Don’t Give the United States Up for Dead

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Posted on October 11, 2011.

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Hay una sensación de mal agüero en torno al hecho de que el mundo se tambalea otra vez hacia la recesión. La implosión de la economía griega amenaza el futuro del euro y al sector bancario europeo. Hay indicios de fatiga en buena parte de los mercados emergentes, luego de tres años de máxima velocidad. La economía estadounidense también se tropieza al agotarse los distintos planes de estímulo fiscal y expansión monetaria.

Por lo demás una sensación de tristeza se filtra en buena parte de América del Norte. La jactancia que predominaba hace un decenio se esfumó. Diez años atrás la mayoría de los estadounidenses se burlaban del auge de China. Hoy se descuenta que el gigante asiático ocupará el primer lugar.

Sin embargo, es demasiado pronto para dar por perdida a la economía estadounidense. Lo mejor de Estados Unidos surge cuando lo dominan las dudas y lo peor cuando desborda de bravuconadas. El sentido de urgencia por igualarse con los rusos tras el lanzamiento del Sputnik, en 1957, condujo al éxito del programa espacial norteamericano.

La humildad por la derrota en Vietnam fue lo que activó la modernización de las Fuerzas Armadas, y la desindustrialización de los años setenta produjo el espíritu emprendedor que impulsó la revolución tecnológica de los años noventa. Por otro lado, la soberbia al comienzo del milenio provocó los reveses militares y financieros que ahora agobian al país. Empero, la economía estadounidense está en medio de una gran transformación que la dejará en una posición envidiable frente a sus competidores, aunque esté lejos de estar concluida.

CHINA EN PERSPECTIVA

A pesar de la exaltación por la milagrosa economía china y cómo eclipsará a Estados Unidos, lo cierto es que la productividad laboral china representa el 12% de su contraparte norteamericana.

Los trabajadores estadounidenses, sobre todo en el sur donde no están sindicalizados, son hipercompetitivos. En el último decenio la productividad estadounidense creció a la tasa anual de 6%, comparado con un incremento en la producción industrial de 3% que ayuda a explicar el nivel persistente de desempleo. Buena parte del exceso de mano de obra fue a la construcción, pero el derrumbe del mercado de la vivienda hizo difícil que muchos de esos trabajadores consiguieron trabajo.

El desplome de los precios de las viviendas también causó otros problemas. Muchos se encontraron con valores negativos en sus hogares y sin la disposición de mudarse a otros lugares. Ello redujo algo de la movilidad laboral que tanto caracteriza a Estados Unidos. De todos modos, la economía norteamericana está en el medio de una catarsis. Las exportaciones están subiendo gracias a la devaluación del dólar. El valor real del billete verde se hundió al menos 30% desde 2000, y el sector privado necesita entre 24 y 36 meses para reaccionar a las alteraciones en el tipo de cambio.

Muchos sectores, como las de equipos pesados, transportes y agricultura anuncian ganancias de dos dígitos. Las pruebas están a la vista, ya que el tránsito ferroviario de carga subió un 7,8% anual en el primer semestre. Unos picos minutos en el paso Donner, que atraviesa la Sierra Nevada, confirman el volumen inmenso del tránsito ferroviario. El sector de transporte por ruta pasa graves momentos debido a la falta de conductores.

El volumen de transporte subió un 3% en junio, y la Asociación Estadounidense de Camioneros calcula que faltan unos 100.000 choferes. Las firmas de transportes se ven obligadas a subir salarios y beneficios para captar más trabajadores. Diarios, emisoras de radio y canales de televisión están llenos de publicidades para atraer conductores. La expansión del Canal de Panamá no hará más que agravar las cosas. Un diluvio de buques invadirá los principales puertos de la costa este norteamericana, y los convertirá en redes logísticas para toda la cuenca del atlántico. Por eso es prematuro dar por perdida a la economía estadounidense.

Esto no quiere decir que Estados Unidos no afronte dificultades. El desapalancamiento de la burbuja de la vivienda sigue en marcha y demandará todavía muchos años. La recesión también forzó a muchas empresas a multiplicar su productividad, lo que dejó al margen a muchos trabajadores. Estados Unidos también tiene que aplicar cambios estructurales que aun no están sobre la mesa. El elevado costo de las demandas es una pústula en las empresas norteamericanas.

Por último, Estados Unidos debe solucionar su sistema fiscal. Los ingresos federales ascenderán al 14,4% del PBI en 2011 frente al promedio de 18% de la posguerra mundial. Mientras tanto, los gastos superan el 23% del PBI. La reducción de impuestos sólo podrá funcionar si hay una rebaja equivalente en los gastos, pero lo que sucedió fue lo opuesto. Ojalá que se esté trabajando en reformar ese problema, que ayudaría a restablecer la confianza en la economía.

Por eso no le apaguen la luz a la economía estadounidense. Todavía es la locomotora de la economía mundial, y se mantendrá en la vanguardia durante largo tiempo.

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