Hace menos de dos semanas, Ohio parecía sólidamente en manos de Obama. Las razones para pensarlo así eran de peso. Obama había evitado el cierre de las compañías automovilísticas y en septiembre había emitido más de 1.100 anuncios publicitarios por televisión recordando sus logros. Frente a esa situación, Romney se había mostrado contrario al apoyo federal a la industria del automóvil y los republicanos apenas habían contado con presencia en televisión. No puede sorprender, por lo tanto, que se diera por seguro que el demócrata se haría con los 18 compromisarios de Ohio, esenciales para el resultado final de las elecciones. De hecho, en los cuarteles republicanos ya habían surgido serias dudas sobre la posibilidad de una victoria de Romney si no contaba con Ohio. Como tantas otras cuestiones, ese panorama se ha visto drásticamente alterado por la victoria de Romney en el primer debate.
En las últimas horas, el Pew Research Center ha publicado datos que indican un fuerte avance del republicano. Por ejemplo, en septiembre sólo el 42% de los encuestados veía favorablemente a Romney mientras que el 60% tenía esa opinión de Obama. Ahora la proporción es 51% a favor de Obama y 48% de Romney. El republicano también ha avanzado entre los menores de 50 años. La cifra de lo que lo consideran positivamente ha pasado del 43 al 51%, adelantando al presidente. Incluso las mujeres se encontrarían ahora divididas, otorgando un 47% de preferencia a ambos candidatos. Pasar de una ventaja de 18 puntos a un empate no es, ciertamente, una buena noticia para Obama. A decir verdad, el candidato republicano ha avanzado en todos los frentes salvo en el sector de los votantes negros.
Con estos datos de fondo, durante cinco días, que dieron comienzo ayer, Romney y el candidato a la vicepresidencia Ryan van a recorrer Ohio dedicando el resto de la campaña a ganar Iowa, Virginia y Florida. Como una especie de artillería preparatoria, la televisión está transmitiendo un anuncio en el que Romney afirma de manera categórica: «Las familias de Ohio no pueden permitirse cuatro años más como los últimos cuatro».
El mensaje suena bien, pero hay que recordar que Ohio cuenta con una tasa de desempleo inferior a la media nacional y que, por añadidura, esa circunstancia se debe en no escasa medida a la acción de Obama. Precisamente por ello, el republicano está obligado a explicar con claridad un plan que «devuelva los empleos» al estado. Lo está haciendo. El primer paso, ya anunciado el lunes, es que el primer día en que asuma sus funciones presidenciales, Romney aprobará la construcción de un oleoducto que partirá de Canadá y que atravesará todo el territorio de EE UU hasta llegar a Texas. Semejante proyecto no sólo significaría la creación de miles de nuevos puestos de trabajo, sino que, por añadidura, permitiría a la nación limitar la dependencia energética del exterior. La medida no vendría aislada, sino que formaría parte de un gigantesco plan de independencia energética nacional que se llevaría a cabo en ocho años.
Por su parte, Ryan ha recordado que Obama no sólo ha sido un enemigo del oleoducto –intentó que sólo fuera desde Oklahoma a la costa del Golfo–, sino que además ha impulsado regulaciones que han costado no pocos empleos a la industria carbonífera del sureste de Ohio y a la automovilística del norte. Contra lo que afirma la propaganda demócrata, Obama le ha costado empleos a Ohio. Ryan concluyó su mensaje con una afirmación rotunda sobre la política de Obama: «No crea más empleos, no crea más prosperidad. Tenemos que abandonar el camino de copiar las políticas europeas». Afortunadamente, esta vez España no salió a relucir.
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