han posicionado del lado de Gadafi, o aún dudan a que caballo ganador apostar.

La experiencia de anteriores conflictos nos sugiere que la simple imposición de una zona de exclusión aérea no llevará a la caída del régimen, sobre todo cuando se enfrenta a un enemigo desorganizado, y mal armado. Así pues, para Obama, Sarkozy y compañía, la única forma de deshacerse de Gadafi es a través de la deserción de una parte del ejército libio por considerarlo una rémora. Es decir, una implosión del régimen, probablemente, a través de un golpe de Estado.

Si bien parece bastante claro que esta es la estrategia actual, no lo es tanto el camino que la administración Obama ha seguido para llegar hasta aquí. Sobre todo, porque es una estrategia altamente arriesgada. ¿Qué pasa si Gadafi consigue mantener la lealtad dentro de los rangos del ejército? ¿Se procederá a un ataque terrestre, o habrá que aceptar la humillación de ver a un Gadafi sobreviviendo al órdago occidental?

Oficialmente, la motivación única de Obama es de carácter humanitario. Muy bonito, pero no me lo creo. En demasiadas ocasiones ésa ha sido la coartada con la que esconder motivaciones más oscuras y prosaicas. De ser así, ¿por qué entonces habría esperado tanto Obama a lanzar la operación? No olvidemos que Gadafi empezó a bombardear a los bastiones rebeldes hace más de un mes.

El olfato me dice que la acción responde sobre todo a unos intereses políticos. Tras ver cómo Sarkozy y Cameron pedían a gritos una intervención, la Liga Árabe se subía al carro inesperadamente, y las tropas de Gadafi avanzaban a toda máquina hacia Bengasi, Obama temió que el mundo entero, y muy especialmente su adversario republicano en 2012, anotara en el haber de su presidencia la masacre miles de civiles libios.

Así pues, a última hora, abandonó su posición escéptica respecto a la zona de exclusión aérea, y echó mano de todo el poderío diplomático de EEUU para aprobar la resolución de la ONU con carácter de urgencia. La planificación estratégica a largo plazo, necesaria antes de lanzar una guerra, fue substituida por un simple deseo, el de la implosión interna del régimen a base de bombardeos. Y en eso estamos. O sea que las decisiones se irán tomando sobre la marcha.

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