Barack Obama, experto en aprovechar los reflectores que iluminan los escenarios, supo encontrar el momento más adecuado para un encuentro con Cristina Fernández viuda de Kirchner. Apenas confirmó los resultados de las elecciones del 23 de octubre, que le dieron el espectacular triunfo con casi el 54 por ciento de los votos, la llamó por teléfono rompiendo el hielo de los últimos años en las relaciones del Departamento de Estado con el gobierno argentino.
Obama seguramente quisiera estar en el lugar de Cristina -como comenzó a llamarla desde entonces- olvidando los informes de su embajada en Buenos Aires, revelados por WikiLeaks, que usaban expresiones menos afectuosas. Cristina cuenta con una popularidad envidiable, la economía argentina creció espectacularmente en los últimos años, mientras que Obama viene con su imagen en caída libre, la economía norteamericana con signos de una recaída sin remedio, su programa de reformas sepultado y con pocas chances de lograr su reelección.
Sin embargo, cuando recomendó a Sarcozy (otro que está en la cuerda floja) que “hay que aprender de ella”, había algo más que simpatía, envidia o de mostrarse junto una personalidad exitosa, como se acaba de demostrar en la reunión privada que mantuvieron Obama y KFK en el hotel Carlton de Cannes.
Allí, más allá de las fotos, que muestran a Obama con un perfil más humano que anunciando el salvataje de los bancos y el simultaneo hundimiento de los deudores hipotecarios o el secuestro y asesinato, en secreto, de Bin Laden, se conversó de temas económicos pendientes entre Buenos Aires, Washington y Wall Street, además de pasar revista al tablero político de América Latina con el Departamento de Estado, cuestión nuclear, seguridad o “terrorismo”.
Hay dos frases que resumen el encuentro bilateral. “Es una maravilla estar con una gran amiga mía, y una amiga de los Estados Unidos”, felicitándola por la reelección, dicen que comenzó diciendo Obama. Mientras que CFK recordó que “no se puede pasar por alto el liderazgo de Estados Unidos a nivel global”. Luego hablaron de los negocios, de las más de 500 empresas norteamericanas que siguen siendo determinantes en la estructura productiva argentina, de los 250 millones de dólares que Argentina les tiene que pagar a dos firmas estadounidenses en concepto de indemnizaciones reclamadas ante el CIADI, de los pagos al Club de París y de los temas candentes de la agenda internacional, prometiéndose una relación “honesta y franca” entre ambos países.
Este reacomodamiento de los vínculos con el gobierno argentino, indudablemente, ayudan al diseño de las políticas para el segundo mandato de CFK que comenzará en diciembre próximo, que enfrentará las dificultades que se advierten en lo interno y las que provienen de la crisis del capitalismo mundial.
Además son funcionales a las necesidades geopolíticas de la principal potencia del planeta. Hasta ahora el aliado fundamental de Washington en la región ha sido Brasil, pese a que fracasó en el intento de algún Tratado que vinculara a las economías, como el firmado con México, Chile, Perú y recientemente Colombia y Panamá. Pero el salto de Brasil a jugar su propio juego, frecuentemente con sus comilitones del llamado BRIC, que por su peso y la existencia del MERCOSUR arrastra a sus vecinos, pero también porque ha votado en contra de Estados Unidos y sus aliados en el Consejo de Seguridad, obligan al Departamento de Estado a analizar otro tipo de alianzas en América Latina. Argentina puede ser un buen contrapeso y moderador, en tanto inciden muy poco en esta balanza los socios tradicionales de EE.UU., con los que tiene firmados TLC, como Chile con un gobierno totalmente desprestigiado, Colombia con Juan Manuel Santos perdiendo escandalosamente en la primera consulta municipal y México con un Fernando Calderón en terapia intensiva. Las relaciones diplomáticas, como sabemos, compiten en los concursos de la hipocresía más descarnada y eso se pudo ver en esta escandalosa e inoperante cumbre del G-20, que dan testimonio artículos publicados en SinPermiso.
El gobierno argentino, pragmáticamente, avanzó en dirección a la distensión y hasta la amistad con la Casa Blanca, algo más confiable y transparente que las frecuentes y solapadas visitas de funcionarios a la embajada yanki en Buenos Aires adictos al doble discurso (uno para la “gilada” y otro para el Departamento de Estado) según los cables de WikiLeaks.
Crecimiento, crisis y desigualdad
Ciertamente, tras la gran depresión económica que comenzó en 1968 y desembocó en el derrumbe del régimen de convertibilidad y estallido social del 2001, la economía argentina comenzó a crecer a paso firme desde fines de 2002. Inaugurando uno de los ciclos más sostenidos y duraderos de crecimiento. Hay abundante bibliografía y no pocas polémicas sobre este fenómeno, algunas de cuyas notas hemos publicado en Sin Permiso.
