En el espinoso tema de la despenalización de las drogas hubo ayer un paso adelante, aunque tímido: la admisión de Estados Unidos de que está dispuesto a hablar de programas específicos para delinear planes concretos de acción, y al mismo tiempo aceptó que los gobiernos del Istmo y México tienen derecho a hablar de planes y de hechos, no solo de declaraciones que en la práctica no conducen a ningún resultado positivo.
La declaración a este respecto fue ofrecida por William Brownfield, encargado antidrogas del Departamento de Estado y quien vendrá en dos semanas al Istmo. Este personaje se une al vicepresidente estadounidense Joseph Biden y a la señora Janet Napolitano, quienes visitaron la región para, entre otros temas, rechazar la sugerencia del presidente Otto Pérez Molina respecto de despenalizar las drogas, lo que ha sido también rechazado por Washington y por la misma Organización de las Naciones Unidas.
El funcionario estadounidense señaló un tema que debe ser de directo interés para Guatemala: la necesidad de presentar el plan de cómo realizar lo sugerido y enfrentar sus indudables y evidentes consecuencias. Se refirió además a los potenciales problemas de utilizar fuerzas militares en la tarea antidrogas y se curó en salud al explicar que la batalla contra estas durará unos 15 años antes de poder solucionarlas.
Por aparte, de los países en teoría aliados de la posición guatemalteca, como México y Colombia, el proponente no puede estar seguro. Este último país ya indicó que no llevará el asunto a la Cumbre de las Américas y que no impulsará una iniciativa en ese sentido, como lo solicitó el presidente guatemalteco a su colega colombiano, Juan Manuel Santos, quien lo informó ayer.
Es posible señalar que el presidente Pérez Molina logró su objetivo: colocar el tema sobre la mesa. Pero hasta el momento, fuera de la manifestación de apoyo del parlamento británico, no ha tenido eco positivo en la zona, y sí algunos negativos, como el caso de El Salvador y en cierta manera el de Colombia. Por aparte, el Gobierno de Guatemala parece estar dispuesto a abrirse a los sectores donde el tema de la despenalización es abordado, pero en una perspectiva teórica. Poco o nada se sabe del pensamiento de la mayoría de la población, que tiene derecho, por supuesto, a ser escuchada.
Si bien el tema de la despenalización salió a la palestra, la soledad de Guatemala en la posibilidad de presentarlo en la reunión de los presidentes es un claro resultado de la poca sagacidad de la cancillería del país. El apoyo de países e instituciones cercanos geográficamente debe ser solicitado y obtenido antes de lanzarse a una aventura de la que es difícil salir bien.
La discusión sobre despenalizar o no las drogas es una opción necesaria, y acerca de eso todo mundo está de acuerdo. Pero en todo caso se debe hacer en grupo, no en soledad, porque nadie tendrá la valentía política de representar el tema. Si no hay aliados, Guatemala no tiene más remedio que disponerse al choque frontal derivado de la decisión de pelear la guerra como se hace ahora.
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