LA VISITA de un Presidente es siempre un gran acontecimiento, máxime si se trata del líder de una gran nación como Estados Unidos y dada la particular relevancia de la personalidad del Presidente Barack Obama. De esto no hay punto de discusión. Me preocupa, sin embargo, la forma en que el gobierno de Chile enfrentó esta visita.
Vi con algo de vergüenza ajena en la TV cómo el canciller informaba que el Presidente Obama viene a nuestro país con su señora e hijas, pero también… con su suegra y la madrina de sus hijas, para desde Chile hablarle al conjunto de la región. Escuché también las declaraciones del embajador Wolff diciendo “que no es por casualidad la elección de Chile”. Mi preocupación es simple: esta visita corre el riesgo de ser transformada, principalmente, en un evento mediático que termine perjudicando nuestra inserción regional. Lo que es bueno para EEUU no es necesariamente lo mejor para Chile.
Chile, desgraciadamente, se ha prestado durante ya muchos años para jugar a ser el mejor alumno de la clase. Esto, que se inició durante la dictadura con el famoso “Adiós a América Latina”, de Joaquín Lavín, lamentablemente no se rectificó del todo en el período posterior. Se siguió hablando de que “somos una buena casa en un mal barrio” y se fue totalmente condescendiente con la pretenciosa y absurda idea de que Chile constituía un modelo de transición política y desarrollo económico, prácticamente de validez universal. La transición chilena constituye una experiencia muy especial, con sus grandezas y sus miserias. Ella no se entiende sin el desplome de la democracia y los 17 años de dictadura. Es decir, que para reproducir nuestra experiencia, habría que pasar antes por una gran tragedia, lo que no se le puede desear a nadie. Es por eso que somos una experiencia y no un modelo. Cuando aceptamos que lo somos, nos afirmamos en el papel de buen alumno, pero mal compañero, obsecuente con el profesor y despectivo con el resto de su clase.
La agenda de actividades del Presidente Obama fue intensa, pero estuvo menos de 24 horas en el país. En cambio, Chile seguirá siendo parte permanentemente de la región. Es un hecho que entre los problemas más importantes a los cuales estamos enfrentados se cuentan el conflicto no resuelto con Bolivia, el cuestionamiento que ha planteado Perú sobre límites marítimos y no olvidemos el tema pendiente con Argentina sobre la delimitación en Campo de Hielo Sur.
Sería francamente lamentable que un hecho tan positivo como la visita del Presidente Obama pueda transformarse, involuntariamente, en una especie de “abrazo del oso”. Chile requiere de una diplomacia consistente, que deje de lado toda soberbia y todo provincianismo. Esos dos componentes son una mala mezcla.
Soy de los que se emocionó con el triunfo de Obama y de los que observa con inquietud las dificultades para cumplir con sus compromisos, tanto en EEUU como hacia América Latina, especialmente en materia de derechos humanos y respeto irrestricto a la institucionalidad democrática (recordemos Honduras), expresados en la Cumbre de Trinidad y Tobago, a la cual asistió al inicio de su mandato. En esta ocasión él afirmó con fuerza que “quería escuchar”. Ojalá que lo haya hecho.
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