Los gobiernos de Néstor Kirchner primero y el de Cristina, que ahora termina, navegaron con el viento a favor de una coyuntura excepcional. Al mismo tiempo pudo renegociar la deuda pública – en gran parte ilegítima y fraudulenta, según fallos judiciales – que pesaron como una mochila de plomo desde el final de la dictadura. Agravada, por cierto, durante el ciclo de privatizaciones, reformas económicas, canjes, megacanjes y bicicletas de todo tamaño en los tiempos de Carlos Menem y continuadas por Fernando de la Rúa – Domingo Cavallo.
La recesión económica mundial, desatada con la caída del Lehman Brothers, afectó a la economía argentina, recuperándose a buen ritmo en 2010 cuando rebotaron los precios de los productos primarios, particularmente de la soja, desde entonces no ha parado de crecer.
Aunque no creció solamente Argentina, lo hizo Perú de modo notable, y hasta Paraguay, que superó a los chinos en su tasa de crecimiento del 2010. ¿Cuál diseño común de todas estas economías? Una reprimarización, con algunos agregados o “anabólicos”. El caso de Paraguay es emblemático, pasó de 1 millón de hectáreas cultivadas con soja a casi 3 millones, mediante la innovación argentina de la siembra directa, que supone semilla transgénica y paquete tecnológico, es decir, agroquímicos, más la presencia de grandes fondos brasileños en el negocio.
En el caso argentino hay otros componentes para este ciclo ascendente de su economía, pero las columnas centrales se apoyan en la soja, la explotación de los recursos naturales y en Brasil como la locomotora de la industria automotriz.
Este paisaje plantea un problema para una lectura progresista. Los países más desarrollados enfrentan una de las mayores crisis económicas que se recuerdan. Dejaron de crecer, aumenta el desempleo y alcanzan una desigualdad inédita, el ejemplo es Estados Unidos, mientras que en Europa marchan a paso de gigante para desmantelar el Estado de bienestar. A su vez, la declinación de sus economías eclipsó en el Norte avanzado el debate sobre las urgencias que plantea el cambio climático. Por otro lado, en América Latina, se registra un periodo de prosperidad que alienta a un neodesarrollismo capitalista que no se plantea, ni como hipótesis, cambiar la actual matriz productiva. Tampoco considera las consecuencias de un cambio del ciclo internacional ni los efectos depredadores de los recursos naturales y del medio ambiente que supone sostener el modelo actual. Desconoce asimismo que la crisis del Norte no es un fenómeno pasajero sino que es una fase de la crisis del capitalismo que más temprano que tarde arrastrará a todos.
Economía y política en el segundo mandato de CFK
¿Cuánto significó la economía para el contundente triunfo electoral de CFK? Algunos números son demostrativos, aún descontando las mendaces cifras del INDEC o los artilugios contables del oficialismo. El nivel de actividad, medido en dólares creció más del 60 por ciento durante los últimos cuatro años. La venta de autos trepó el 40 por ciento durante el mismo período. Más de 900 mil celulares de última generación fueron vendidos en lo que va de 2011. Hay tantos argentinos viajando por el mundo como durante la convertibilidad de Menem y Cavallo. Los argentinos compiten con los brasileños en el mercado inmobiliario de Miami, que está con precios en baja mientras que en Buenos Aires se dispararon los precios en dólares de las propiedades en los barrios mejor cotizados. Los bancos, que disfrutan de las normas legales instaladas por la dictadura en 1976, tras haber estafado a los ahorristas en 2001, han tenido ganancias extraordinarias.
Las grandes corporaciones y los grupos beneficiados por las privatizaciones de los servicios públicos han gozado de subsidios estatales sin precedentes. Sin embargo, los indicadores sociales no han registrado tan buenos resultados, ni hablar de la calidad de algunos servicios, como los transportes públicos. El número de villas de emergencia creció en los últimos años tanto en la Capital como en el conurbano bonaerense. Casi el 90 por ciento de los jubilados percibe el haber mínimo, que no cubre las necesidades de una canasta de bienes básicos. Sin lugar a dudas, en materia de política social, la asignación a los hijos de los hogares que no están en el sector informal y tienen bajos ingresos fue muy exitosa, aunque la inflación esmeriló su efecto positivo en los últimos meses.
De modo que las mejoras en la economía explican, en parte, el triunfo del kirchnerismo, especialmente al comparar la situación del 2009 cuando Néstor Kirchner perdió las elecciones en la provincia de Buenos Aires y en casi todas las grandes ciudades del país. Ni hablar si la comparación se establece con el 2001 en el punto más bajo de la depresión.
Toda la historia moderna de Argentina muestra que casi nunca se cambió un gobierno, ya sea por elecciones o por un golpe de Estado, en un momento de bonanza económica. La marcha de la economía es determinante, lo que no es sólo un fenómeno argentino. Y la fórmula: dificultades internas más crisis internacional ha sido siempre fatal.
