The Vote Is Also a Matter of Faith

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En las elecciones del 6 de noviembre, por primera vez en la historia de Estados Unidos, no hay ni un protestante en uno de los tickets de uno de los grandes partidos. El candidato republicano, Mitt Romney, es mormón, y su número 2, Paul Ryan es católico.

El dato simboliza lo que expertos como William Galston, de la Brookings Institution, han calificado como “el fin de una era”, algo reflejado también en un Tribunal Supremo donde hoy ninguno de los nueve magistrados es protestante. Y es el reflejo político de una realidad que este mismo martes confirmaba un estudio del centro Pew: por primera vez quienes se definen como protestantes bajan del 50%. Son, en concreto, el 48%.

Ateos y agnósticos

Lo que ha aumentado considerablemente en Estados Unidos según el estudio del Pew es el número de adultos que no se consideran parte de ninguna denominación religiosa tradicional: 19,6% o prácticamente uno de cada 5 estadounidenses. El porcentaje representa un aumento del 145% respecto al 8% que se incluía ese grupo en 1990. Detrás del dato hay otro diagnóstico: la mayoría de los ateos, agnósticos y “no afiliados a nada en particular” (que en muchos casos sí creen en dios o un espíritu universal, rezan y en algunos casos, el 5%, atienden a servicios religiosos) se inclinan por votar demócrata, mientras que solo el 27% eligen a republicanos.

“Creemos que se trata sobre todo de una reacción a la derecha religiosa”, le ha dicho a The Washington Post Robert Putnam, profesor de ciencias políticas en Harvard y estudioso del largo declive en las afiliaciones religiosas en EEUU. “Lo que mejor predice qué gente ha entrado en esta categoría en los últimos 20 años es cómo se sienten con la alineación de política y religión”.

Complejidad religiosa

Ahí late otra realidad: la polarización política creciente en EEUU también ha llegado a la religión, y si antes era fácil diferenciar entre católicos y protestantes ahora la división está dentro de las denominaciones, dependiendo de qué posiciones adopten en temas sociales como el aborto o el matrimonio homosexual. Y por eso, por ejemplo, muchos votantes evangélicos apoyan firmemente a Paul Ryan: es católico, pero a diferencia de la mayoría católica moderada de EEUU, él es firme opositor al derecho al aborto.

Aunque otra encuesta de julio del centro Pew encontró “escasas pruebas de que preocupaciones sobre la fe de los candidatos vayan a tener un impacto significativo en las elecciones”, sí puede tener alguno. El mormonismo de Romney, por ejemplo, ha sido superado como traba por muchos votantes evangélicos, pero existe cierta preocupación de que los más ortodoxos sigan poniendo reparos a un candidato por una religión que no consideran parte del cristianismo sino una secta. Y en una contienda tan disputada como la que mide a Romney con Barack Obama (protestante), los estrategas saben que la movilización que impulse la participación será clave. Y eso explica que dos docenas de prominentes líderes evangélicos, por ejemplo, emitieran recientemente un comunicado haciendo enfasis más en los valores conservadores que en la religión particular del candidato.

La fe como argumento político

Ni Romney ni Obama han querido hacer de su fe un asunto central y practicamente ni siquiera colateral en sus campañas. El republicano, quizá consciente de los recelos que provoca el mormonismo, decidió poco antes de la convención de su partido en Florida permitir a la prensa acompañarle a sus servicios religiosos y en Tampa su campaña abrió una ventana controlada a su religión haciendo subir al escenario a gente que ha coincidido con él en su iglesia.

Obama, mientras, se distanció del reverendo Jeremiah Wright, un pastor protestante negro visto acusado de radical, ya en el 2008. Mantiene su fe en privado. Y ni siquiera contesta para luchar contra la imagen errónea de muchos que lo identifican como musulmán. La encuesta de julio de Pew demostró que el 17% sigue pensando que es musulmán, mientras que el 49% lo identifican como cristiano y un 31% no sabe su religión. En agosto, cuando él y Romney relajaron su férrea privacidad en cuestiones religiosas para contestar a un cuestionario sobre religión de la publicación de la catedral nacional de Washington, Obama contesto: “No hay mucho que pueda hacer. Tengo un trabajo que hacer como presidente, y eso no incluye convencer a la gente de que mi fe en Jesús es legítima y real”.

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