Los iraquíes, traumatizados por los ocho años de guerra que siguieron a la caída de Saddam Hussein en 2003, recibieron el anuncio de la retirada completa de las tropas estadounidenses de Irak con alivio, pero también con cierto escepticismo, ya que temen un aumento de la violencia y les preocupa el futuro del país.
El presidente estadounidense, Barack Obama, anunció anteayer la retirada antes de fin de año de los 39.500 soldados norteamericanos que aún permanecen en Irak y puso fin a casi nueve años de conflicto iniciado por George W. Bush.
Aunque la mayoría de los iraquíes no duda en expresar su júbilo por la salida de los soldados, el país afronta grandes retos. Los atentados siguen siendo frecuentes. A pesar de que la violencia ha disminuido tras un pico entre 2006 y 2008, el mes pasado 185 iraquíes murieron en ataques terroristas.
También perdura el resentimiento entre los sunnitas por el dominio de la mayoría chiita y continúan las aspiraciones separatistas de los kurdos en el norte del país.
Pese a años de promesas de mejores servicios gubernamentales, la mayoría de la población sobrevive con apenas unas pocas horas de electricidad al día.
Para los iraquíes, los estadounidenses son tanto la causa de esos problemas como la protección contra su expansión.
Muchos atribuyen a la invasión estadounidense, que comenzó en 2003, haber desencadenado todos esos demonios que estaban bajo control durante la dictadura de Saddam y permitir que otros peligros, como Al-Qaeda, ingresen en el país.
Al mismo tiempo, los refuerzos estadounidenses ayudaron a controlar la violenta situación entre 2006 y 2008, y muchos sienten que la presencia norteamericana impide que los políticos iraquíes arrastren el país a una espiral de odios sectarios y violencia.
Ante los temores por la estabilidad del país, las autoridades de Bagdad intentan transmitir confianza en el futuro.
“La retirada es una ocasión histórica para el pueblo iraquí y las fuerzas armadas. Nuestras fuerzas son capaces de controlar la situación en materia de seguridad”, declaró ayer el primer ministro iraquí, Nouri Al-Maliki, durante una conferencia de prensa.
“La retirada hará desaparecer todas las excusas de Al-Qaeda y los grupos armados para justificar sus atentados”, destacó Al-Maliki, y sostuvo que ningún país consideraba invadir Irak.
DIVERGENCIAS
De todos modos, el primer ministro iraquí reconoció que el ejército precisará de por lo menos dos años para ser plenamente operativo.
Al-Maliki confirmó, además, que el fracaso de las negociaciones entre ambos países para mantener un contingente de soldados norteamericanos para la formación de las tropas iraquíes había fracasado por la falta de acuerdo sobre la inmunidad diplomática para esos militares.
Aparentemente, los iraquíes esperaban que pudiera permanecer en el país un contingente de 500 militares para desarrollar misiones de formación y operaciones especiales, pero sin inmunidad legal.
El primer ministro iraquí dijo ayer que el número de instructores militares estadounidenses y el período de su permanencia en Irak se determinarán en el marco de los contratos de armas que serán firmados.
Como era de esperar, los movimientos políticos cercanos al jefe radical chiita Moqtada Sadr, que reclaman desde hace tiempo la salida de las tropas estadounidenses, festejaron el anuncio de Obama.
EL PRESIDENTE DESTACÓ LOS LOGROS DE EE.UU.
El presidente estadounidense, Barack Obama, afirmó ayer que la muerte del ex líder libio, Muammar Khadafy, y el fin de la guerra de Estados Unidos en Irak son un recordatorio poderoso de la renovación del liderazgo norteamericano en el mundo. Al mismo tiempo, Obama dijo que Estados Unidos debe ocuparse ahora de su “desafío más grande como nación”: reconstruir una economía interna floja y crear puestos de trabajo. “Tras una década de guerra, hemos decidido dar la vuelta a la página y seguir adelante, con fortaleza y confianza”, dijo Obama, en un mensaje que seguramente repetirá en su campaña por la reelección
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