Swords Raised

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PUES sí: al final, todo apunta a que va a haber partido. Cuarenta y ocho horas antes de las trascendentales elecciones del martes, las encuestas más fiables en Estados Unidos vaticinan una reñida batalla para ser el inquilino de la Casa Blanca los próximos cuatro años. Obama se mueve entre una ligera ventaja y el empate. Su rival, Romney, ha recortado buena parte de la desventaja que llevaba a la vuelta del verano, pero ninguna encuesta le da ganador, y a lo máximo que se atreven es a darle un empate con el presidente. El complejo sistema electoral norteamericano parece desplazar este año el fiel de la balanza hacia el estado de Ohio, donde tampoco está del todo claro que Obama obtenga una victoria que hace muy poco los analistas daban por descontada. Pero, sin embargo, nadie cree en la victoria de Romney pese a la situación virtual de empate. ¿Por qué? En primer lugar, porque desde 1951, cuando se aprobó un máximo de ocho años en el poder, hay más precedentes de presidentes que se han presentado a un segundo mandato y lo ganaron que de lo contrario. Eisenhower, Reagan, Clinton y Bush hijo estuvieron ocho años, y Carter y Bush padre no alcanzaron la reelección. Por en medio, otro presidente, Nixon, ganó la nominación dos veces, pero no lo completó porque tuvo que dimitir. Seguramente, la personalidad de Obama y su contraste con Romney también ayudan a reforzar la idea de que el presidente seguirá cuatro años más. Romney, sin embargo, sabe que sus opciones son muy diferentes a las de la aciaga noche del 2008 en que Obama arrasó a McCain adelantándole más de siete puntos y prácticamente doblando sus votos electorales en los diferentes estados de la Unión.

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