Si Irán quiere fabricar la bomba atómica, que la fabrique. ¿Qué nos importa a nosotros?”. Con este discurso, a Ron Paul le votó uno de cada cinco habitantes de Iowa (21,4% de los sufragios), un estado agrario del medio oeste donde es complicado desligar la política internacional del prejuicio. En las elecciones inaugurales de las primarias conservadoras en los Estados Unidos, el congresista por Texas fue superado por el abogado Rick Santorum (24,5%), que establece el bombardeo a Irán como eje sobre el que gravita su concepto de diplomacia. A la cúspide de la pirámide, y por sólo ocho votos de ventaja (24,6%), fue aupado Mitt Romney, el empresario mormón que, en su etapa de gobernador de Massachusetts, implementó un sistema sanitario a la europea, fuente de inspiración del denostado Obamacare. De Newt Gingrich, designado favorito por la media de encuestas de Real Clear Politics al filo del inicio de las hostilidades, apenas se habla tras su cuarta posición en Iowa (13,3%) y New Hampshire (9,4%). Michele Bachmann, ganadora inapelable del primer debate entre candidatos y primera en los sondeos allá por agosto, ocupó la penúltima posición (5%) y se retiró de la carrera. Su respaldo sólo fue mayor que el del ex embajador en Pekín Jon Huntsman (0,6%).
La decadencia de Bachmann, trasunto de Sarah Palin desprovisto de la afabilidad de la ex gobernadora de Alaska, es paradigmática de una concurrencia tan a largo plazo. Apuntala la tendencia el descenso al Hades de Rick Perry. El gobernador de Texas irrumpió fulgurante en la carrera y se erigió en el preferido de los electores hasta que, en uno de esos días tranquilos de entre los infinitos plazos, se mostró ciertamente comprensivo con los descendientes de los inmigrantes ilegales. La complicidad con una parte esencial de su electorado en el estado de la estrella solitaria le supuso el repudio de la masa conservadora en el conjunto de la nación, que lo ha situado en quinto lugar (10,3%) al inicio de la contienda.
Tras el prólogo de Iowa y el ensayo de New Hampshire (celebrado el pasado martes, nuevamente con victoria para Romney, con el 39,4% de los sufragios), los 48 estados restantes elegirán por goteo al rival de Obama por la Casa Blanca. El alumbramiento del candidato tomará los próximos ocho meses, hasta que, finalmente, este sea ungido entre las naranjas de Florida el 30 de agosto, en la Convención del Partido Republicano en Tampa, a la que los delegados y superdelegados enviados por los votantes acudirán para refrendar la voluntad de sus respectivos estados. Ganará quien alcance el respaldo de al menos 1.143 de estos delegados.
Por su parte, el Partido Demócrata no investirá candidato a Obama hasta la semana del 3 de septiembre en Charlotte (Carolina del Norte). El presidente está exento del oneroso trámite de las primarias, ya que no ha sido retado por valiente alguno a un duelo a urnas. Pese a que en las papeletas dispuestas en New Hampshire figuraba una decena de aspirantes a la nominación del partido del burro, ninguno acredita notoriedad alguna para importunar al hoy comandante en jefe de Estados Unidos. Así, Obama obtuvo un 81,9% de los sufragios, 45.008; escoltado a infinita distancia por el escritor Ed Cowan, con 859 votos (1,6%), y por el anarquista Vermin Supreme, con 781 (1,4%). El resto de los concurrentes no superó el 1%.
Ante semejante competencia el presidente ha enfocado todas sus energías en la recuperación económica y en los ataques al Partido Republicano. Esta estrategia ha sido permitida por omisión por Hillary Clinton, a quien un sector notable del Partido Demócrata instaba a medirse a Obama, ante el descrédito acumulado por el presidente y el recuerdo de la equilibrada competencia que ambos mantuvieron en 2008. Aunque no es habitual, a lo largo de la democrática historia de Estados Unidos, se han registrado casos en los que el comandante en jefe de l país ha sido retado a primarias por rivales de entidad, si bien ninguno de ellos fue derrotado. Todos los censados en la nación barriestrellada están convocados a las primarias; para participar sólo es necesario cumplir el leve trámite de inscribirse en las actas de los partidos Demócrata o Republicano. En ciertos estados como en New Hampshire, donde votaron más de 315.000 ciudadanos, los independientes pueden participar sin registro previo.
