A Remedy to Abjection: Engagement or Silence

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Contra la abyeccion, accion o silencio

Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)

Todo empezó un 11 de setiembre de 2011. No hace falta tener mucha edad para retener en la memoria el giro dado al mundo desde entonces. Cualquiera que tenga simplemente 20 ó 30 años ha podido ir presenciando cómo, a lo largo de los diez años posteriores hasta ayer, los sembradores de aquel infausto día vienen recogiendo una colosal cosecha de petróleo y acumulando más y más poder en el mundo.

Infausto, no por un ataque de los enemigos del imperio a la metrópoli que no se produjo, sino por el sacrificio al que los autores materiales e intelectuales de la caverna yanqui sometieron a 2.952 personas de los estratos inferiores de la sociedad neoyorquina. Y cuando digo “inferiores” es, porque los comparo con la clase ejecutiva que no ocupó, pero habría de ocupar, las oficinas de las torres una hora después de la espantosa argucia de la Administración Bush. Y cuando digo infausto, es porque ese ignominioso sacrificio ha servido al imperio y sus aliados para justificar todo lo racionalmente injustificable que ha ido llegando a lo largo de un decenio hasta la miserable conquista de Libia y el asesinato de Gadafi.

No es nuevo. Napoleón sacrificó a un cuerpo de ejército entero para pasar por encima del puente humano que formarían los cadáveres, para tomar una ciudad rodeada por un profundo foso en una de sus numerosas campañas. Y rebuscando en otras muchas batallas de la historia, el sacrificio forzado por los mandos de las tropas propias, los muertos por el fuego amigo, con un objetivo táctico es tan frecuente que valdría la pena hacer un recuento, aunque sólo fuese aproximado, para ponderar la verosimilitud de la maniobra canalla del 11 de setiembre de 2011 a cargo de la CIA y los Bush.

Por eso y porque conocemos la historia y la abyección a la que puede llegar el humano presa de la ambición, de la soberbia, de la crueldad y de la locura, no necesito esperar a desclasificaciones de departamentos de Estado incriminados en lo mismo, ni necesito de libros ni las diferentes versiones de los historiadores, ni de hemerotecas para ver dentro de la bola de cristal al alcance de cualquier sencillo observador.

Poco después de aquel hito del año 2011 publiqué un comprometido artículo titulado “Yo acuso”, que contiene aproximadamente estas reflexiones tachonadas de los detalles burdos observados al hilo del impacto de los aviones contra las torres. Tesis aquella que compartieron, corrigieron y aumentaron con su investigación periodística, entre otros, Thierry Meyssan, director de la Réseau Voltaire. Dicho artículo sostenía esta misma tesis que reproduzco ahora. Está claro que los criminales menospreciaron los efectos que podían derivarse de posteriores investigaciones y de reflexiones sobre la evidencia. Reflexiones de millones de gentes en el mundo, acostumbradas a atravesar los velos que cubren la realidad oficial de cada día, pues cada vez, además, es más tosca la prestidigitación a que desde siempre nos ha sometido el poder.

La calculadísima invasión de dos países repletos de petróleo y la de otro estratégico como cabeza de puente, se ha consumado en un plazo de diez años a razón de país por trienio y medio. Y todo de acuerdo a un plan demoníaco preconcebido hace por lo menos quince. Puede predecirse que en el 2014 caerá el siguiente.

Así se viene consumando la mayor bellaquería neocolonial cometida con tres países de otras culturas después de la segunda guerra mundial. ¿Los autores del horrendo crimen continuado?: la nación hegemónica a la que, provocando con ello un mayor sentimiento de sublevación interior y de impotencia pero para su oprobio, se ha unido la Vieja Europa incluida España. ¿Alguien normal puede no sentir exasperación y tristeza por semejante felonía?

Así es que, de la misma manera que pocas observaciones, pocos comentarios, poca masa gris he dedicado a esta facción española que se dispone a gobernar según todos los pronósticos, me enrroco para no analizar, todas juntas, estas horribles masacres a lo largo de diez años del imperio y Europa. No vale la pena dedicar ni un gramo de politología ni de estrambotes a lo que no son más que las heces que excreta la perversión de una porción, siempre la misma, de la sociedad humana. Es tal el hastío y la amargura que causa la deyección moral, son tantos agravios al raciocinio y a la civilización por parte de los gobiernos de los países occidentales que, como no voy a remover más conciencias de las ya removidas por sí mismas y no puedo pasar a la acción, acerca de lo ocurrido el 11S, en Afganistán, Irak y Libia, pienso que lo mejor será guardar silencio durante largo tiempo. Y cuanto más tiempo, mejor. Pero sepan todos ellos al menos que en absoluto nos engañan, y que el silencio es lo más apropiado porque todas las exclamaciones y todos los adjetivos resultan ridículos cuando estamos ante monstruos aliados…

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