En estas elecciones confluyó la prosperidad económica para muchos, la sensación de estar mejor para otros que no lo están tanto, lo que alienta a la continuidad, con una oposición patética que enfrentaba a un peronismo-kirchnerista exitoso y disciplinado.
Más allá del efecto político y psicológico de la muerte de Kirchner, que afirmó el liderazgo de su mujer, el kirchnerismo tejió una alianza variopinta casi imposible en vida de Néstor.
Unas internas, que buena parte de los opositores apoyaron pensando que servía a los fines de proscribir a la izquierda y consolidar el bipartidismo a la norteamericana, seleccionando al mejor posicionado para disputar la segunda vuelta con CFK, fue la coronación del triunfo oficialista. Lejos de ayudar a la democracia interna de los partidos, el simulacro de las primarias dejó intacto y aceitados los peores aparatos electorales, que definen la vida interna de los grandes partidos, determinando además el resultado de los comicios 70 días antes.
Ni lerdos ni perezosos los grandes grupos económicos votaron también por la continuidad sin apostar un peso por la oposición. En el coloquio de Idea, un encuentro tradicional de los grandes empresarios, que coincide con los días previos a una elección general, el 80 por ciento votó por un nuevo mandato para Cristina Fernández, en una encuesta a sobre cerrado.
Dicho esto, los candidatos opositores que pretendían seducir al establischment estaban muertos.
A su vez, el peronismo-kirchnerista no dejó un hilo suelto en su política de alianzas. Desde rescatar a Carlos Menem, reelecto senador por La Rioja, al corrupto e impresentable Ramón Saadi, de Catamarca, al pronazi Carlos Soria, gobernador electo en Río Negro, a José Manuel de la Sota que vuelve a Córdoba, a los del feudo del Movimiento Popular Neuquino, sin dejar de lado a los aliados de siempre, el multifacético Daniel Scioli, los intendentes del conurbano, los burócratas sindicales, el sanjuanino y principal vocero de la minería a cielo abierto José Luis Gioja, el formoseño Gildo Insfran, y otros tantos socios menores. Al armado se suman, en distintas proporciones, los muchachos de La Cámpora, radicales K, socialistas K, Luis Delia, movimiento Evita y Nuevo encuentro de Sabatella y siguen las firmas.
El triunfo estaba garantizado, queda ahora saber cómo se puede administrar ese capital político.
Los tiempos que vienen
Las buenas noticias por el lado de la economía no pueden ser duraderas en ninguna parte cuando los que concentran capitales y decisiones en el mundo no saben que pasa mañana.
Como hemos dicho no todos los números son exitosos para la economía argentina. El gobierno fue postergando decisiones porque no quería incomodar antes de las elecciones. La economía floreciente y con alta inversión pública no impidió la fuga de capitales en todos estos años. Unos 7.000 millones de dólares salieron sólo en los dos últimos meses. Por consiguiente la primera medida tras las elecciones fue poner un cerrojo a la libre compra y venta de divisas. Es todavía prematuro saber el resultado. Al mismo se estableció la obligación de que las mineras y las petroleras liquidaran todas las divisas por exportaciones en el mercado local, una franquicia que inexplicablemente este gobierno había decidido. Un gradual final a la política de subsidios comenzará por la insólita ayuda, que desde las finanzas públicas, se daba a los bancos, a las financieras y hasta casinos, loterías y salas de juego.
Queda el interrogante que pasará con las tarifas de los servicios públicos, la inflación y los salarios en las futuras negociaciones colectivas con los sindicatos. Ya en la campaña electoral Cristina confrontó públicamente con el secretario de la CGT, líder del poderoso gremio de los camioneros, Hugo Moyano. Reñir con Moyano ayudó a seducir a muchos sectores de la clase media, que lo consideran la versión local de Hoffa. El primer problema es si se lo tira por la ventana de la CGT por las buenas o las malas razones. El segundo problema es evaluar el costo de una pelea con Moyano. Hasta ahora el gobierno se está apoyando para deshacerse o neutralizar a Moyano en personajes con un prontuario más abultado que el del camionero y ninguno de sus méritos. Quién lidera la operación es nada menos que el millonario dirigente menemista Oscar Lescano, el artífice de las privatizaciones de las compañías de distribución, transporte y generación de electricidad. Y el principal candidato del gobierno para reemplazar a Moyano en la CGT es Gerardo Martínez, que acaba de acompañar a Cristina a la cumbre del G-20, “patrón” del sindicato de la construcción y “buchón” del tenebroso regimiento 601 de la dictadura militar.
El periodo de gracia que se abre con todo nuevo gobierno puede, en este caso, no ser tan calmo por el lado de la política ni de la economía.
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