Batalla presupuestaria
Las presidenciales, tradición obliga, no se celebrarán hasta el martes después del primer lunes de noviembre, es decir, el sexto día del onceno mes. Ante semejante singladura el presupuesto se antoja fundamental. Y ahí, en el peso de sus alforjas, reside el auténtico favoritismo de Romney. El millonario ex gobernador de Massachusetts, antiguo consejero delegado de Bain & Company, cofundador de Bain Capital y director general de los Juegos Olímpicos de Invierno de Salt Lake City (capital del estado mormón de Utah) en 2002, atesora más de 40 millones de dólares de presupuesto en su camino a la Casa Blanca, con bancos notables como donantes destacados. Esta cantidad es superior a la suma de lo recaudado por todos sus rivales (curiosamente el pacifista Ron Paul obtiene la mayoría de sus donaciones de miembros del Ejército), aunque es notablemente inferior a las cifras gestionadas por Obama. El presidente se acerca ya a los 100 millones de dólares y, tras una campaña electoral de año y medio y sin tener que invertir un solo quarter en las primarias, pretende alcanzar los 1.000 millones de dólares de colecta política por primera vez en la historia. Universidades como Harvard, Stanford o Columbia y empresas tecnológicas de California abanderan su cosecha.
La entidad de dicha partida, unida al ejército de activistas en Internet y en las redes sociales otorgan el favoritismo al hoy presidente ante cualquier rival republicano. Romney, nuevamente, es quien más cerca estaría de la victoria (perdería contra Obama por 46,7%-45,2%), seguido de Paul (47,9%-41,1%), Santorum (48%-40,7%), Gingrich (50,2%-41,4%), Huntsman (48%-38,3%) y Perry (50,9%-39,1%).
Cantera republicana para 2016
Como paradoja y muestra del descontento con el presidente, la ciudadanía preferiría votar al Partido Republicano como entelequia a hacerlo por Barack Obama (43,6%-42,6%). Este dato, asimismo, demuestra la disfunción entre el entusiasmo de los votantes por los candidatos conservadores y por la ideología de estos, toda vez que iconos como el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, el senador hispano por Florida, Marco Rubio, o el heredero de la saga Bush, Jeb, ex gobernador de Florida, se han reservado hasta 2016 para dar un salto más claro hacia la Presidencia. El epítome del amago y retirada es Sarah Palin, quien a última hora ha renunciado a participar desde su idílica posición, ya que, merced a sus intervenciones televisivas y a su prolija publicación de libros, se embolsa una cantidad cercana a los 30 millones de dólares al año.
Demócratas al margen, Romney ha tomado la delantera por la cartera y por las primeras primarias. Desde 1980, ningún candidato republicano se ha alzado con la nominación presidencial de su partido sin al menos ganar en Iowa o en New Hampshire. El ex gobernador de Massachusetts, de religión mormona, trata de difuminar su credo con la clásica fotografía de familia feliz. Así, el candidato exhibe como aval de fidelidad y fiabilidad sus 42 años de matrimonio con Anne, esposa que apenas lo acompaña, pues padece esclerosis múltiple. Resultado de su unión son los activistas conocidos como The Romney Brothers, los cinco hijos de la pareja. Si se trata, no obstante, de presumir de prole, Rick Santorum se lleva la palma. El ex senador por Pensilvania, que apenas ha recaudado 4 millones de dólares, articula su campaña sobre sus siete hijos. Partidario de la educación de los vástagos en la propia casa y, por tanto, de la supresión de las subvenciones públicas a escuelas y universidades, Santorum acumula 21 años de matrimonio con Karen Garver y se define como “un auténtico conservador”. La menor de sus descendientes, Bella, de 3 años, padece la rara enfermedad genética conocida como síndrome de Edwards y el candidato alude a su pequeña en cada discurso como su “verdadera inspiración y motivo de alegría”.
