El vicecanciller ecuatoriano, Kintto Lucas, quiere hablar con Julian Assange. ¿El motivo? Necesita que el creador de WikiLeaks.org le entregue los más de 1 300 cables que, según Lucas, fueron producidos por la embajada norteamericana en Ecuador y que, según el mismo Vicecanciller, están en poder del famoso ‘hacker’ australiano.
Lucas quiere hacer públicos todos aquellos cables porque “ahí sabremos que determinados Gobiernos anteriores y sus representantes iban a pedir la bendición a los EE.UU.”, según explicó en una entrevista a Diario Hoy. Esta iniciativa del Vicecanciller no es el mejor ejemplo de lo que debiera ser una práctica diplomática profesional.
Las relaciones entre los Estados se construyen en el marco de las leyes, tratados e instituciones internacionales que han sido creadas para ese efecto. Utilizar documentos no oficiales -a veces de dudosa autenticidad- que fueron entregados de forma subrepticia a los administradores de una página Web suscitará el interés de periodistas y académicos, pero jamás resolverá favorablemente un conflicto con otro país.
Supongo que las autoridades de Cancillería buscan que Ecuador plantee sus relaciones con EE.UU. en términos más equitativos y transparentes. ¿Involucrar a Julian Assange y a WikiLeaks ayudará a Ecuador en ese proceso? Lo dudo mucho.
Ni Assange -un autodidacta de origen chino e irlandés que con apenas 20 años ‘hackeó’ los sistemas de la telefónica Nortel- ni su página Web son un modelo de legitimidad o equilibrio. Lo que al principio fue visto como un emprendimiento novedoso que podría promover una mayor transparencia en el mundo es considerado hoy como una iniciativa fallida que ha provocado estragos y confusión antes que soluciones reales para las personas.
La autenticación de los documentos filtrados es un gran tema pendiente. Assange confiaba en que la comunidad de internautas se encargaría de hacer aquello, igual que Wikipedia, la enciclopedia virtual donde los usuarios van incorporando o corrigiendo la información que allí se consigna.
Se estima que la vida de mucha gente está en peligro porque su nombre salió en algún documento publicado. Al respecto Assange ha dicho que a veces contactan a los potenciales perjudicados, pero cuando eso no ocurre puede que el equipo de WikiLeaks haya “manchado sus manos de sangre”.
A Assange no le interesa exponer los hechos de forma objetiva y equilibrada (a pesar de que en un momento de euforia se jactó de haber inventado lo que él denominó como “periodismo científico”). Este hacker ha dicho que lo único que le importa es “exponer las injusticias”. El problema es que sólo Assange es quien define qué es injusto o no; nadie más. ¿Les suena conocido?
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