Relacionado, asimismo, con la fe mormona aparece Jon Huntsman. Ex gobernador del estado de Utah y ex embajador en Pekín, acumula unos 2,5 millones de dólares y finalizó tercero en las primarias de New Hampshire con un discurso liberal en lo económico y ortodoxo en lo moral. Huntsman también tiene siete retoños, los dos menores adoptados en China e India. Sus tres hijas mayores, erigidas en las Jon2012Girls, Liddy, Abby y Marie Anne, altas, rubias y de belleza incuestionable cual valquirias, han generado una gran expectación derivada a la campaña de su padre con sus vídeos paródicos en YouTube.
Favorito en la sombra
Otro ejemplo de fidelidad es el de Ron Paul, que lleva desde 1957 unido en matrimonio a Carol Wells, con quien tiene cinco hijos y 18 nietos. El congresista por Texas, con 38 años de carrera política en los que nunca votó una subida de impuestos ni aumento alguno de las competencias del Estado, ha publicado durante su campaña el libro Ron Paul Family Cookbook, que incluye recetas “para calentar su cocina y su corazón”, fotos de la familia al completo y un ensayo de Carol sobre el sueño americano. Su hijo Rand es senador por Kentucky y destacado miembro del Tea Party.
Este movimiento ciudadano, instigador de una vuelta a los principios y valores de los Padres Fundadores y de la Constitución, ha mostrado una clara división en sus preferencias, cediendo influencia tras el cénit de poder demostrado en las elecciones de mitad de mandato del año pasado. Sin embargo, la retirada de Bachmann y Herman Cain y la convalecencia de Perry podrían otorgar su apoyo a Paul, cuya radical postura libertaria (es partidario de toda desregulación, incluidas la de las drogas y la prostitución, salvo el aborto) genera no pocos recelos.
La dimensión familiar de los candidatos se ha demostrado fundamental para captar apoyos o al menos para no perderlos en la tierra de las barras y estrellas. Así, el empresario afroamericano Herman Cain, uno de los favoritos, hubo de dimitir a mitad de carrera tras destaparse sus múltiples infidelidades del pasado. Cain, magnate de la comida rápida (Romney también participó en la creación de la multinacional Domino’s Pizza) sin experiencia política y, por tanto, con respaldo del Tea Party, proponía una pegadiza regulación: el nineninenine, que pretendía fijar en el 9% la mayoría de los impuestos. Cuando encabezaba las encuestas, y acaso por el trabajo de investigación de las campañas rivales, explotó su pasado.
Discursos enfrentados
Célebre también por sus escarceos extramatrimoniales es Newt Gingrich. El ex presidente del Congreso, una apuesta segura para la economía, pagó en su día el precio político de los romances prohibidos, aunque su reciente conversión al catolicismo por influencia de su esposa Callista, cantora de un coro religioso en Washington, ha redimido su trayectoria sentimental y la ha situado a la altura de su brillante currículo en el Capitolio. En las últimas semanas, asimismo, se le ha visto llorar al recordar la enfermedad que acabó con la vida de su madre, unas lágrimas que han humanizado su granítica faceta de reductor del gasto y domador del presupuesto. Incluso, Gingrich se ha erigido en paladín de la lucha contra el aborto, con una campaña publicitaria en la que acusa a Romney de haber gobernado en Massachusetts con políticas favorables a la interrupción del embarazo y de haber cambiado su postura en el último momento.
No conviene obviar que Romney censuró a última hora los canales pornográficos de la cadena hotelera Marriott, dependiente de su entramado empresarial, justo antes de postularse para la nominación republicana en 2008. Así las cosas, Gingrich afrontó el inicio de las primarias en primera posición en las encuestas, aunque sus discretos resultados en Iowa y New Hampshire han impulsado a Romney y lo han relegado a la segunda posición. Asimismo, su campaña apenas supera los 6 millones de dólares y presenta una cierta dificultad para recaudar donativos, nada que una victoria en una de las primarias no consiga desbloquear. La cita de Carolina del Sur, el próximo día 21, que repartirá una cantidad significativa de delegados, será fundamental para certificar la victoria de Romney o la irrupción de alternativas más divertidas.
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